viernes, 27 de enero de 2017

Río Lagartos, Yucatán, México

Una de las razonas por las que elegimos quedarnos en la ciudad de Valladolid fue por la cantidad de oferta en excursiones a su alrededor, como un asentamiento para conocer casi todo lo que nos rodea. 
Uno de estos atractivos es Río Lagartos, una localidad pesquera ubicada en la parte norte de la península de Yucatán, que, como su mismo nombre indica esta a orillas de una ria en el que habitan cocodrilos y un sinfín de aves entre espesos manglares.


Pero esto no es todo, al final del río nos encontramos con un lago rosa, llamado Las Coloradas, así es, el agua está teñida de rosa por su gran concentración de sal y ciertos microorganismos que habitan en ella. Por si esto fuera poco, en este magnífico lugar se pueden encontrar flamencos rosas. El lugar parece un cuento de hadas, los flamencos rosas, en agua rosa, custodiados por temibles cocodrilos.
Para poder ver esta fauna se debe contratar un tour en lancha motora en el que caben hasta 6 personas, así que ya siendo previsores hablamos con dos viajeros que habíamos conocido el día anterior, quienes a su vez, encontraron dos personas más, ¡teníamos la lancha al completo! Salimos temprano hacia la localidad de Río Lagartos, teníamos dos autobuses que coger por delante. Al llegar a ella, el mismo conductor nos dirigió hasta un restaurante, amiguitos suyos, el cual nos propuso un precio excesivo (1.200 pesos), amablemente rechazamos esta opción y nos dispusimos a encontrarlo por nuestra cuenta, lo que redujo el precio a 800 pesos por lancha y no nos llevó más de 10 minutos.
Tenemos que decir que nuestros compañeros no eran totalmente compatibles con nosotros, pero aún y así, disfrutamos del paseo en lancha entre manglares, viendo diferentes y nuevos tipos de aves y sintiendo la velocidad y fuerza del viento. Como suele ocurrir, el mismo conductor nos llevó hacia donde él sabía que encontraríamos un cocodrilo.


El animal, atraído por los movimientos que el conductor hacia en el agua, se acercó a nosotros, curioso, hasta el punto de que alguno de nuestros acompañantes lo pudo tocar. A parte de por seguridad, nosotros preferimos que el animal no se sienta manoseado y forzado a comportarse como si estuviera en un circo y tuviera que hacer algún tipo de numerito para contentar al público, por lo que no sacamos nuestras manitas de la balsa. Al rato el cocodrilo se cansó de la atención recibida y se alejó, nosotros continuamos con nuestro paseo hacia la zona donde habitan los flamencos.
En lo que quedaba de recorrido pudimos ver otros dos cocodrilos, a una cierta distancia, por lo que no los molestamos. Y ahí llegamos, el final del río se expande y aparecen los flamencos en uno de los lados, como en una balsa de agua delimitada por un canal formado naturalmente. Estos animales son tan majestuosos, alargados, andando como en un desfile de alta costura parisino, en un agua irreal, tan rosa, que parece teñida por las mismas plumas de los flamencos.

A lo lejos se puede ver una gran montaña blanca, es la sal amontonada, lista para ser procesada. Ya iniciado el tour, en la lancha, nuestro guía nos advirtió que este lago es privado, son unas Salinas. Únicamente estábamos autorizados a ir rápido, un chapuzón y sentir como flotas por la gran cantidad de sal concentrada en el agua, un vistazo a los flamencos y volver, antes de que ningún guardia de seguridad nos viera. Parecía algo simple y rápido hasta que pones un pie en el agua, es como un lodo que te atrapa.

