sábado, 18 de febrero de 2017

Izamal, Cuzamá y Progreso

Nos seguimos encontrando en Mérida, ciudad con una gran variedad cultural y donde también encontramos una amplia variedad de puntos cercanos donde descubrir otras localidades, fauna y como no, más ruinas. En cuanto a la fauna se halla Celestún, una reserva de flamencos rosas, muy recomendada por ser la época del año para la migración de esta ave hacía esta laguna desde otros puntos de la península, pero como nosotros habíamos estado en Río Lagartos, dónde ya quedamos maravilla nos por su elegancia, decidimos no ir a esta, al igual que a Uxmal, otro gran complejo de ruinas, las cuales, a nuestro pesar desistimos de ir. Viajar también significa decidir sobre camino que uno va construyendo, lo que a él se le añade o ya no tiene significado hacer.
Lo que si que no nos pudimos perder fue Izamal, un pequeño pueblo con dos peculiaridades. Una el atrio, así es como se le llama al patio del convento de San Antonio de Padua. La especialidad de este es que es el segundo más grande del mundo, después del de la basílica de San Pedro del Vaticano, dónde el Papa Juan Pablo II ofreció una misa dirigida a toda América Latina, y donde se erigió una estarían su honor.



Y la segunda peculiaridad es que el pueblo, sus casas, bancos, restaurantes, iglesias y el mismo convento están pintados de amarillo, así es, todo está pintado de amarillo, era como estar dentro de un canario. Izamal es un pueblo de un amarillo brillante y reluciente por el sol, con carruajes de caballos que recorren sus calles invitándote a dar un paseo, coronado por este convento tan majestuoso y espacioso, decorado por guirnaldas.


Nos pareció un punto muy recomendado del México alejado de la playa y turismo maximizado. Eso sí, en dos horas has recorrido el pueblo, visitado el convento y los restos de algunas ruinas mayas que posee. Estas están bastante deterioradas y se encuentran en varios puntos de la localidad, sin vallas o entradas, libres y formando parte de la vida del pueblo. Uno se encuentra puntos de ruinas en la calle, sin buscarlas.


Pero bien es sabido hasta ahora que para nosotros no todo es cultura, siempre hay momentos para la diversión y en esta ocasión nos volvemos a ir de ruta de cenotes. Existe una localidad a una hora en autobús de Mérida llamada Cuzamá dónde nos encontramos con un nuevo tipo de cenotes: los cavernosos.
Estaba un día MJ en una tumbona, relajada, al lado de la piscina, siendo devorada por feroces mosquitos, cuando un empleado del hostal se le acercó diciendo si ella y Carlos estaban interesados en ir a Cuzamá al día siguiente. Ella intrigada, le contesto que si, que precisamente ese era su plan para el día siguiente. En la recepción se encontraban un amable chico francés y una señora viajera estadounidense que buscaban otras dos personas para compartir viaje hacía esta interesante aventura en la que sabían, deberían contratar una excursión, siendo cuatro la mejor forma y más barata de realizarla. Así que, sin más cavilaciones, formaron equipo para el día siguiente.
Temprano, muy temprano nos encontramos los cuatro en la recepción y pusimos rumbo hacía la ajetreada ciudad en busca de las furgonetas que nos llevarían hasta Cuzamá. Tras una hora de viaje, entre un amena conversación, llegamos. Ya en la misma parada del autobús nos dijeron que primero debíamos pagar un carrito/moto que nos llevaría hasta las afueras y el punto de inicio del verdadero tour, a unos 10 km de distancia. Fue aquí cuando comprendimos que el día prometía ser divertido. Llegamos a un descampado con algunos puestos de comida y un apartado con más carros, esta vez no con moto, si no tirados por caballos. 


