domingo, 26 de febrero de 2017

Palenque, Chiapas, México

Tras pasar todo un día en la estación de autobuses por problemas en las carreteras con la subida de precio de la gasolina (hasta un 20%) y unas seis horas en el autobús llegamos a las 5 am a Palenque, muy cansados y medio dormidos.
Estamos en un nuevo estado, en Chiapas, la zona más al sur de México, la más pobre y olvidada por el gobierno, pero la más rica en recursos naturales; hogar de las poblaciones indígenas y de la selva Lacandona.
Habíamos oído sobre un tipo de hospedaje bastante interesante: un conjunto de 5 complejos de cabañas ubicadas en la selva chiapaneca, rodeadas de intensa naturaleza, animales y ríos, sin comodidades tecnológicas, sin wifi.
A unos 15km de la localidad se encuentra la zona arqueológica de Palenque, antes de llegar a ella está este complejo de cabañas: el Panchan. Un taxi nos llevó hasta allí nada más llegar a Palenque, pero como ya hemos dicho, no tiene comodidades tecnológicas, por lo que las recepciones no tienen ordenador ni mucho menos internet, no se puede hacer reservación. Volvimos por donde vinimos y buscamos un hostal en el pueblo donde pasar el resto de la noche e intentarlo al día siguiente. A la mañana siguiente, al volver nos contaron que su sistema de hospedaje es algo así como quien primero llega se lo queda, habíamos llegado tarde y ya no había cabañas disponibles. No pasa nada, tenemos todo el tiempo del mundo, mañana lo intentamos otra vez y llegamos más temprano. Llegamos a las 8 am, una pareja dejaría una cabaña libre, solo teníamos que esperar a que se fueran, ¡conseguido! Y mereció la pena.

Pasas la recepción, caminas por un paso rodado de vegetación de un verde intenso y llegas hasta un río, de agua clara y tranquila, cruzado por un puente de madera y ahí aparecen unas cinco cabañas, cuatro de ellas más pequeñas y en la orilla de ese río, con un balcón sobre él, y otra cabaña, al fondo, más grande, dividida en cuatro cuartos más. Pues el más alejado e todos, era el nuestro, con la puerta dirección a la vegetación, totalmente salvaje.

En este lugar te rindes con la naturaleza libre, sientes el aire fresquito, oír los pájaros y sobretodo ver a los sereques, una especie de roedor que vamos a sus anchas por las cabañas.
Palenque es una zona de pura naturaleza, de verdes intensos con ríos de agua cristalina, es por ello que nos informamos sobre la posibilidad de realizar un tour en la selva. Por casualidades de la vida, de esas que uno se alegra, nos encontramos a un guía que estaba juntando un grupo para el día siguiente. Con nosotros ya seriamos siete, un número perfecto, pues nos permitía rebajar el precio de 150 pesos (7,5€) a 100 pesos (5€) cada uno. Para decidirnos nos acercamos a conocer a los demás integrantes, estos resultaron ser dos chicos de Barcelona y tres chicas argentinas que llegarían justo antes de comenzar el tour. Después de conocernos quedó todo decidido, al día siguiente haríamos un paseo por la selva y conoceríamos las ruinas de Palenque.
Quedamos a eso de las 9.00 para comenzar el tour. Primero una furgoneta nos llevó unos 4 km hasta la entrada del sendero, un lugar que parecía bastante accesible hasta que comenzamos a caminar unos metros y dejamos atrás el camino, íbamos guiados a ciegas a través de la espesura de los árboles, pequeños riachuelos y raíces formando escaleras para alcanzar la cima de pequeños montículos. El mayor propósito del tour es conocer una parte inexplorada de templos y ruinas mayas que continúan entre la selva, sin tocar, como abrazados por la vegetación surgida alrededor de ellos, parecían puros e incluso más mágicos que las ruinas descubiertas. Uno de ellos tenía una apertura sin cubrir, por lo que los chicos, más valientes, se introdujeron un poquito, solo un poquito, pues estaba lleno de pequeños murciélagos que se despertaron por la luz de las linternas y amenazaron por echar a volar. Durante el recorrido pudimos observar un curioso parásito que se aferra a los troncos de los árboles, como si fuera otro árbol que lo abraza, y lo va secando poco a poco hasta que absorbe todo y el árbol muere. Parece algo negativo para la fauna y que se debería intentar parar o por lo menos controlar, pero como nos explicó el guía, esto es parte de la naturaleza, permite que la selva se reconstruya y siempre siga viva, en movimiento.

Durante el paseo también nos mostró lianas tan gruesas y resistentes que es posible treparlas, árboles de cientos de años y templos, muchos templos enterados entre esta vida, algunos atravesados por algún árbol y otros que únicamente se mantienen en pie gracias a ellos. Y como colofón a estas casi tres horas de caminata, ya llegando a nuestro final, pudimos observar una familia de monos saraguato, o mono aullador, en lo alto de la copa de los árboles, mientras comían y jugaban. Parecen seres de goma al saltar, tan pequeños.
Nuestro tour terminó en la misma entrada de las ruinas de Palenque. Ya nos dijo el guía que estás ruinas son solamente el 2% de lo que en su día fue la ciudad, y de todo lo que hay escondido entre la selva. Ruinas que para poder estudiar deberían limpiar de toda naturaleza, lo que significa que habría que destruir una gran parte de la selva, razón por la cuál no se hace.

La zona arqueológica de Palenque se convirtió en Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1987, y no es para menos, es un emplazamiento impresionante, gigantesco. La antigua ciudad, se estima que sean unos 40 kilómetros cuadrados, pero excavado son solo 2,5 de ellos. Este territorio se divide en dos zonas, norte y sur. La sur está formada por dos grandes plazas con un total de siete templos dedicados al culto hacia dioses, y la tumba de la mujer del gran monarca Pakal II, la Reina Roja, llamada así por los vestigios de una tinta roja impregnada en sus huesos y paredes de la tumba.