Desde donde estaba la barca y el lago rosa se encuentra un espacio lleno de raíces de árboles enterradas, como dijimos, algo no tan fácil y rápido de cruzar, pero mereció la pena, sin ninguna duda. Este lodo es una mezcla de azufre que se usa como exfoliante de la piel, es parecido al que ya usamos en Bacalar. Aún así, nos volvimos a embadurnar con el y volvimos a sentir el penetrante olor a huevo podrido que produce. Una vez cruzada la fosa que custodia a los flamencos llegamos a sentir el agua rosa. Debido a la gran concentración de sal, además de permitirte flotar, esta se solidifica en las orillas y forma un especie de espuma. Disfrutamos un poco del agua, la espuma y la vista de los flamencos a lo lejos y volvimos a la barca.
Una vez puesto el motor en marcha preguntamos si nos dejaría en el mismo lugar del que partimos, y a la respuesta de que si, preguntamos si no habría algún lugar donde poder bañarnos tranquilamente y comer barato. El guía nos llevó hasta lo que parecía algo como los balnearios de Bacalar, al principio, pero una vez allí era solamente un restaurante, bastante caro, ubicado en una zona donde el agua estaba roja y bastante llena de maleza.

 Algunos de nuestros acompañantes comieron, mientras que los demás nos fuimos de exploración.
Para volver al pueblo nos esperaban unos 20 minutos de caminata bajo el sol, y teníamos una media hora para el próximo autobús, así que sin perder más tiempo nos pusimos rumbo a la estación, y a decir verdad, llegamos justo a la vez que el autobús.
Para el camino de vuelta teníamos, otra vez los dos autobuses que coger y algo de hambre acumulada, por suerte, entre uno y otro había una hora de espera, en ese rato nos comimos unas hamburguesas y vimos otra de esas nubes de tormenta tropical que se acercaba y estallaba en el momento de ir hacia la estación, nos cayó todo encima.
 Algo fresquitos nos montamos en el autobús de vuelta, llegamos ya de noche a Valladolid y nos despedimos de nuestros nuevos amigos con una frase que estamos comenzando a interiorizar: “buen viaje”

 Acompañamos en nuestro tour en Río Lagartos con el siguiente enlace de Youtube Vídeo Río Lagartos

lunes, 23 de enero de 2017

Valladolid, Yucatán, México

Después de todas las maravillas que nos ha ofrecido nuestro recorrido por la estado de Quintana Roo, hoy toca dar un paso adelante, dejar las aguas cristalinas atrás para adentrarnos en un nuevo estado mexicano, Yucatán. 
La primera ciudad que visitamos será Valladolid, así que después del ferry Isla Mujeres - Cancún y unas tres horas de autobús llegamos a esta preciosa ciudad colonial, en la que nada más poner el pie sentimos muy buenas vibraciones, y no nos equivocamos, pues quedamos atrapados en ella durante once días.

¿Qué tiene Valladolid para que atrape de esa manera? Pues para nosotros fueron dos cosas importantes, uno el ambiente de la ciudad y otro su gastronomía. Con ambiente nos referimos a que es una ciudad muy pequeña, de echo se puede ir caminando a cualquier lado, pero el tamaño no le quita la vida, el gentío. Entre bajitas y coloridas casas coloniales, los vallisoletanos madrugan para salir a las calles, ya sea a trabajar o comprar, desde primera hora de la mañana uno se siente entretenido entre las voces que nos llaman para comprar comida, o los altavoces de las tiendas desde los que promocionan las ofertas de ropa en directo. Cada calle es un espectáculo de movimiento y sonido que ofrece una alegría peculiar a la ciudad. Justo en el centro de Valladolid se encuentra la plaza principal, un gran parque con bancos, jardines y puestecitos de dulces donde descansar o sentarse a pasar la tarde. Al un lado del parque la gran catedral de la ciudad, al lado opuesto un mercado de artesanías donde se venden sobretodo textiles y máscaras.

