Por fin dejamos Playa del
Carmen.
Hoy nos dirigimos a la isla que tenemos justo en frente y que desde la costa de la ciudad podemos ver debido a su proximidad, la Isla de Cozumel.
Hoy nos dirigimos a la isla que tenemos justo en frente y que desde la costa de la ciudad podemos ver debido a su proximidad, la Isla de Cozumel.
Para quien tenga pensado
ir a la isla, hay una sola forma de hacerlo, cruzando en ferry desde
Playa del Carmen, pero para esto hay tres empresas diferentes,
Ultramar, Caribe y México, ordenados de más a menos por la calidad
de sus barcos, frecuencia en hora de embarque y precio. Como podéis
imaginar viajamos en la última citada, ya que la diferencia de
precio era de la mitad y el horario nos iba estupendo, que el barco
sea más feo y viejo nos daba igual, llegaría al destino igualmente.
El trayecto duró
cuarenta minutos de lluvias intermitentes y aunque el cielo estaba
totalmente encapotado cuando llegamos pudimos apreciar la
cristalinidad de las aguas. Si es cierto que el Caribe presume de la
belleza de sus aguas, pero una isla siempre saca sus cualidades más
a relucir.
Entre el gentío del
embarcadero y los vendedores de tours nos deslizamos, rentadores de
coches, moto o buggy, vendedores de ropa, souvenirs y hamacas hasta
llegara nuestro hostal, donde dejamos todo para buscar un lugar
económico donde comer. Por la tarde fuimos a una zona donde se podía
acceder al mar e hicimos snorkel, pero solo encontramos pececillos
de colores y dos pequeñas rayas, nada que nos pudiera impresionar.
El resto de la tarde lo dedicamos a recibir información y a decidir
que podíamos hacer en la isla. Entre las varias opciones estaba la
posibilidad de alquilar una moto y recorrer la isla, hacer un tour de
snorkel donde nos llevarían a conocer tres arrecifes con un buen
equipo y una lancha para transportarnos. Todo parecía interesante,
pero había una opción que no habíamos contemplado y unos viajeros
del norte de México que se hospedaban en nuestro hostel nos hicieron
darnos cuenta de que posiblemente sería la mejor alternativa. Nos
encontramos en una isla justo en medio del Sistema Arrecifal
Mesoamericano, es decir, la segunda barrera de coral mas grande del
mundo y uno de los lugares más bellos para hacer submarinismo. Al
no disponer del titulo PADI Open Water (titulo internacional en el
que te enseñan a bucear en grandes grupos) pensábamos que no había
forma legal de bajar a los arrecifes, pero no habíamos contado con
la opción del llamado Bautizo de Buceo, ¿Cómo íbamos a dejar la
oportunidad de ver el escenario subacuático mas famoso del mundo?
Seguimos las recomendaciones de todo el que nos hablaba de las
maravillas de bucear y concertamos un bautismo, el cuál más tarde
os explicaremos que es.
Nuestro primer día en la
isla decidimos alquilar una moto para recorrerla. Encontrar una moto
económica no fue tarea fácil, pues el turismo de Cozumel es
distinto al de Playa del Carmen, funciona de forma exclusiva para
atender a los cruceros que llegan a la isla por la mañana y se
marchan con la puesta del sol, por lo que una vez abandona todo la
tanda de turistas, el pueblo queda literalmente muerto, sus tiendas
cerradas y restaurantes vacíos. Esto favoreció a nuestra
tranquilidad pero nos hizo difícil encontrar lugares de alquiler,
así que tuvimos que esperar a la mañana siguiente y pegarnos el
madrugón. Al final mereció la pena, pues encontramos una moto por
250 pesos (12,5€) seguro incluido, bueno, si podía llamarse moto…
por que era una verdadera chatarra a la que debían quedarle dos
meses de vida, pero nos hizo su función.
Empezamos la vuelta por
el oeste de la isla, en dirección sur. Al ser la zona que da a la
costa de la Rivera Maya es el lugar donde están la mayoría de
arrecifes, el agua esta completamente calmada, como si fuera un lago,
pero no dispone de playas, por lo que la entrada al mar se complica a
través de afiladas rocas y algún que otro erizo al que tuvimos la
suerte de no pisar. Cuantos más kilómetros recorrimos conduciendo
más nos dábamos cuenta de como habían privatizado la isla, las
únicas entradas naturales al mar tenían delante un Club de Playa
(restaurante) donde te cobraban un mínimo de 15 dólares americanos
solo por el acceso. Además estaban colocados justo donde el arrecife
se acerca más a la costa, con lo que te alquilan equipos de snorkel
para que puedas verlo por ti mismo con el simple esfuerzo de nadar un
poco.