Sarcófago de gran importancia, pues era común que la gente fuese enterrada en la tierra, son solo dos los sarcófagos encontrados en esta ciudad, de ahí se intuye la importancia de esta mujer. Este lugar se puede visitar y observar el rojo que aún se mantiene impregnado a la roca; y como no, también encontramos un juego de pelota, algo más pequeño que los vistos anteriormente.

Como gran construcción se encuentra el Templo de las Inscripciones, ubicado sobre una pirámide escalonada desde donde se puede observar el lugar desde las alturas, rodeados por la espesura de la selva y entre grandes colinas.

En esta antigua ciudad un pequeño río pasa silencioso, casi desapercibido hasta que accedes a la zona norte del complejo, dónde comienzas a bajar unas escaleras, escalón a escalón, casi interminables, hasta que lo escuchas y de repente lo ves, como el agua cae, estruendosa, una gran cascada de un azul cielo nace de ese rio tan silencioso. Una auténtica belleza de esta naturaleza salvaje e incontrolable.

Sin duda para nosotros Palenque ha sido uno de los sitios arqueológicos más bellos en los que hemos estado hasta ahora, tanto por la naturaleza como por la arquitectura del lugar.
El tour más la visita a las ruinas nos llevó todo un día, los siete volvimos andando a las cabañas totalmente agotados pero aún comentando todo lo vivido, visto, tocado y olido durante este intenso día.

martes, 21 de febrero de 2017

Campeche, Campeche, México

Al empezar a diseñar un pequeño mapa de ruta sobre el viaje, con la idea de que los planes están para deshacerlos, nunca tuvimos en cuenta los estados que separan Yucatán de Chiapas, es decir, Campeche y Tabasco, pensábamos pasárnoslo por alto. Pero una vez en el viaje empezamos a informarnos sobre la ciudad costera de Campeche y, además de poder acortar el camino de unas 9 horas entre Mérida y Palenque (idea inicial de ruta) parecía que la ciudad ofrecía una serie de atractivos que nos podían interesar.
En primer lugar es un sitio mucho menos turístico que los que hasta ahora habíamos visitado, o como mínimo el turista era totalmente diferente, con un enfoque mucho más cultural y principalmente un turismo nacional. En segundo lugar la UNESCO ha declarado la ciudad como Patrimonio Cultural, así que sería una parada perfecta antes de adentrarnos en el más que esperado estado de Chiapas.
Llegamos a Campeche sobre las dos de la tarde y nada más bajarnos del autobús sentimos como una ola de calor húmedo invadía nuestros cuerpos, aunque si es cierto que el sol apretaba con menos fuerza que en anteriores ciudades, la cercanía al mar nos hizo sudar durante toda la estadía, día y noche. La estación de autobuses se encuentra a las afueras de la ciudad, bastante alejada del centro histórico, así que preguntamos un bus local que pudiera acercarnos, por suerte los buses urbanos que hemos encontrado hasta ahora cuestan alrededor de siete pesos (0,35€), lo que nos facilita desplazarnos dentro de las ciudades. Al ser ya principios de enero (parece que finaliza la temporada alta) y la ciudades menos turística, nos aventuramos a llegar sin reservar un hospedaje, por lo que nos tocó caminar mochilas al hombro en busca de algo que se ajustase a nuestro presupuesto (nos hemos dado cuenta que en internet no se anuncian los más económicos). Paseando por el centro histórico encontramos algunos hoteles de precio medio-alto, pero no nos pudimos creer que en una ciudad menos turística no hubiese algo económico, de verdad. Por lo que habíamos visto en otras ciudades cerca de la estación de autobús de segunda clase (esta si se encuentra cerca del centro) suele haber hotelitos con menos lujos y más baratitos. Y así fue, encontramos un humilde hotel por el que pagamos la tarifa más baja desde que comenzamos el viaje, 200 pesos (10€). Será cuestión de seguir este método. Una vez instalados buscamos un lugar donde comer y paseamos por el centro histórico.
Pues bien, la belleza de Campeche consiste en que se trata de una hermosa ciudad amurallada, con baluartes en cada una de sus esquinas, una puerta de Tierra y otra puerta de Mar, y en su interior preciosas casas coloniales, cada una de un color distinto y de altas aceras por las que pasear.

En el interior de la muralla se encuentra también la plaza central, adjunta a la catedral de la ciudad, la llena de vida calle 59, con sus restaurantes turísticos y casas de artesanías, más dos iglesias construidas en la época de la conquista. De hecho, Campeche fue un importante puerto desde donde las colonias españolas enviaban los tesoros a la corona española, siendo muchas veces interceptados por piratas ingleses, franceses u holandeses que deseaban compartir los tesoros entre los distintos imperios. Los ataques de piratas en la ciudad no solo provocaron su fortificación con una muralla que rodase el centro, sino también la construcción de dos fuertes, uno a cada extremo, en lo alto de dos cerros donde la amplitud de visión hacia el mar y el poder privilegiado de la altitud les permitía defender la metrópoli a golpe de cañonazo. En el extremo sur de la ciudad se encuentra el Fuerte de San Miguel, hoy en día un pequeño pero interesante museo de la cultura y costumbres mayas con algunas piezas arqueológicas de los emplazamientos de ruinas cercanos, entre ellos Edzná y Calakmul y que puede disfrutarse por 50 pesos (2,5€) la entrada. 