 Los vestidos típicos yucatecos nos parecieron muy bonitos, son todo blanco y con bordados florales hechos a mano. De hecho, las mujeres más tradicionales todavía visten con estos atuendos, así como también nos sorprendió que se usa el antiguo idioma Maya para comunicarse. Desde nuestra ignorancia pensábamos que el Maya sería una lengua muerta, o solo hablada en pequeñas aldeas en la selva, apartados de las grandes urbes, pero nos emocionó saber que la cultura maya se mantiene viva en su propia lengua.
Al lado del mercado de artesanías encontramos el bazar municipal, un conjunto de puestos de comida y joyerías que no debéis perderos si pasáis por Valladolid, pues esta ciudad tiene gran fama dentro del país por su gastronomía. Y como para nosotros no hay mejor placer que el de un plato delicioso, durante los once días que estuvimos en Valladolid probamos todos y cada uno de los platos más famosos. La cochinita pibil es el plato estrella, se trata de carne de cerdo guisada con achiote y naranja agria, envuelta en hoja de plátano y cocido en horno de tierra, ¿no se os hace la boca agua? Pues lo más popular es tomarla en desayuno (si, si, a lo bestia), pero como la sirven todo el día nosotros preferíamos pedirla para comer. A parte de este plato, la cocina yucateca incluye el mole poblano, pollo en salsa de chocolate y chile; pavo en escabeche oriental, el relleno negro, mezcla de pavo, cerdo y huevo cocido en una sopa de chile tostado; la longaniza asada, sopa de lima además de los famosos salbutes, torta de maíz frita con pavo, vegetales y aguacate encima. Así podéis imaginar que cada vez que nos tocaba ir a comer era toda una fiesta. También es verdad que todo el centro de la ciudad está lleno de bonitos y lujosos restaurantes, pero a nosotros nos va más lo local (y lo baratito), pues pensamos que donde comen los del lugar es donde está más rico.


Cerca de donde nos hospedamos está la calle de los frailes, un acceso directo del centro de la ciudad al convento de San Bernardino, en el tranquilo y agradable barrio del Sisal, es uno de los primeros conventos construidos tras la conquista española, y por cierto esta muy bien conservado.

En este convento nos tocó vivir dos experiencias totalmente diferentes. Un de ellas es el impresionante espectáculo de luz y sonido que cada noche se representa sobre sus murallas, explicando la historia de la ciudad desde sus raíces mayas, pasando por la conquista y la guerra de castas, hasta la ciudad que es hoy en día. La segunda experiencia nos sorprendió un poco más, y esta vez de forma negativa, vivimos el día de la Virgen de Guadalupe, donde asistimos a una misa en el parque adjunto al convento, allí fuimos testigos de una de las mayores manipulaciones que jamás hayamos escuchado.


 Cabe decir que aún no siendo nosotros personas de adorar a ningún Dios, respetamos todas las religiones y a sus seguidores, pues cada uno tiene derecho a creer en lo que quiera. Lo que si rechazamos son las injusticias y la manipulación de un pueblo para cualquiera sea su fin. En esta misma se explicó que a los pocos años de llegar los españoles, la Virgen María se le apareció a un indígena llamado Juan Diego (el nombre ya nos parece poco indígena) y se le reveló como la madre de Jesús, su Dios, y le dijo que todos debían adorarla. Durante toda la misa una gran pintura de la Guadalupe estaba colocada en el altar y como prueba de esta historia se nos contó que una de las manos de la Santa era negra y la otra blanca, símbolo de mestizaje; y que estás no estaban en posición de rezo, si no tocando un instrumento maya y ella estaba bailando, pero que como estábamos colocados lejos de la imagen todo esto no lo podíamos apreciar. Esta historia nos pareció un insulto a las raíces del pueblo mexicano y no entendimos como después de más de quinientos años la imposición del catolicismo sigue manipulando a quienes ya tenían sus propios dioses. Nos costó creer que nadie se cuestionara las palabras del cura. Descubrimos cuanta es la fe que tiene este país en Jesucristo cuando nos cuentan las procesiones de los antorchistas, personas que viajan corriendo o en bicicleta desde cualquier parte de México hasta la Basílica de Guadalupe en el D.F portando antorchas como señal de la luz de Dios. Fue todo un espectáculo del que salimos resignados.
Otro de los atractivos de la ciudad es su mercado, donde uno puede conseguir cualquier cosa que necesite, desde fruta y verdura hasta ropa y calzado. Cerca de este mercado se encuentra el cenote Zací, un enorme agujero en medio de la ciudad en el que por 30 pesos (1,5€) se puede pasar la mañana chapoteando en sus aguas azules, siendo mordisqueado por sus pececillos o saltando desde una base de unos ocho metros de altura.