Nos dio tanta rabia la
situación que decidimos buscar la manera de poder hacerlo gratis,
siempre hay algún truco. Como hasta el momento las playas de México
son públicas y lo único que pueden bloquear es el acceso, nosotros
íbamos hasta el final de los clubes de playa donde siempre había un
hueco por donde entrar en el agua que está no le pertenece a nadie.
Una vez dentro puedes nadar libremente por el arrecife sin que nadie
diga nada.
Nada mas entrar en el
agua a Carlos se le apareció una enorme Raya Águila, a la que
intentó seguir sin resultados. A parte de lo bonito de los corales,
encontramos también dos morenas de considerable tamaño que nos
asustaron con su agresividad. Realmente no hacía mas que abrir su
fea boca y revolverse entre la arena, pero aún así, el
desconocimiento nos dio respeto. De lo que si nos dimos cuenta fue
de que la vida marina era mas abundante que en la costa, pues había
decenas de bancos de peces de diferentes tipos, por supuesto, muchos
nuevos para nosotros.
Aun con los bañadores
mojados seguimos conduciendo hasta el final de la isla, donde
encontramos una especie de parque llamado Punta Sur, donde además
del faro se puede visitar la reserva de cocodrilos. La entrada eran
unos 14$, así que, como es de esperar por nosotros, no pasamos.
Empezamos pues la costa este de la isla donde cada pocos kilómetros
encontrábamos playas vírgenes, con un mar salvaje de intenso
turquesa y delimitadas por una extensa jungla. Paramos en alguna de
ellas a disfrutar de la soledad, el viento y el espectáculo de las
olas. En la única que pudimos refrescarnos fue en una donde unas
rocas formaban una especie de piscinas en la misma orilla, impidiendo
a las olas entrar y dejando un remanso de paz y tranquilidad.
Ya a la vuelta volvimos a
los arrecifes para ver si encontrábamos más pececillos, pero nos
cayó una buena tormenta tropical. Como no teníamos donde
refugiarnos decidimos conducir bajo la intensa lluvia, un momento
verdaderamente gracioso. A mitad de camino le entró agua a la moto y
empezó a fallar, se nos paro dos o tres veces, así que antes de
devolverla la dejamos unas horas a secar. Mientras tanto nos
dedicamos a buscar una agencia que nos ofreciera un buen tour de
submarinismo para el día siguiente.
Tuvimos suerte de
encontrar Studio Blue, unos verdaderos profesionales en el ámbito,
donde a través de su instructor Oswaldo, fuimos formados tanto
técnica como prácticamente para poder realizar dos inmersiones a 12
metros de profundidad, sintiéndonos completamente cómodos y seguros
de que no corríamos peligro alguno. Las clases teóricas las hicimos
por la noche, para así poder empezar temprano con la práctica, ya
en el agua. La teoría consistió en un video de 20 minutos donde se
explican los medios de seguridad y el lenguaje de signos bajo el agua
básicos para sumergirse con seguridad.
A la mañana siguiente,
con maripositas en el estomago, nos dirigimos al embarcadero donde un
barco nos llevaría a realizar las clases prácticas, que consistían
en la recolocación del regulador (por donde se respira) en caso de
que se nos saliese de la boca, la limpieza de las gafas bajo el agua,
en caso de que se llenaran de agua o se empañaran y la asistencia de
aire de emergencia en caso de que un compañero se quedase sin el.
Estas lecciones prácticas suelen tomarse en la playa, en un lugar
menos profundo, para fácilmente emerger si algo pasase durante el
entrenamiento. Pero Oswaldo decidió que lo haríamos en el arrecife
Paraíso, pues no es muy profundo, la corriente no es fuerte y es
mucho mas bonito para practicar.
Una vez puesto el traje
de buzo, y dado un saltito cargado de valor desde el barco, comenzó
nuestro día de buceo. Primero te agarras a una cuerda con boya y
empiezas a descender descomprimiendo el aire cada poquito, para
acostumbrarse al nuevo hábitat donde pasariamos el día, el agua.
Los movimientos, la respiración asistida por el regulador, el
chaleco, las pesas… todo se nos hacia extraño al principio, pero
en cuanto empezamos a practicar las lecciones nos acostumbramos en
seguida.