 En el extremo norte se encuentra el Fuerte de San José el Alto, convertido hoy en día en un museo de armas y reproducciones a escala de distintos barcos de la época. Aunque en internet decía que la entrada era de 45 pesos, a nosotros no nos cobraron, así que suerte para quiénes deseen visitarlo. 
En el borde del cerro donde se encuentra este fuerte, a modo de balcón con vistas a la ciudad hay una enorme estatua de Benito Juárez, uno de los presidentes más emblemáticos de la nación, y bajo sus pies, un cartel luminoso con las coloridas letras del nombre de Campeche, que pueden ser vistas desde el llano de la ciudad. 
Otro de los atractivos de este enclave colonial es pasear por su malecón, construido con mucho encanto y para comodidad de los campechanos, dispone de carril peatonal, carril para bicicletas, gimnasio al aire libre, varios monumentos y dos puertos, el deportivo y el pesquero. 

Al final del paseo hay una zona de palapas donde disfrutar de unos cócteles a ritmo de música latina. Así que si vais a Campeche no dejéis de disfrutar de su brisa marina con el sonido de las aguas oscuras del Golfo de México.  

Desde Campeche hay varias excursiones que se pueden hacer, entre ellas la Ría de Celestún (que ya explicamos en el post de Izamal, Cuzamá y Progreso por que no la visitamos) o las ruinas de Edzna, que decidimos saltarnos pues tenemos que empezar a seleccionar las ruinas que más nos interesan. Así que si que si alguien las visita y quiere colaborar con este post, puede hacerlo a través de los comentarios. 
Ahora sí, nos despedimos de Campeche. Nos vemos en Chiapas.

sábado, 18 de febrero de 2017

Izamal, Cuzamá y Progreso

Nos seguimos encontrando en Mérida, ciudad con una gran variedad cultural y donde también encontramos una amplia variedad de puntos cercanos donde descubrir otras localidades, fauna y como no, más ruinas. En cuanto a la fauna se halla Celestún, una reserva de flamencos rosas, muy recomendada por ser la época del año para la migración de esta ave hacía esta laguna desde otros puntos de la península, pero como nosotros habíamos estado en Río Lagartos, dónde ya quedamos maravilla nos por su elegancia, decidimos no ir a esta, al igual que a Uxmal, otro gran complejo de ruinas, las cuales, a nuestro pesar desistimos de ir. Viajar también significa decidir sobre camino que uno va construyendo, lo que a él se le añade o ya no tiene significado hacer.
Lo que si que no nos pudimos perder fue Izamal, un pequeño pueblo con dos peculiaridades. Una el atrio, así es como se le llama al patio del convento de San Antonio de Padua. La especialidad de este es que es el segundo más grande del mundo, después del de la basílica de San Pedro del Vaticano, dónde el Papa Juan Pablo II ofreció una misa dirigida a toda América Latina, y donde se erigió una estarían su honor.



Y la segunda peculiaridad es que el pueblo, sus casas, bancos, restaurantes, iglesias y el mismo convento están pintados de amarillo, así es, todo está pintado de amarillo, era como estar dentro de un canario. Izamal es un pueblo de un amarillo brillante y reluciente por el sol, con carruajes de caballos que recorren sus calles invitándote a dar un paseo, coronado por este convento tan majestuoso y espacioso, decorado por guirnaldas.


Nos pareció un punto muy recomendado del México alejado de la playa y turismo maximizado. Eso sí, en dos horas has recorrido el pueblo, visitado el convento y los restos de algunas ruinas mayas que posee. Estas están bastante deterioradas y se encuentran en varios puntos de la localidad, sin vallas o entradas, libres y formando parte de la vida del pueblo. Uno se encuentra puntos de ruinas en la calle, sin buscarlas.


Pero bien es sabido hasta ahora que para nosotros no todo es cultura, siempre hay momentos para la diversión y en esta ocasión nos volvemos a ir de ruta de cenotes. Existe una localidad a una hora en autobús de Mérida llamada Cuzamá dónde nos encontramos con un nuevo tipo de cenotes: los cavernosos.
Estaba un día MJ en una tumbona, relajada, al lado de la piscina, siendo devorada por feroces mosquitos, cuando un empleado del hostal se le acercó diciendo si ella y Carlos estaban interesados en ir a Cuzamá al día siguiente. Ella intrigada, le contesto que si, que precisamente ese era su plan para el día siguiente. En la recepción se encontraban un amable chico francés y una señora viajera estadounidense que buscaban otras dos personas para compartir viaje hacía esta interesante aventura en la que sabían, deberían contratar una excursión, siendo cuatro la mejor forma y más barata de realizarla. Así que, sin más cavilaciones, formaron equipo para el día siguiente.
Temprano, muy temprano nos encontramos los cuatro en la recepción y pusimos rumbo hacía la ajetreada ciudad en busca de las furgonetas que nos llevarían hasta Cuzamá. Tras una hora de viaje, entre un amena conversación, llegamos. Ya en la misma parada del autobús nos dijeron que primero debíamos pagar un carrito/moto que nos llevaría hasta las afueras y el punto de inicio del verdadero tour, a unos 10 km de distancia. Fue aquí cuando comprendimos que el día prometía ser divertido. Llegamos a un descampado con algunos puestos de comida y un apartado con más carros, esta vez no con moto, si no tirados por caballos. 