  Uno de las cosas que más nos gusta de México y que se refleja muy bien en Valladolid es la cantidad de actividades culturales que se hace en la calle para el disfrute de la población. 
Como ya nos tocó vivir en Playa del Carmen aquí también disfrutamos del Domingo Familiar que se celebra cada fin de semana en la plaza principal, donde se puede disfrutar desde un baile popular con banda en directo (trova yucateca y cumbia son los ritmos principales) hasta entretenidos espectáculos circenses como payasos y malabares, sin olvidar los puestos donde se ofrecen artesanías locales, dulces, bebidas frutales y algo de comida para picar. Además, como ya se acercaban las Navidades, cada día había algo que animaba el espíritu, como carrozas, bailes infantiles, batucada y villancicos por todas partes, además de muchos actos benéficos para recaudar juguetes para los niños necesitados. 
Así, disfrutando el día a día de la ciudad y sus alrededores conseguimos sentirnos parte de esta agradable y acogedora ciudad colonial.

Siguenos a través de Youtube para disfrutar de esa ciudad y muchos vídeos má sobre nuestros viajes. Vídeo Valladolid

sábado, 21 de enero de 2017

Isla Mujeres, Quintana Roo, México

Cuarenta minutos de ferry entre Cozumel y Plaza del Carmen, más de una hora de autobús hasta Cancún centro, diez minutos de taxi hasta Puerto Juárez y unos treinta minutos de ferry hasta Isla Mujeres fue lo que nos llevó movernos de isla en isla. ¿Por qué no habrá un ferry entre ellos? Suponemos que por proteger el arrecife.
Llegamos al hotel por la tarde, el pueblo pareció bonito, pequeño. Nos alojábamos en todo el centro de la calle más turística de la isla, así que callejeamos un poco en busca del mercado donde había pequeños restaurantes económicos y deliciosos donde comer. Después dimos un paseo por la conocidísima y para nosotros sobrevalorada, Playa Norte, pero como el cielo amenazaba tormenta y de las fuertes, no nos entretuvimos demasiado. Decimos que la playa esta sobrevaluada, no porque no sea bonita, si no porque se trata de la típica playa que uno espera conocer en el Caribe, de finísima arena blanca, poco profundas y tranquilas aguas cristalinas de intenso azul turquesa, rodeada de palmeras cocoteras por toda la orilla. Sin olvidar el exceso de turismo (una vez mas), particularmente canadiense y estadounidense, que reside en los lujosos resorts a orilla de la playa, que extienden sus tumbonas y sombrillas ocupando toda la zona y cobran sus productos en dólares americanos. Aunque nos decepcionan estos lugares, que quedan estropeados por la sensación de que uno se encuentra en cualquier lugar menos en México, no dejamos de apreciar su belleza y luz.

