lunes, 13 de febrero de 2017

Ek-Balam, Yucatán, México

Después de la buena decisión hecha con madrugar mucho para ver Chichén Itza, hoy nos toca otro súper madrugón para ir a Ek-Balam, otra zona arqueológica cercana a Valladolid. Y es que cada día está ciudad nos sorprende más.
Ek-Balam son unas ruinas mayas ubicadas a unos 30 kilómetros al norte de Valladolid, en Yucatán. Ya el día anterior buscamos la mejor forma de llegar, y esta vez no era en autobús, si no en taxi. Así que nos levantamos prontito, fuimos a por el taxi, y como los gastos hay que compartirlos esperamos a otras dos personas para irnos.
Tardamos una media hora en llegar, con el objetivo cumplido, no había demasiados coches. Llegamos a la taquilla y… ¡madre mía! No nos esperábamos el excesivo precio de este lugar, 190 pesos (casi 10€) para ser exactos. Pero ya estábamos ahí, así que para adentro.
Esta antigua ciudad estuvo rodeada por tres murallas, lo que te ayuda crear una idea de lo importante que tubo que ser este lugar. Al pasar por la puerta de lo que sería una de ellas, encontramos un arco de entrada, como un símbolo hacia los magníficos templos que aparecen detrás de él.
Cruzamos el arco y rodeamos una construcción hasta llegar a una gran plaza con varios majestuosos edificios rodeados de una intensa selva. Hasta ahora nos hemos encontrado con asentamientos formados por varias construcciones no muy altas entre las que la pirámide principal sobresale. En este emplazamiento todas las construcciones son considerablemente altas. Entre ellas encontramos el Palacio Oval, al sur, donde se cree que residía la nobleza, y dos pequeñas pirámides idénticas a la izquierda de esta, destinadas al culto, y otro edificio bastante destruido y comido por la naturaleza a la izquierda. Coronando la plaza, en el centro, nos encontramos con una estela, esta es una gran piedra ovalada donde se dibujaba un momento o personaje histórico del lugar, en esta ocasión una representación del gobernante llamado Ukit Jol Ahkal.
 

Continuando el recorrido hacia el norte, por la avenida principal encontramos la joya del lugar, una gran pirámide, de 29 metros de alto, que contiene la tumba de Ukit Le'k Tok', otro gran gobernante del lugar. A media subida de esta pirámide, a lado izquierdo, encontramos un friso de escayola adornado como un jaguar con la boca abierta, rodeado de colmillos, custodiando una puerta, en cuya parte alta hay una figura de un rey en su trono con un guerrero a cada lado. Continuamos la subida por las empinadas escaleras, pensando en pobrecito quien tuviera que hacer esto cada día… llegamos a lo alto rojos como jitomates (así se le llama al tomate rojo en México) y una vez más, nos quedamos sin habla por la inmensidad que nos rodea, la jungla en toda su expresión, el verde más vivo bajo un brillante sol.


Como hemos explicado los templos se ubican en una plaza, y este último está enfrente de ellos, por lo que desde lo alto de la pirámide se ven el Palacio Oval y las pirámides gemelas, es impresionante ver lo que fue un importante punto de la ciudad desde la inmensidad de las alturas. Uno se tiene que quedar 10 minutos, en silencio, y admirar, solo admirar. 

Tras haber absorbido todas las mejores vibraciones posibles de esta sobrecogedora vista bajamos de la pirámide. Había comenzado a apretar el calor, nos apetecia un bañito, y vaya que suerte que cerca de estas ruinas, a 1,5 km andando esta el cenote Xcanche. Como buenos viajeros que se preparan, nosotros ya sabíamos de su existencia y veníamos con el traje de baño puesto y la toalla en la mochila.


No hace falta salir de las instalaciones de las ruinas, pero si uno quiere ir al cenote debe pagar unos 40 pesos (2€) extra. Este cenote está organizado por una cooperativa indígena maya y cuenta con una serie de servicios, como es una tirolina que lo cruza, un punto de rapel, baños y un restaurante de comida tradicional. Como cada uno de estos servicios tienen un coste adicional, nosotros nos quedamos contentos con solo darnos un baño en su fresca agua y jugar con una cuerda colocada especialmente para poder saltar.
Una vez refrescados y ya cansados de tanto chapotear, nos disponíamos a irnos del lugar cuando vimos una gran palapa, o casa abierta de paja, con hamacas en su interior, al visualizar este lugar pareció como si de repente un sueño profundo nos envolviera en sus garras y nos obligara a tumbarnos en estas hamacas un ratito, que se convirtió en un par de horas.  


Nos costó volver a levantarnos, salir al calor de nuevo y volver el kilómetro y medio que separa el cenote de la entrada al parque y la zona de taxis . Esperamos unos 20 minutos hasta llenar nuevamente un coche y poner rumbo hacia Valladolid.

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