Como alguno sabréis, Carlos tiene unas poquitas alergias, una de ellas es al pelo de caballo, pero sin pensárselo dos veces cogió la camiseta y se la puso a modo turbante, tapando nariz y boca para que no le afectará al respirar.
Así que una vez arreglado este problemilla, nos sentamos en el carrito, nos acomodamos como pudimos y comenzamos a movernos. Este carro, imaginamos que para mejor manejo, va sobre unos raíles, como si fuese un tren. La sensación es de montaña rusa a ras de suelo, con curvas, subidas y bajadas, sin frenos, el animal y jinete como controladores de la velocidad. Tras un ratito de diversión llegamos al final del rail, seguimos con rato más de otro carrito/moto y de vuelta a otro carro de caballo. Habrá quien haya pensado, si es como un rail, si viene otro caballo de frente, ¿Qué pasa? Pues no pasa nada, simplemente comienza un proceso: los pasajeros se bajan, se desengancha el caballo, se quita el carro de los raíles, pasado segundo carro y caballo, se vuelve a poner el carro en los raíles, se vuelve a enganchar el caballo, se suben los pasajeros y se continua con el recorrido ¡Ya avisamos que sería divertidísimo!
Bien, pues el fin del recorrido, de tanto cambio de vehículo, es descubrir tres cenotes, pero nada como lo que habíamos visto hasta ahora, estos son tres cenotes cavernosos. Dos de ellos son, literalmente, un agujero en el suelo del tamaño de un persona grande con una escalera por la que se baja hasta una caverna con agua fresquita, llena de estalactitas y de raíces de árboles que bajan por el techo para beber del agua. Iluminadas únicamente por algunos rayos de sol que se filtran por pequeños agujeros.


El ultimo de los cenotes era un pasadizo de 10 metros, bastante oscuro y estrecho, que te obliga a reflexionar sobre como fue descubierto este corto pasadizo de agua. Pasamos el día entre saltos y risas, tanto en el agua como en el traslado entre cenotes. Al haber tenido que contratar un tour, el tiempo en los cenotes era limitado a una media hora en cada uno, y es entendible, porque sobre las 12.00 se comenzó a notar una mayor afluencia de gente. Como fuimos bastante temprano pudimos disfrutar de tranquilidad y espacio, hasta que llegamos al último cenote, el cuál se comenzó a llenar bastante en el momento en el que a nosotros nos tocaba irnos, es más, cuando nosotros volvimos estaban faltos de carros para transportar a los turistas que llegaban, tuvimos que esperar una media hora en uno de los cambios porque no había carros de caballos disponibles.


Una vez más nos alegramos de haber madrugado. El último de los lugares que conocimos desde Mérida es Progreso. Este un pueblo costero, echábamos un poquito de menos la playa, y debido al fuerte calor de esta ciudad decidimos que podíamos dedicar un día al mar.


 Progreso esta a unas dos horas de la ciudad, y por un módico precio de 19 pesos (0.95€) el billete de autobús no podía ser un día mal invertido. Pero a decir verdad, el lugar nos decepcionó un poquito. No es un pueblito de pescadores, ni mucho menos, un gran turismo está concentrado en la calle principal que enlaza la estación de autobús con el paseo marítimo, también llevo de restaurantes. La playa también se encontraba a rebosar de mesas, sillas y sombrillas donde los restaurantes venden sus bebidas o cada uno puede traer la comida de casa, como uno desee. Todo ello con un mar bastante picado y revuelto. Al final de la playa se encuentra el muelle más largo del mundo, concretamente unos 6,5 km, destinado a cruceros y barcos de gran envergadura, junto a otro bastante más pequeño en el que los lugareños se dedican al arte de la pesca. 


Tras dar una vuelta y comprobar que en una hora habíamos recorrido dos veces el paseo maritimo tomamos una decisión, no queríamos irnos de vacío y con un sabor amargo, así que después de echar un vistazo a los precios del pescado nos dimos cuenta que este era el día de comer pescaíto frito. Por 100 pesos (5€) nos comimos un kilo de pescado frito, lo que equivale a dos peces cada uno, junto su arroz, frijoles y tortillas de maíz, porque no hay que olvidarse que estamos en México.


Comparte esta increíble aventura con nosotros en el siguiente enlace Video Izamal, Cuzamá y Progreso

lunes, 13 de febrero de 2017

Mérida, Yucatán, México

Llamada la Ciudad Blanca, capital del estado de Yucatán, ciudad colonial, con una gran variedad cultural. Museos, galerías de arte, casas coloniales majestuosas y mucha vida callejera, a todas horas del día. Así es Mérida.

De esta ciudad nos atrajo la opción cultural de una gran urbe como el lugar donde pasaríamos las fiestas navideñas, y el hecho de haber encontrado un hostal con piscina y clases gratuitas de cocina yucateca y de salsa, con la visita diaria de un cantante de trova (antiguo estilo de música muy poética, de origen francés). Decidimos que podríamos pasar los días de Navidad disfrutando de la alegría de aprender algo nuevo cada día.

Fué fundada en 1542 y construida en el emplazamiento de una antigua ciudad Maya, que fue totalmente destruida y cuyas ruinas fueron utilizadas para la construcción de la catedral de Mérida y otros edificios importantes.


Como parte del abanico cultural callejero que nos ofrece nos encontramos con nuestro ya adorado “Domingo Familiar”, este es un gran mercado con música, comida tradicional y atracciones para el disfrute familiar celebrado cada domingo en todo el país, que junto a un calendario semanal en el que cada día hay una actividad como bailes populares (llamado vaquería), paseo en bicicleta por el casco histórico, una representación del famoso juego de pelota maya y serenata, forma una ciudad vibrante de vida en la que la calle está muy integrada en el día a día y dónde la cultura a ofrecer es inmensa y variada.