Empezó a llover y no paro durante un día y medio, tiempo que dedicamos a descansar en el hotel (de vez en cuando viene de maravilla). Una de las curiosidades de la isla es que los sistemas de alcantarillado son mínimos y pésimos, por lo que a la mínima que cae un buen chaparrón sus calles se inundan hasta dos palmos de altura (ahí descubrimos por que todas las tiendas y bares estaban en alto). Salimos a cenar zapatillas en mano y a carcajada limpia por las calles inundadas, recordando que hacia justo un año se había inundado el pueblo de Inglaterra donde vivíamos. De hecho, y aunque suene algo macabro, las inundaciones nos traen algunos recuerdos, pues inundados empezamos nuestra relación, pero eso es algo que os contaremos algún día a quienes no sepáis.
 Pasada la tormenta decidimos lanzarnos a experimentar la isla. Todo el mundo alquilaba carritos de golf, motos o bicicletas, pero a nosotros nos apetecía caminar (y ahorrar unos pesitos). Caminamos hacia el sur sobre una hora y media hasta llegar a la primera parada del día, la Tortugranja, una organización por la conservación de la tortuga marina y ayuda a continuar con su tarea reproductiva, protegiendo los huevos y crías hasta que alcanzan una edad segura para sobrevivir en el mar, protegidas de los depredadores.


El lugar consiste en una serie de estanques donde viven las tortugas según su edad y tamaño, además de algunos acuarios con peces de la zona, estrellas de mar y algún crustáceo. En la orilla tiene una zona de mar abierto vallado donde las más grandes pueden nadar y un arenal para enterrar los huevos que encuentran desprotegidos por las orillas de las playas. María José disfrutó como una niña, pues es gran amante de este bonito animal.
Después de visitar a las amigas tortugas nos dirigimos al extremo sur de la isla (una horita mas), donde primero de todo encontramos un parque de ocio llamado Garrafón, que consiste en un trozo de costa donde por el pago de unos dólares americanos uno puede alquilar un kayak, equipo de snorkel o lanzarse en tirolesa sobre las aguas cristalinas. No es el tipo de lugares que nos guste visitar, así que seguimos caminando, hasta llegar a punta Sur. Allí encontramos varias cosas que si que eran de nuestro interés. En primer lugar había un enorme acantilado, donde los pelicanos sobrevolaban en busca de algo que pescar y las iguanas se calentaban en las rocas, disfrutaban los rayos de sol.


A este lugar se le llama el acantilado del amanecer, pues es el extremo más oriental de los Estados Unidos Mexicanos, cuando amanece es aquí donde tocan los primeros rayos de sol del país. Caminando al borde el precipicio se puede admirar un museo al aire libre, donde esculturas oxidadas y erosionadas por el aire le dan un toque mágico al lugar. En el extremo del acantilado visitamos el templo en ruinas de la diosa Ixchel, representante de la feminidad para la religión maya y a quien antaño las mujeres traían ofrendas para poder quedar encinta.


Estas ofrendas eran casi siempre estatuillas con formas femeninas, por eso, al llegar los conquistadores españoles y encontrarse con ellas le pusieron Isla Mujeres a la isla.
Se nos hizo la hora de volver al hotel, esta vez por el extremo oriente de la isla, pero entre que estábamos cansados y que una nube muy oscura volvía a amenazar tormenta decidimos aventurarnos de nuevo con el autostop, con el que siempre hemos tenido suerte.
Esta vez fuimos transportados en un carrito de golf por un simpatiquísimo turista de la Isla de Santa Lucía, con el que compartimos una divertida conversación. Fue llegar al pueblo y empezar otra vez la tormenta, así que no nos mojamos de milagro.
Entre lluvia y lluvia si que tuvimos tiempo de callejear por el diminuto pueblo, que fuera de la calle principal con souvenirs, bares de copas y restaurantes, nos pareció encantador. Igual que Bacalar y Tulum, esta considerado Pueblo Mágico de la provincia de Quintana Roo, descubrimos que se debe al colorido de sus bajitas casas de pescadores, pintadas a cada cual más diferente y original.


  Además, también descubrimos que Isla Mujeres dispone de una pequeña plaza de toros, con la que no estamos de acuerdo se practique en el país que se practique, pero que nos pareció curioso encontrar. 
Con Isla Mujeres ya nos despedimos de la playa por un tiempo, cambiamos de provincia para descubrir Yucatán, así que decidimos pasar nuestros últimos minutos en la orilla del mar, intentando retener en nuestras retinas el intenso azul turquesa de las aguas del mar Caribe.

