domingo, 25 de diciembre de 2016

Cobá, Quintana Roo, México

Último día en Tulum. Nos levantamos, desayunamos nuestro cafecito con leche y cereales y recogemos la mochila, nos habíamos acostumbrado a la habitación y estaba todo un poco revuelto, pero en seguida nos organizamos. El Hostel donde nos quedamos estos días nos guardó las mochilas hasta que volviésemos de nuestra ruta de hoy: las ruinas de Cobá.


El nombre de Cobá significa “aguas turbias”, seguramente aludiendo al hecho de que está rodeada por 5 lagos que debieron ser muy relevantes para el desarrollo de la región. La ciudad comenzó siendo muy pequeña hasta crecer y controlar la parte norte de Quintana Roo y el este de Yucatán, hasta incluso tener relación con el centro de México.
Localizadas a una hora en autobús, por 70 pesos (3,5€), cada uno, más 175 pesos de la entrada, los dos, y poder usar una cámara, son totalmente recomendables de disfrutar. El pago por la cámara fue muy curioso para MJ, nunca había estado en un sitio en el que en la entrada tuvieras que pagar por la cámara de fotos, aunque ya dentro nadie se fijó en ello.

Este emplazamiento está compuesto por tres diferentes zonas donde en su momento de mayor esplendor llegaron a vivir hasta 50.000 personas, por lo que en los alrededores está lleno de pequeñas zonas con montículos de piedra que debían haber sido construcciones mucho menos duraderas, pero que formaban el plano de la ciudad. Las 3 zonas están unidas por caminos, unos de la época Maya y otros modernos por donde pueden circular bicicletas. La excursión se podía hacer bien andando, lo que suponía unas 3 horas de recorrido tranquilo, en bicicleta o en una especie de bicicleta-triciclo con un carrito incorporado en el que había un asiento con cojín que parecía comodísimo, por el que por un módico precio un amable señor te enseñaba todo el recorrido. Como no, nosotros lo hicimos andando, por salud física y de bolsillo.
Por muy bien que se intente explicar, la sensación de estar en medio de la selva, recorriendo lo que en su día fue una ciudad viva y que aún hoy parece que respira, por esa densa vegetación, mientras escuchas a los guías turísticos contar historias sobre cada edificio, la devoción de la gente por la tierra, la naturaleza y sus dioses, es algo mágico. Y si a ello le unimos que en una de las zonas encuentras un templo de 42 metros de altura, quedas deslumbrado.


Como el templo es posible subirlo, en seguida nos lanzamos a ello. Ya en la cima, acalorados por el esfuerzo, fue impresionante observar la selva desde las alturas, ver un tapiz verde sin limites, hace que sin duda merezca la pena. Contemplamos las vistas un rato más y bajamos para seguir el recorrido. Cuando decimos bajar, más bien nos referimos a deslizarnos por la piedra, sentados, escalón a escalón, por la impresión de la altura y lo resbaladizo de la piedra. Pero ya todo pensado, hay una cuerda a la que todos se agarran en fila india.


La antigua cultura Maya esta muy unida a la práctica de sacrificios humanos a los dioses, donde juego de pelota tiene un importante papel. Además de ser un ejemplo de poderío militar el juego es una representación de la historia de la creación del universo. El Popol Vuh (Biblia Maya) nos cuenta cómo los dioses gemelos, el Sol y la Luna, bajaron al infierno para jugar contra los demonios y poder recoger huesos humanos para crear una nueva raza, la Maya. Pero lo mágico de Cobá es que no hay evidencias de sacrificios humanos en todo el emplazamiento. Sentimos que la energía que se respiraba, en parte, se debe a ello.

Por la tarde volvimos a Tulum, recogimos nuestras mochilas y nos pusimos en modo caracol hacia nuestro próximo punto en el camino. Teníamos por delante 3 horas de autobús, bueno, minibus, hacia el sur de la península. Pero el destino lo revelaremos en el próximo post…

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