Dentro de la oferta de museos que se ubican en la ciudad, nosotros visitamos el Museo de Arte Contemporáneo (MACAY), de entrada gratuita, donde nos deleitamos contemplando varias salas de cuadros llenos de imaginación. Este museo está ubicado junto a la catedral, la cual se ubica en la plaza central y parece ser el centro de esta vida, a uno de los lados se encuentra el edificio destinado a la representación de la historia de la ciudad, comenzando en la época de la conquista española, relatando la ferviente oposición maya, las cruentas opresiones ejercidas sobre este pueblo, como fue llevado hacia un abismo lleno de enfermedades, esclavismo, imposición de la religión católica y perdida de derechos, lo que los llevo a pasar por varias rebeliones, siendo la más fuerte la llamada “La Guerra de Castas”, guerra que comenzó en 1847 y duró unos 55 años, terminando con la imposición del gobierno hacia los sublevados. Gran parte de ellos tuvieron que refugiarse en la selva para no perder sus tradiciones, conservar su identidad y tener una tierra donde vivir.


No cansados de tanto aprendizaje el último punto cultural de nuestra estancia en Mérida fue dedicado al Gran Museo del Mundo Maya, dónde por 150 pesos (7,5€) cada uno, nos empapamos de historia de la humanidad, con un ala dedicada al surgimiento de la vida en la tierra. En este punto algunos pensareis, ¿y que pinta esto con los mayas? Y la verdad es que directamente no mucho, pero es que el meteorito que impacto con la tierra extinguiendo a los dinosaurios y por él que se cree fue posible que surgiera la naturaleza y la vida que hoy conocemos, impactó en este lugar precisamente, en la península de Yucatán, más concretamente al norte, cerca del mar y en este museo se conservan algunos trozos de él. Con lo que respecta a la cultura maya que nos presenta el museo, esta se divide en dos épocas, los mayas hoy en día, intentando resurgir y mantener sus ancestrales costumbres, gastronomía, idiomas, música, danza y sobre todo creencias religiosas y medicinales, habiendo llegado junto al catolicismo reinante como creencia religiosa a una simbiosis en los rituales y festividades. Y en la segunda parte, los mayas de ayer, dónde descubrimos que la raza humana está hecha de maíz, el mundo es cuadrado y formado sobre un cocodrilo en un lago, con cuatro árboles (Ceiba o yaxché) sobre él, uno a cada punto cardinal, de diferentes colores, blanco, negro, rojo y amarillo, simbolizando la abundancia. Todos ellos unidos en un árbol verde central que sostiene toda vida. Como imagináis pasamos horas y horas en el museo, aprendiendo y conociendo esta fascinante cultura que se resiste fuertemente a desaparecer a pesar de haber sido masacrada.

Además de sus innumerables y majestuosos edificios coloniales, el centro histórico de Mérida cuenta con un sinfín de pequeñas placitas, cada una con su iglesia y un pequeño parque, rodeadas por algunos más humildes y otros más elegantes restaurantes. Pequeños rinconcitos donde vendedores de artesanías y artistas callejeros les dan un encanto especial que hace a uno detenerse en cada una de ellas. Entre nuestros favoritos se encuentran el Parque de Santa Lucia, Parque de Santa Ana, Parque de San Juan y Parque de la Mejorada.

A parte del precioso centro histórico colonial de la ciudad, uno de los grandes atractivos de Mérida es su impresionante paseo Montejo, una señorial avenida de cinco kilómetros y medio de largo, inspirada en boulevard de estilo francés. Actualmente es la avenida más de moda de la ciudad, pues además del monumento a la bandera y el museo de antropología de Mérida, se encuentran los hoteles y pubs mas modernos de la ciudad, la mayoría instalados en antiguos palacetes y mansiones del siglo XIX, construidos por la clase adinerada de la ciudad que enriqueció con la producción y comercio del henequén, material muy preciado en la época. Éste agradable paseo debe su nombre a Francisco de Montejo, conquistador de Yucatán y fundador de la ciudad de Mérida.



En nuestro viaje nos hemos encontrado con varios mercados, tanto artesanales como de souvenirs y de comida. Mercados tradicionales hechos para el turista y mercados de fruta y verdura, carne y pescado, todo bajo el mismo techo. Pero el que se encuentra en esta ciudad es algo descomunal, son tres pabellones donde poder encontrar de todo lo inimaginable, ropa, calzado, fruta y verdura, pescado, carne, productos de higiene y limpieza, utensilios de cocina, especias, animales vivos, esperando a ser comprados como gallina, conejos o hámsters. En este mercado cada cosa tiene su lugar, y todo encuentra su espacio. Estuvimos todo un día recorriéndolo, perdiendonos en un laberinto de estrechos pasadizos.


Como ya dijimos al principio, pasamos las fiestas en esta ciudad, habíamos quedado con una pareja de amigos que conocimos en Valladolid, y que recordaréis por el post de X'keken, Samula y San Lorenzo de Uxmal, Marco y Mara. Entre todos pensamos que no hay mejor manera que disfrutar de una rica cena a base de pescado para la Noche Buena, y eso fue lo que hicimos. Nos engalanamos y buscamos un restaurante donde poder probar el ceviche mexicano, un plato de pescado crudo marinado en limón, acompañado de cebolla, tomate y chile, todo muy picado y siempre coronado por unas rodajas de aguacate. Disfrutamos de una rica cena, un par de cervezas y algún que otro cocktail (Carlos probó los margaritas), para terminar la noche, nos hablaron de un bar baratito con música en directo, perfecto para la ocasión. Se trata de el Mayan Pub, que junto con la Mezcalería (lugar donde se dan clases de salsa), son los sitios preferidos de la vida nocturna en el centro de la ciudad.

Noche Vieja fue algo diferente, aunque también la disfrutamos con personas que conocimos en el hostel, pero chocamos con la tradición mexicana, y es que estas fiestas son muy familiares, por lo que casi todos los restaurantes y bares cierran para disfrutar la noche en familia. Solo quedan abiertos los grandes hoteles. Nuestra mejor opción fue ir al supermercado, comprar bebidas y a medio día encargar la comida para cenar. Nos compramos nuestro vinito, botella de cava y, como no, uvas, tradición que también se practica en este país.