Puedes vivir esta caribeña isla con nosotros en el siguiente vídeo de Youtube Vídeo Isla Mujeres

martes, 17 de enero de 2017

Cozumel, Quintana Roo, México

Por fin dejamos Playa del Carmen.
Hoy nos dirigimos a la isla que tenemos justo en frente y que desde la costa de la ciudad podemos ver debido a su proximidad, la Isla de Cozumel.
Para quien tenga pensado ir a la isla, hay una sola forma de hacerlo, cruzando en ferry desde Playa del Carmen, pero para esto hay tres empresas diferentes, Ultramar, Caribe y México, ordenados de más a menos por la calidad de sus barcos, frecuencia en hora de embarque y precio. Como podéis imaginar viajamos en la última citada, ya que la diferencia de precio era de la mitad y el horario nos iba estupendo, que el barco sea más feo y viejo nos daba igual, llegaría al destino igualmente.

El trayecto duró cuarenta minutos de lluvias intermitentes y aunque el cielo estaba totalmente encapotado cuando llegamos pudimos apreciar la cristalinidad de las aguas. Si es cierto que el Caribe presume de la belleza de sus aguas, pero una isla siempre saca sus cualidades más a relucir.
Entre el gentío del embarcadero y los vendedores de tours nos deslizamos, rentadores de coches, moto o buggy, vendedores de ropa, souvenirs y hamacas hasta llegara nuestro hostal, donde dejamos todo para buscar un lugar económico donde comer. Por la tarde fuimos a una zona donde se podía acceder al mar e hicimos snorkel, pero solo encontramos pececillos de colores y dos pequeñas rayas, nada que nos pudiera impresionar. El resto de la tarde lo dedicamos a recibir información y a decidir que podíamos hacer en la isla. Entre las varias opciones estaba la posibilidad de alquilar una moto y recorrer la isla, hacer un tour de snorkel donde nos llevarían a conocer tres arrecifes con un buen equipo y una lancha para transportarnos. Todo parecía interesante, pero había una opción que no habíamos contemplado y unos viajeros del norte de México que se hospedaban en nuestro hostel nos hicieron darnos cuenta de que posiblemente sería la mejor alternativa. Nos encontramos en una isla justo en medio del Sistema Arrecifal Mesoamericano, es decir, la segunda barrera de coral mas grande del mundo y uno de los lugares más bellos para hacer submarinismo. Al no disponer del titulo PADI Open Water (titulo internacional en el que te enseñan a bucear en grandes grupos) pensábamos que no había forma legal de bajar a los arrecifes, pero no habíamos contado con la opción del llamado Bautizo de Buceo, ¿Cómo íbamos a dejar la oportunidad de ver el escenario subacuático mas famoso del mundo? Seguimos las recomendaciones de todo el que nos hablaba de las maravillas de bucear y concertamos un bautismo, el cuál más tarde os explicaremos que es.


Nuestro primer día en la isla decidimos alquilar una moto para recorrerla. Encontrar una moto económica no fue tarea fácil, pues el turismo de Cozumel es distinto al de Playa del Carmen, funciona de forma exclusiva para atender a los cruceros que llegan a la isla por la mañana y se marchan con la puesta del sol, por lo que una vez abandona todo la tanda de turistas, el pueblo queda literalmente muerto, sus tiendas cerradas y restaurantes vacíos. Esto favoreció a nuestra tranquilidad pero nos hizo difícil encontrar lugares de alquiler, así que tuvimos que esperar a la mañana siguiente y pegarnos el madrugón. Al final mereció la pena, pues encontramos una moto por 250 pesos (12,5€) seguro incluido, bueno, si podía llamarse moto… por que era una verdadera chatarra a la que debían quedarle dos meses de vida, pero nos hizo su función.