Como alguno sabréis, Carlos tiene unas poquitas alergias, una de ellas es al pelo de caballo, pero sin pensárselo dos veces cogió la camiseta y se la puso a modo turbante, tapando nariz y boca para que no le afectará al respirar.
Así que una vez arreglado este problemilla, nos sentamos en el carrito, nos acomodamos como pudimos y comenzamos a movernos. Este carro, imaginamos que para mejor manejo, va sobre unos raíles, como si fuese un tren. La sensación es de montaña rusa a ras de suelo, con curvas, subidas y bajadas, sin frenos, el animal y jinete como controladores de la velocidad. Tras un ratito de diversión llegamos al final del rail, seguimos con rato más de otro carrito/moto y de vuelta a otro carro de caballo. Habrá quien haya pensado, si es como un rail, si viene otro caballo de frente, ¿Qué pasa? Pues no pasa nada, simplemente comienza un proceso: los pasajeros se bajan, se desengancha el caballo, se quita el carro de los raíles, pasado segundo carro y caballo, se vuelve a poner el carro en los raíles, se vuelve a enganchar el caballo, se suben los pasajeros y se continua con el recorrido ¡Ya avisamos que sería divertidísimo!
Bien, pues el fin del recorrido, de tanto cambio de vehículo, es descubrir tres cenotes, pero nada como lo que habíamos visto hasta ahora, estos son tres cenotes cavernosos. Dos de ellos son, literalmente, un agujero en el suelo del tamaño de un persona grande con una escalera por la que se baja hasta una caverna con agua fresquita, llena de estalactitas y de raíces de árboles que bajan por el techo para beber del agua. Iluminadas únicamente por algunos rayos de sol que se filtran por pequeños agujeros.


El ultimo de los cenotes era un pasadizo de 10 metros, bastante oscuro y estrecho, que te obliga a reflexionar sobre como fue descubierto este corto pasadizo de agua. Pasamos el día entre saltos y risas, tanto en el agua como en el traslado entre cenotes. Al haber tenido que contratar un tour, el tiempo en los cenotes era limitado a una media hora en cada uno, y es entendible, porque sobre las 12.00 se comenzó a notar una mayor afluencia de gente. Como fuimos bastante temprano pudimos disfrutar de tranquilidad y espacio, hasta que llegamos al último cenote, el cuál se comenzó a llenar bastante en el momento en el que a nosotros nos tocaba irnos, es más, cuando nosotros volvimos estaban faltos de carros para transportar a los turistas que llegaban, tuvimos que esperar una media hora en uno de los cambios porque no había carros de caballos disponibles.


Una vez más nos alegramos de haber madrugado. El último de los lugares que conocimos desde Mérida es Progreso. Este un pueblo costero, echábamos un poquito de menos la playa, y debido al fuerte calor de esta ciudad decidimos que podíamos dedicar un día al mar.


 Progreso esta a unas dos horas de la ciudad, y por un módico precio de 19 pesos (0.95€) el billete de autobús no podía ser un día mal invertido. Pero a decir verdad, el lugar nos decepcionó un poquito. No es un pueblito de pescadores, ni mucho menos, un gran turismo está concentrado en la calle principal que enlaza la estación de autobús con el paseo marítimo, también llevo de restaurantes. La playa también se encontraba a rebosar de mesas, sillas y sombrillas donde los restaurantes venden sus bebidas o cada uno puede traer la comida de casa, como uno desee. Todo ello con un mar bastante picado y revuelto. Al final de la playa se encuentra el muelle más largo del mundo, concretamente unos 6,5 km, destinado a cruceros y barcos de gran envergadura, junto a otro bastante más pequeño en el que los lugareños se dedican al arte de la pesca. 


Tras dar una vuelta y comprobar que en una hora habíamos recorrido dos veces el paseo maritimo tomamos una decisión, no queríamos irnos de vacío y con un sabor amargo, así que después de echar un vistazo a los precios del pescado nos dimos cuenta que este era el día de comer pescaíto frito. Por 100 pesos (5€) nos comimos un kilo de pescado frito, lo que equivale a dos peces cada uno, junto su arroz, frijoles y tortillas de maíz, porque no hay que olvidarse que estamos en México.


Comparte esta increíble aventura con nosotros en el siguiente enlace Video Izamal, Cuzamá y Progreso

3 comentarios:

  1. Muy divertido lo de los caballos. Envidia pura, que Way!

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  2. Muy divertido lo de los caballos. Envidia pura, que Way!

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  3. Toda la razón,fue divertidísimo. Toda una aventura pues no sabíamos que sería así. Descubrir estas cosas es un lujo

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