A lo largo de la noche también descubrimos que hay otra tradición que también se nos da bien a ambas nacionalidades y es la de ¡liarla mucho saliendo de fiesta! Los chupitos de tequila aquí son más fuertes, eso si. Y así despedimos el año, entre tequilas y bailes latinos, liandonos los pies con las pocas clases de salsa que habíamos dado, pero entre risas y buen ambiente, porque si algo tiene Mérida y la amabilidad de sus gentes.

En este enlace podrás conocer esta ciudad de nuestra mano Video Mérida

Ek-Balam, Yucatán, México

Después de la buena decisión hecha con madrugar mucho para ver Chichén Itza, hoy nos toca otro súper madrugón para ir a Ek-Balam, otra zona arqueológica cercana a Valladolid. Y es que cada día está ciudad nos sorprende más.
Ek-Balam son unas ruinas mayas ubicadas a unos 30 kilómetros al norte de Valladolid, en Yucatán. Ya el día anterior buscamos la mejor forma de llegar, y esta vez no era en autobús, si no en taxi. Así que nos levantamos prontito, fuimos a por el taxi, y como los gastos hay que compartirlos esperamos a otras dos personas para irnos.
Tardamos una media hora en llegar, con el objetivo cumplido, no había demasiados coches. Llegamos a la taquilla y… ¡madre mía! No nos esperábamos el excesivo precio de este lugar, 190 pesos (casi 10€) para ser exactos. Pero ya estábamos ahí, así que para adentro.
Esta antigua ciudad estuvo rodeada por tres murallas, lo que te ayuda crear una idea de lo importante que tubo que ser este lugar. Al pasar por la puerta de lo que sería una de ellas, encontramos un arco de entrada, como un símbolo hacia los magníficos templos que aparecen detrás de él.
Cruzamos el arco y rodeamos una construcción hasta llegar a una gran plaza con varios majestuosos edificios rodeados de una intensa selva. Hasta ahora nos hemos encontrado con asentamientos formados por varias construcciones no muy altas entre las que la pirámide principal sobresale. En este emplazamiento todas las construcciones son considerablemente altas. Entre ellas encontramos el Palacio Oval, al sur, donde se cree que residía la nobleza, y dos pequeñas pirámides idénticas a la izquierda de esta, destinadas al culto, y otro edificio bastante destruido y comido por la naturaleza a la izquierda. Coronando la plaza, en el centro, nos encontramos con una estela, esta es una gran piedra ovalada donde se dibujaba un momento o personaje histórico del lugar, en esta ocasión una representación del gobernante llamado Ukit Jol Ahkal.
 

Continuando el recorrido hacia el norte, por la avenida principal encontramos la joya del lugar, una gran pirámide, de 29 metros de alto, que contiene la tumba de Ukit Le'k Tok', otro gran gobernante del lugar. A media subida de esta pirámide, a lado izquierdo, encontramos un friso de escayola adornado como un jaguar con la boca abierta, rodeado de colmillos, custodiando una puerta, en cuya parte alta hay una figura de un rey en su trono con un guerrero a cada lado. Continuamos la subida por las empinadas escaleras, pensando en pobrecito quien tuviera que hacer esto cada día… llegamos a lo alto rojos como jitomates (así se le llama al tomate rojo en México) y una vez más, nos quedamos sin habla por la inmensidad que nos rodea, la jungla en toda su expresión, el verde más vivo bajo un brillante sol.


Como hemos explicado los templos se ubican en una plaza, y este último está enfrente de ellos, por lo que desde lo alto de la pirámide se ven el Palacio Oval y las pirámides gemelas, es impresionante ver lo que fue un importante punto de la ciudad desde la inmensidad de las alturas. Uno se tiene que quedar 10 minutos, en silencio, y admirar, solo admirar. 

Tras haber absorbido todas las mejores vibraciones posibles de esta sobrecogedora vista bajamos de la pirámide. Había comenzado a apretar el calor, nos apetecia un bañito, y vaya que suerte que cerca de estas ruinas, a 1,5 km andando esta el cenote Xcanche. Como buenos viajeros que se preparan, nosotros ya sabíamos de su existencia y veníamos con el traje de baño puesto y la toalla en la mochila.


No hace falta salir de las instalaciones de las ruinas, pero si uno quiere ir al cenote debe pagar unos 40 pesos (2€) extra. Este cenote está organizado por una cooperativa indígena maya y cuenta con una serie de servicios, como es una tirolina que lo cruza, un punto de rapel, baños y un restaurante de comida tradicional. Como cada uno de estos servicios tienen un coste adicional, nosotros nos quedamos contentos con solo darnos un baño en su fresca agua y jugar con una cuerda colocada especialmente para poder saltar.
Una vez refrescados y ya cansados de tanto chapotear, nos disponíamos a irnos del lugar cuando vimos una gran palapa, o casa abierta de paja, con hamacas en su interior, al visualizar este lugar pareció como si de repente un sueño profundo nos envolviera en sus garras y nos obligara a tumbarnos en estas hamacas un ratito, que se convirtió en un par de horas.  


Nos costó volver a levantarnos, salir al calor de nuevo y volver el kilómetro y medio que separa el cenote de la entrada al parque y la zona de taxis . Esperamos unos 20 minutos hasta llenar nuevamente un coche y poner rumbo hacia Valladolid.

lunes, 6 de febrero de 2017

Chichén Itza, Yucatán, México

Hoy visitamos una de las siete maravillas del mundo y como yo hay que llegar temprano.
La noche anterior conocimos en el Hostel a dos estudiantes mexicanos, que acabado el semestre estaban viajando por la zona sur del país y al día siguiente iban a visitar Chichén Itza, al igual que nosotros, así que decidimos ir todos juntos.
Cuando antes dijimos pronto significa ser casi los primeros en entrar en el parque para evitar en todo lo posible los autobuses de tours turísticos que llevarían sobre las 11. ¡Y lo conseguimos! Llegamos sobre las ocho, la taquilla recién abierta.
Una vez pasas al recinto ya te la encuentras de frente, te quedas sin respiración, a la madre de todas las pirámides, la pirámide de Kukulkan. Es simplemente magnífica, ubicada en el medio del terreno, puedes rodearla, admirarla desde todos los ángulos.