Para no gastar mucho aire
(queríamos reservarlo para los arrecifes mas bonitos) decidimos ver
el arrecife Paraíso desde la superficie, como estábamos
acostumbrados a hacer hasta ahora, con snorkel. La verdad es que
aunque solo hiciéramos snorkel el arrecife se veía precioso, muy
diferente a todo lo que hubiéramos visto hasta ahora. Las
formaciones coralinas eran más grandes, coloridas y con muchas más
formas, y la vida marina espectacular. Peces, peces y mas peces de
mil colores, de tamaños distintos, de formas variadas, una verdadera
preciosidad. Aun y así, Oswaldo nos decía que eso no era nada
comparado con lo que veríamos después.
Cuando acabamos el
snorkel (en verdad hicimos tiempo para que el barco regresara con el
resto de los buceadores que no necesitaban las practicas previas)
navegamos durante casi una hora para llegar a uno de los arrecifes
mas famosos de Caribe Mexicano, el Arrecife del Palancar. Nada más
lanzarnos al agua quedamos impresionados. Como la corriente estaba
bastante fuerte casi no teníamos que hacer esfuerzo, pues una vez en
el fondo esta nos arrastraba y nosotros solo teníamos que dedicarnos
a intentar no patear ningún coral y sobretodo a disfrutar el
increíble mundo al que acabábamos de entrar. Edificios de coral a
ambos lados, hacia que nos escurriéramos entre pasillos de fantasía,
donde miráramos nos daba tiempo a percibir cada pequeño detalle de
sus formas y colores. Nunca antes nos habíamos imaginado que el
mundo submarino pudiera ser tan increíblemente hermoso.
A los 40 o 50 minutos
nuestros tanques de oxigeno empezaron a acercarse al mínimo, así
que era hora de ir ascendiendo. No sin antes hacer su aparición una
elegante raya gris, de gran tamaño, que parecía posar para todos
los que la observábamos. Era hora de salir del agua.
Entre bocaditos de fruta
fresca y compartiendo todo lo que habíamos visto y sentido (en el
agua es imposible expresarte) navegamos hacia el próximo arrecife,
conocido como La Lila.
Nos sumergimos de nuevo
para ver otro espectáculo de la naturaleza submarina de Cozumel,
pues esta vez el arrecife no era ni tan alto, ni tan espectacular, el
verdadero atractivo de La Lila era su vida subacuática. La corriente
estaba un poco más fuerte así que si queríamos parar a ver algo
requería más esfuerzo y por tanto más consumo de aire y menos
minutos bajo el agua. Nada más llegar al fondo se nos presento una
enorme tortuga marina, la más grande que habíamos visto hasta
ahora, remamos contra corriente para observarla un ratito mientras
ella seguía tan relajada, comiendo algas, como si nuestra presencia
no le molestara y nos viera como un pez más, aunque de hecho, así
nos empezamos a sentir ya, como parte de la fauna marina, minúsculos
entre tanta inmensidad.
Arrastrados por la
corriente se nos fueron apareciendo diferentes tipos de animales,
como una variedad infinita de peces, todos a nuestro alrededor y
nosotros en medio de ellos, algunas barracudas, un par de enormes (y
deliciosas) langostas escondidas entre rocas, tres o cuatro tortugas
mas, varias morenas espeluznantes y el plato fuerte del día, tres
tiburones gato que nos parecieron enormes. Uno nunca sabe como va a
reaccionar al ver estos animales con tan mala fama, pues Carlos se
olvido de donde y con quien estaba, se dejo deslumbrar por su belleza
y buceo tan rápido como pudo hasta encontrarse con ellos de frente.
Al no verse detenido por Oswaldo sintió que era seguro lo que hacia
y los tiburones no huían de nuestra presencia.
Al volver al barco
volvimos a compartir las emociones retenidas durante cuarenta minutos
bajo el agua, y si, coincidimos en que nadar con tiburones era una de
las experiencias más fuertes que habíamos vivido nunca.
De hecho, el bautismo de
buceo es algo que se ofrece para que uno pueda descubrir si le gusta
o no este deporte, y después de esta experiencia, certificarnos en
un curso de submarinismo es algo que nos estamos planteando muy
seriamente.
Pero
ahora toca recrearnos con el recuerdo aun muy presente, pues cerramos
los ojos y se nos aparecen pececitos de colores y trocitos de coral.
Si quieres maravillarse del fondo submarino con nosotros, podrás hacerlo en este vídeo de Youtube Vídeo Cozumel
No hay comentarios:
Publicar un comentario