viernes, 27 de enero de 2017

Río Lagartos, Yucatán, México

Una de las razonas por las que elegimos quedarnos en la ciudad de Valladolid fue por la cantidad de oferta en excursiones a su alrededor, como un asentamiento para conocer casi todo lo que nos rodea. 
Uno de estos atractivos es Río Lagartos, una localidad pesquera ubicada en la parte norte de la península de Yucatán, que, como su mismo nombre indica esta a orillas de una ria en el que habitan cocodrilos y un sinfín de aves entre espesos manglares.


Pero esto no es todo, al final del río nos encontramos con un lago rosa, llamado Las Coloradas, así es, el agua está teñida de rosa por su gran concentración de sal y ciertos microorganismos que habitan en ella. Por si esto fuera poco, en este magnífico lugar se pueden encontrar flamencos rosas. El lugar parece un cuento de hadas, los flamencos rosas, en agua rosa, custodiados por temibles cocodrilos.
Para poder ver esta fauna se debe contratar un tour en lancha motora en el que caben hasta 6 personas, así que ya siendo previsores hablamos con dos viajeros que habíamos conocido el día anterior, quienes a su vez, encontraron dos personas más, ¡teníamos la lancha al completo! Salimos temprano hacia la localidad de Río Lagartos, teníamos dos autobuses que coger por delante. Al llegar a ella, el mismo conductor nos dirigió hasta un restaurante, amiguitos suyos, el cual nos propuso un precio excesivo (1.200 pesos), amablemente rechazamos esta opción y nos dispusimos a encontrarlo por nuestra cuenta, lo que redujo el precio a 800 pesos por lancha y no nos llevó más de 10 minutos.
Tenemos que decir que nuestros compañeros no eran totalmente compatibles con nosotros, pero aún y así, disfrutamos del paseo en lancha entre manglares, viendo diferentes y nuevos tipos de aves y sintiendo la velocidad y fuerza del viento. Como suele ocurrir, el mismo conductor nos llevó hacia donde él sabía que encontraríamos un cocodrilo.


El animal, atraído por los movimientos que el conductor hacia en el agua, se acercó a nosotros, curioso, hasta el punto de que alguno de nuestros acompañantes lo pudo tocar. A parte de por seguridad, nosotros preferimos que el animal no se sienta manoseado y forzado a comportarse como si estuviera en un circo y tuviera que hacer algún tipo de numerito para contentar al público, por lo que no sacamos nuestras manitas de la balsa. Al rato el cocodrilo se cansó de la atención recibida y se alejó, nosotros continuamos con nuestro paseo hacia la zona donde habitan los flamencos.
En lo que quedaba de recorrido pudimos ver otros dos cocodrilos, a una cierta distancia, por lo que no los molestamos. Y ahí llegamos, el final del río se expande y aparecen los flamencos en uno de los lados, como en una balsa de agua delimitada por un canal formado naturalmente. Estos animales son tan majestuosos, alargados, andando como en un desfile de alta costura parisino, en un agua irreal, tan rosa, que parece teñida por las mismas plumas de los flamencos.

A lo lejos se puede ver una gran montaña blanca, es la sal amontonada, lista para ser procesada. Ya iniciado el tour, en la lancha, nuestro guía nos advirtió que este lago es privado, son unas Salinas. Únicamente estábamos autorizados a ir rápido, un chapuzón y sentir como flotas por la gran cantidad de sal concentrada en el agua, un vistazo a los flamencos y volver, antes de que ningún guardia de seguridad nos viera. Parecía algo simple y rápido hasta que pones un pie en el agua, es como un lodo que te atrapa.

Desde donde estaba la barca y el lago rosa se encuentra un espacio lleno de raíces de árboles enterradas, como dijimos, algo no tan fácil y rápido de cruzar, pero mereció la pena, sin ninguna duda. Este lodo es una mezcla de azufre que se usa como exfoliante de la piel, es parecido al que ya usamos en Bacalar. Aún así, nos volvimos a embadurnar con el y volvimos a sentir el penetrante olor a huevo podrido que produce. Una vez cruzada la fosa que custodia a los flamencos llegamos a sentir el agua rosa. Debido a la gran concentración de sal, además de permitirte flotar, esta se solidifica en las orillas y forma un especie de espuma. Disfrutamos un poco del agua, la espuma y la vista de los flamencos a lo lejos y volvimos a la barca.
Una vez puesto el motor en marcha preguntamos si nos dejaría en el mismo lugar del que partimos, y a la respuesta de que si, preguntamos si no habría algún lugar donde poder bañarnos tranquilamente y comer barato. El guía nos llevó hasta lo que parecía algo como los balnearios de Bacalar, al principio, pero una vez allí era solamente un restaurante, bastante caro, ubicado en una zona donde el agua estaba roja y bastante llena de maleza.

 Algunos de nuestros acompañantes comieron, mientras que los demás nos fuimos de exploración.
Para volver al pueblo nos esperaban unos 20 minutos de caminata bajo el sol, y teníamos una media hora para el próximo autobús, así que sin perder más tiempo nos pusimos rumbo a la estación, y a decir verdad, llegamos justo a la vez que el autobús.
Para el camino de vuelta teníamos, otra vez los dos autobuses que coger y algo de hambre acumulada, por suerte, entre uno y otro había una hora de espera, en ese rato nos comimos unas hamburguesas y vimos otra de esas nubes de tormenta tropical que se acercaba y estallaba en el momento de ir hacia la estación, nos cayó todo encima.
 Algo fresquitos nos montamos en el autobús de vuelta, llegamos ya de noche a Valladolid y nos despedimos de nuestros nuevos amigos con una frase que estamos comenzando a interiorizar: “buen viaje”

 Acompañamos en nuestro tour en Río Lagartos con el siguiente enlace de Youtube Vídeo Río Lagartos

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