Esta es una de las pirámides más enigmáticas de la cultura mesoamericana por infinitas razones. Por ejemplo el fenómeno que ocurre durante los equinoccios de verano y otoño, donde las nueve plataformas del templo proyectan siete triángulos invertidos formándose lo que parece una serpiente que desciende desde lo alto con el avance del sol. Esta es la serpiente emplumada, de nombre Kukulkan. Este juego de luces simboliza la bajada del dios, por el que es nombrada la pirámide, a la tierra en el comienzo de épocas de lluvia.
Otra curiosidad es que, no como todas las demás pirámides que son un conjunto de piedras, esta posee una subestructura sobre la que edificaron la segunda, la queremos hoy en día, es decir, que tiene otro templo dentro a su vez construido este sobre un cenote, hoyo en el suelo lleno de agua salada que simboliza la entrada al inframundo. Estaréis de acuerdo que estos datos le otorgan una magia especial al lugar. Pero esto no es todo.
En el momento que comenzaron a entrar los guías se les oía dar palmadas, cada dos por tres, unas palmadas. Pensamos que sería la forma de llamar a su grupo para que no se perdiera o dispersará, pues no, es el último dato curioso que arrojaremos sobre la pirámide. Por lo visto esta construida para actuar como resonador gigante y producir ecos extraños y provocativos. Las palmadas se realizan desde un único punto donde el eco provoca el sonido de un pájaro, en concreto el torneo del quetzal, ave sagrada en la cultura, y ese sonido solo es posible escucharlo desde el mismo lado en el que se produce. Asombroso, verdaderamente mágico.
Hasta hace un tiempo el acceso al público hasta la parte alta de la pirámide estaba abierto, pero hoy en día para poder conservarla mejor, esta cerrado. Hemos de decir que al igual que antes pensábamos nosotros, muchos pensareis unos imaginareis la pirámide como una única construcción, uno va, la ve, y ya está todo hecho, pues no. Chichén Itza es una impresionante ciudad Maya fundada en el 525 a.C., la pirámide de Kukulkan, es la figura que todos conocemos.
Como antigua ciudad que es pose varias edificaciones destinadas al culto o a la generación de guerreros y reyes; como el templo de los Guerreros y el de las mil columnas.

Otra de las construcciones que más sorprende es el sonido “el Caracol”, este es un observatorio, así es, ya estudiaban las estrellas que nos rodean. Esta ciudad también contaba con su propio cenote al aire libre, ora puerta al inframundo donde hacer los sacrificios humanos, en este, por desgracia, principalmente de niños.

Y un juego de pelota, con la cancha de mayores dimensiones: 168 metros de largo por 70 metros de ancho. Recordamos que el juego de pelota está destinado a recrear el nacimiento de la raza maya, es la lucha de los dioses sol y luna cobra el inframundo, intentando hacer pasar una pelota por unos aros en alto decorados con la serpiente emplumada (Kukulkan). Esta cancha está exactamente en la misma orientación de la pirámide, es decir, que su eje norte-sur tiene la misma desviación, 17° hacia el oriente.

Como última estructura destacaremos la llamada Tzompantli, donde empalaban, ante la vista pública, las cabezas de los enemigos para honrar a los dioses y aumentar el miedo de nuevos enemigos. Esta estructura es un gran altar cuadrado, como una gran mesa, rodeada de dibujos de calaveras que se aprecian con bastante claridad.

Pero esta no era su única función, se cree que también celebraba la vida, no solo la muerte. Los cráneos de enemigos acompañaban al sol desde el amanecer hasta medio día, cuando las mujeres muertas en parto tomaban posición hasta el ocaso para viajar al inframundo hasta el nuevo amanecer, y así sucesivamente.
Entre tanto edificio, construcción e historia pasamos unas tres horas de recorrido muy entretenido y ameno, hasta que el sol comenzó a apretar con su calor. Durante todo el tiempo pudimos observar como los comerciantes montaban sus puestos de artesanía y los turistas llegaban sin descanso, en grandes grupos, cada vez más y más, hasta que no fue posible tomar una foto en la que no apareciese un extraño. Ahí decidimos que ya habíamos cumplido nuestro propósito, que ya habíamos observado la magia de este lugar, escarbado en sus curiosidades y admirado su arquitectura.
Antes de irnos hacia la salida, echamos una última vista atrás, a la majestuosa pirámide, tan perfecta.

