Hoy va a ser un día pasado por agua, nos vamos de cenotes.
Uno de los muchos atractivos que tiene la ciudad de Valladolid es que está rodeada por lo que para los mayas eran las puertas al inframundo y lo que hoy en día se conocen como cenotes.
Se dice que en la península de Yucatán hay más de 10.000 de estos extrañas formaciones naturales, así que, por desgracia, tenemos que hacer un poco de filtro y decidirnos por unos poquitos, los que nos recomiendan los lugareños y otros viajeros como más interesantes. Hoy hemos decidido hacer “ruta cenotera” y pasar el día mojados por sus increíbles aguas cristalinas, esta vez acompañados por Marco y Mara, una pareja italiana de sonrisa fácil con los que hemos hecho muy buenas migas.
En el Hostel nos alquilaron unas bicicletas por 75 pesos el día cada uno (unos 3,75€), compramos algo de comida para pasar el día y tomamos rumbo sur por un carril bici de tierra y baches. La primera sorpresa del día llega cuando a Carlos se le sale el pedal de la bicicleta y todos tuvimos que rastrear el camino en busca del tornillo perdido para poder recolocarlo de nuevo. Apretándolo con nuestros dedos no conseguíamos que aguantara más de 10 minutos en su sitio, así que todo el camino anduvimos pendientes del dichoso tornillo que se aflojaba solo. Por suerte los cenotes no estaban muy lejos, como a unos 8 kilómetros y pese al inconveniente llegamos sanos y salvo.
Los primeros cenotes en visitar fueron X'keken y Samula, estos se encuentran uno al lado del otro y para la entrada hay tres opciones: pagar 65 pesos (3,25€) por uno solo, 100 pesos (5€) por los dos o pagar 250 pesos (12,5€) para pasar a los dos cenotes y tener buffet de comida típica de la zona. Aunque lo del buffet parecía tentador decidimos no hacerlo, ya llevábamos nuestra propia comida. Nos sorprendió al entrar que nos tomarán la típica foto turística de fondo verde donde después añadieron ellos un bonito fondo de uno de los cenotes, nos ofrecieron poder sostener una guacamaya en nuestros hombros y tuvimos que pasar por pasillos donde vendían artesanías, ropa tradicional y todo tipo de souvenirs. Nos agobió un poco todo el circo allí montado, esperábamos algo más salvaje y natural.
Pero una vez en el Cenote volvimos a quedar impresionados por la belleza del lugar. Unos inclinados escalones nos sumergieron en la tierra por un estrecho agujero hasta abrirse en la inmensidad de una caverna iluminada artificialmente (de lo contrario no se veía nada) con un pequeño agujero en la cúpula por el que se filtraban algunos débiles rayos de sol que daban a la zona de agua sobre la formaban un color más intenso.
Todo el techo estaba cubierto de estalactitas y algunas raíces caían en busca del agua. Como en la mayoría de cenotes de esta zona habitaban dos tipos de peces, unos pequeñitos que se encargan de mordisquear la piel muerta, si te quedabas quieta en ciertos puntos se abalanzaban a darse un buen festín, y otros negros más grandes y bigotudos que se llaman pez gato.
El agua, más oscura que en otros cenotes que hayamos visitado hasta ahora, la notamos también más fresca, suponemos que por ser una caverna cerrada y no le de mucho el sol. Primero disfrutamos del baño en X'keken, jugueteamos con sus peces y estalactitas hasta quedar satisfechos, entonces decidimos trasladarnos al siguiente Cenote, Samula.
También se trata de un Cenote cavernoso, pero más profundo que el anterior (más escaleras que bajar), más grande y con una cavidad en el techo mucho mayor, que deja entrar más luz solar y hace que el agua reluzca más turquesa. Además, la cavidad parece estar formada de forma que concentra la luz hacia un espacio mas reducido, como si de una embudo se tratara, dibujando la luz como un gran rayo que al mezclarse con el agua, bajo esta, genera un efecto de movimiento que visualizado con las gafas de snorkel se nos antojó una maravilla.
Tras un buen rato jugueteando con la luz y el agua salimos a buscar a Marco y Mara, que nos esperaban como dos iguanas al sol, habían cogido algo de frío.
Comimos los bocadillos que habíamos comprado y nos dirigimos hacia la salida donde el personal de mantenimiento del lugar nos ayudó a apretar el pedal de la bicicleta aunque aún y así no funcionó del todo bien, se volvió a aflojar y a caerse en medio del camino.
Para ir al siguiente cenote teníamos que volver a Valladolid, está a la entrada de la ciudad, así que no nos costó nada pasar por el Hostel para que le cambiarán la bicicleta a Carlos. Ya con bici nueva nos dirigimos al último cenote, San Lorenzo de Oxman. Nos habían dicho que este era muy poco turístico y más bonito que los otros, y así fue, y por tan solo 40 pesos (2€) El Cenote se encuentra en una antigua hacienda restaurada y convertida en restaurante, donde había una piscina llena de gente (¿gente bañándose en la piscina teniendo el Cenote al lado?) A diferencia de los dos primeros, este no es una Cenote cavernoso, si no, un enorme y profundo agujero donde gigantescas raíces de los árboles caen a beber sus aguas.