Para poder ver una de las siete maravillas del mundo con nosotros, accede a este enlace Video Chichen Itza

miércoles, 1 de febrero de 2017

X'keken, Samula y San Lorenzo de Oxman

Hoy va a ser un día pasado por agua, nos vamos de cenotes. 
Uno de los muchos atractivos que tiene la ciudad de Valladolid es que está rodeada por lo que para los mayas eran las puertas al inframundo y lo que hoy en día se conocen como cenotes. 
Se dice que en la península de Yucatán hay más de 10.000 de estos extrañas formaciones naturales, así que, por desgracia, tenemos que hacer un poco de filtro y decidirnos por unos poquitos, los que nos recomiendan los lugareños y otros viajeros como más interesantes. Hoy hemos decidido hacer “ruta cenotera” y pasar el día mojados por sus increíbles aguas cristalinas, esta vez acompañados por Marco y Mara, una pareja italiana de sonrisa fácil con los que hemos hecho muy buenas migas. 
En el Hostel nos alquilaron unas bicicletas por 75 pesos el día cada uno (unos 3,75€), compramos algo de comida para pasar el día y tomamos rumbo sur por un carril bici de tierra y baches. La primera sorpresa del día llega cuando a Carlos se le sale el pedal de la bicicleta y todos tuvimos que rastrear el camino en busca del tornillo perdido para poder recolocarlo de nuevo. Apretándolo con nuestros dedos no conseguíamos que aguantara más de 10 minutos en su sitio, así que todo el camino anduvimos pendientes del dichoso tornillo que se aflojaba solo. Por suerte los cenotes no estaban muy lejos, como a unos 8 kilómetros y pese al inconveniente llegamos sanos y salvo. 
Los primeros cenotes en visitar fueron X'keken y Samula, estos se encuentran uno al lado del otro y para la entrada hay tres opciones: pagar 65 pesos (3,25€) por uno solo, 100 pesos (5€) por los dos o pagar 250 pesos (12,5€) para pasar a los dos cenotes y tener buffet de comida típica de la zona. Aunque lo del buffet parecía tentador decidimos no hacerlo, ya llevábamos nuestra propia comida. Nos sorprendió al entrar que nos tomarán la típica foto turística de fondo verde donde después añadieron ellos un bonito fondo de uno de los cenotes, nos ofrecieron poder sostener una guacamaya en nuestros hombros y tuvimos que pasar por pasillos donde vendían artesanías, ropa tradicional y todo tipo de souvenirs. Nos agobió un poco todo el circo allí montado, esperábamos algo más salvaje y natural.
Pero una vez en el Cenote volvimos a quedar impresionados por la belleza del lugar. Unos inclinados escalones nos sumergieron en la tierra por un estrecho agujero hasta abrirse en la inmensidad de una caverna iluminada artificialmente (de lo contrario no se veía nada) con un pequeño agujero en la cúpula por el que se filtraban algunos débiles rayos de sol que daban a la zona de agua sobre la formaban un color más intenso.

Todo el techo estaba cubierto de estalactitas y algunas raíces caían en busca del agua. Como en la mayoría de cenotes de esta zona habitaban dos tipos de peces, unos pequeñitos que se encargan de mordisquear la piel muerta, si te quedabas quieta en ciertos puntos se abalanzaban a darse un buen festín, y otros negros más grandes y bigotudos que se llaman pez gato.
El agua, más oscura que en otros cenotes que hayamos visitado hasta ahora, la notamos también más fresca, suponemos que por ser una caverna cerrada y no le de mucho el sol. Primero disfrutamos del baño en X'keken, jugueteamos con sus peces y estalactitas hasta quedar satisfechos, entonces decidimos trasladarnos al siguiente Cenote, Samula.


También se trata de un Cenote cavernoso, pero más profundo que el anterior (más escaleras que bajar), más grande y con una cavidad en el techo mucho mayor, que deja entrar más luz solar y hace que el agua reluzca más turquesa. Además, la cavidad parece estar formada de forma que concentra la luz hacia un espacio mas reducido, como si de una embudo se tratara, dibujando la luz como un gran rayo que al mezclarse con el agua, bajo esta, genera un efecto de movimiento que visualizado con las gafas de snorkel se nos antojó una maravilla.

Tras un buen rato jugueteando con la luz y el agua salimos a buscar a Marco y Mara, que nos esperaban como dos iguanas al sol, habían cogido algo de frío.
Comimos los bocadillos que habíamos comprado y nos dirigimos hacia la salida donde el personal de mantenimiento del lugar nos ayudó a apretar el pedal de la bicicleta aunque aún y así no funcionó del todo bien, se volvió a aflojar y a caerse en medio del camino.
Para ir al siguiente cenote teníamos que volver a Valladolid, está a la entrada de la ciudad, así que no nos costó nada pasar por el Hostel para que le cambiarán la bicicleta a Carlos. Ya con bici nueva nos dirigimos al último cenote, San Lorenzo de Oxman. Nos habían dicho que este era muy poco turístico y más bonito que los otros, y así fue, y por tan solo 40 pesos (2€) El Cenote se encuentra en una antigua hacienda restaurada y convertida en restaurante, donde había una piscina llena de gente (¿gente bañándose en la piscina teniendo el Cenote al lado?) A diferencia de los dos primeros, este no es una Cenote cavernoso, si no, un enorme y profundo agujero donde gigantescas raíces de los árboles caen a beber sus aguas.

Desde la superficie hay un mirador desde el que uno queda impresionado por la altura y más aún cuando te explican que hay quien salta desde ahí. Una escalera de 73 escalones baja inclinada hasta la base donde se accede al agua de dos maneras distintas, bien bajando por una escalera de madera o saltando desde una plataforma de un par de metros de alto. Adivinad quien usó cual de los accesos…
Además el Cenote dispone de una soga que cuelga desde lo alto de la superficie, con dos soportes de madera de los que agarrarse y precipitarse al agua, volar hasta el centro del Cenote y dejarse caer. No os perdáis el vídeo en el canal de Youtube si queréis vernos haciendo el Tarzán.
Tras un buen rato jugando cual niños en un parque de atracciones, ya cansados, hicimos el camino de vuelta al hostal en las bicicletas, pasamos por el supermercado a por unas cervezas fresquitas que tomaríamos después de una gran merienda-cena en el centro de Valladolid. El día había sido agotador, pero mereció la pena. Nos hemos hecho fan número uno de los cenotes.
Si nos quieres ver disfrutar en los cenotes no te pierdas el siguiente vídeo: Vídeo Cenotes