Desde la superficie hay un mirador desde el que uno queda impresionado por la altura y más aún cuando te explican que hay quien salta desde ahí. Una escalera de 73 escalones baja inclinada hasta la base donde se accede al agua de dos maneras distintas, bien bajando por una escalera de madera o saltando desde una plataforma de un par de metros de alto. Adivinad quien usó cual de los accesos…
Además el Cenote dispone de una soga que cuelga desde lo alto de la superficie, con dos soportes de madera de los que agarrarse y precipitarse al agua, volar hasta el centro del Cenote y dejarse caer. No os perdáis el vídeo en el canal de Youtube si queréis vernos haciendo el Tarzán.
Tras un buen rato jugando cual niños en un parque de atracciones, ya cansados, hicimos el camino de vuelta al hostal en las bicicletas, pasamos por el supermercado a por unas cervezas fresquitas que tomaríamos después de una gran merienda-cena en el centro de Valladolid. El día había sido agotador, pero mereció la pena. Nos hemos hecho fan número uno de los cenotes.
Si nos quieres ver disfrutar en los cenotes no te pierdas el siguiente vídeo: Vídeo Cenotes
Pero una vez en el Cenote volvimos a quedar impresionados por la belleza del lugar. Unos inclinados escalones nos sumergieron en la tierra por un estrecho agujero hasta abrirse en la inmensidad de una caverna iluminada artificialmente (de lo contrario no se veía nada) con un pequeño agujero en la cúpula por el que se filtraban algunos débiles rayos de sol que daban a la zona de agua sobre la formaban un color más intenso.
Todo el techo estaba cubierto de estalactitas y algunas raíces caían en busca del agua. Como en la mayoría de cenotes de esta zona habitaban dos tipos de peces, unos pequeñitos que se encargan de mordisquear la piel muerta, si te quedabas quieta en ciertos puntos se abalanzaban a darse un buen festín, y otros negros más grandes y bigotudos que se llaman pez gato.
El agua, más oscura que en otros cenotes que hayamos visitado hasta ahora, la notamos también más fresca, suponemos que por ser una caverna cerrada y no le de mucho el sol. Primero disfrutamos del baño en X'keken, jugueteamos con sus peces y estalactitas hasta quedar satisfechos, entonces decidimos trasladarnos al siguiente Cenote, Samula.
Tras un buen rato jugueteando con la luz y el agua salimos a buscar a Marco y Mara, que nos esperaban como dos iguanas al sol, habían cogido algo de frío.
Comimos los bocadillos que habíamos comprado y nos dirigimos hacia la salida donde el personal de mantenimiento del lugar nos ayudó a apretar el pedal de la bicicleta aunque aún y así no funcionó del todo bien, se volvió a aflojar y a caerse en medio del camino.
Para ir al siguiente cenote teníamos que volver a Valladolid, está a la entrada de la ciudad, así que no nos costó nada pasar por el Hostel para que le cambiarán la bicicleta a Carlos. Ya con bici nueva nos dirigimos al último cenote, San Lorenzo de Oxman. Nos habían dicho que este era muy poco turístico y más bonito que los otros, y así fue, y por tan solo 40 pesos (2€) El Cenote se encuentra en una antigua hacienda restaurada y convertida en restaurante, donde había una piscina llena de gente (¿gente bañándose en la piscina teniendo el Cenote al lado?) A diferencia de los dos primeros, este no es una Cenote cavernoso, si no, un enorme y profundo agujero donde gigantescas raíces de los árboles caen a beber sus aguas.
Desde la superficie hay un mirador desde el que uno queda impresionado por la altura y más aún cuando te explican que hay quien salta desde ahí. Una escalera de 73 escalones baja inclinada hasta la base donde se accede al agua de dos maneras distintas, bien bajando por una escalera de madera o saltando desde una plataforma de un par de metros de alto. Adivinad quien usó cual de los accesos…
Además el Cenote dispone de una soga que cuelga desde lo alto de la superficie, con dos soportes de madera de los que agarrarse y precipitarse al agua, volar hasta el centro del Cenote y dejarse caer. No os perdáis el vídeo en el canal de Youtube si queréis vernos haciendo el Tarzán.
Tras un buen rato jugando cual niños en un parque de atracciones, ya cansados, hicimos el camino de vuelta al hostal en las bicicletas, pasamos por el supermercado a por unas cervezas fresquitas que tomaríamos después de una gran merienda-cena en el centro de Valladolid. El día había sido agotador, pero mereció la pena. Nos hemos hecho fan número uno de los cenotes.
Si nos quieres ver disfrutar en los cenotes no te pierdas el siguiente vídeo: Vídeo Cenotes
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