Empezamos la vuelta por el oeste de la isla, en dirección sur. Al ser la zona que da a la costa de la Rivera Maya es el lugar donde están la mayoría de arrecifes, el agua esta completamente calmada, como si fuera un lago, pero no dispone de playas, por lo que la entrada al mar se complica a través de afiladas rocas y algún que otro erizo al que tuvimos la suerte de no pisar. Cuantos más kilómetros recorrimos conduciendo más nos dábamos cuenta de como habían privatizado la isla, las únicas entradas naturales al mar tenían delante un Club de Playa (restaurante) donde te cobraban un mínimo de 15 dólares americanos solo por el acceso. Además estaban colocados justo donde el arrecife se acerca más a la costa, con lo que te alquilan equipos de snorkel para que puedas verlo por ti mismo con el simple esfuerzo de nadar un poco.
Nos dio tanta rabia la situación que decidimos buscar la manera de poder hacerlo gratis, siempre hay algún truco. Como hasta el momento las playas de México son públicas y lo único que pueden bloquear es el acceso, nosotros íbamos hasta el final de los clubes de playa donde siempre había un hueco por donde entrar en el agua que está no le pertenece a nadie. Una vez dentro puedes nadar libremente por el arrecife sin que nadie diga nada.
Nada mas entrar en el agua a Carlos se le apareció una enorme Raya Águila, a la que intentó seguir sin resultados. A parte de lo bonito de los corales, encontramos también dos morenas de considerable tamaño que nos asustaron con su agresividad. Realmente no hacía mas que abrir su fea boca y revolverse entre la arena, pero aún así, el desconocimiento nos dio respeto. De lo que si nos dimos cuenta fue de que la vida marina era mas abundante que en la costa, pues había decenas de bancos de peces de diferentes tipos, por supuesto, muchos nuevos para nosotros.


Aun con los bañadores mojados seguimos conduciendo hasta el final de la isla, donde encontramos una especie de parque llamado Punta Sur, donde además del faro se puede visitar la reserva de cocodrilos. La entrada eran unos 14$, así que, como es de esperar por nosotros, no pasamos. Empezamos pues la costa este de la isla donde cada pocos kilómetros encontrábamos playas vírgenes, con un mar salvaje de intenso turquesa y delimitadas por una extensa jungla. Paramos en alguna de ellas a disfrutar de la soledad, el viento y el espectáculo de las olas. En la única que pudimos refrescarnos fue en una donde unas rocas formaban una especie de piscinas en la misma orilla, impidiendo a las olas entrar y dejando un remanso de paz y tranquilidad.
Ya a la vuelta volvimos a los arrecifes para ver si encontrábamos más pececillos, pero nos cayó una buena tormenta tropical. Como no teníamos donde refugiarnos decidimos conducir bajo la intensa lluvia, un momento verdaderamente gracioso. A mitad de camino le entró agua a la moto y empezó a fallar, se nos paro dos o tres veces, así que antes de devolverla la dejamos unas horas a secar. Mientras tanto nos dedicamos a buscar una agencia que nos ofreciera un buen tour de submarinismo para el día siguiente.


Tuvimos suerte de encontrar Studio Blue, unos verdaderos profesionales en el ámbito, donde a través de su instructor Oswaldo, fuimos formados tanto técnica como prácticamente para poder realizar dos inmersiones a 12 metros de profundidad, sintiéndonos completamente cómodos y seguros de que no corríamos peligro alguno. Las clases teóricas las hicimos por la noche, para así poder empezar temprano con la práctica, ya en el agua. La teoría consistió en un video de 20 minutos donde se explican los medios de seguridad y el lenguaje de signos bajo el agua básicos para sumergirse con seguridad.
A la mañana siguiente, con maripositas en el estomago, nos dirigimos al embarcadero donde un barco nos llevaría a realizar las clases prácticas, que consistían en la recolocación del regulador (por donde se respira) en caso de que se nos saliese de la boca, la limpieza de las gafas bajo el agua, en caso de que se llenaran de agua o se empañaran y la asistencia de aire de emergencia en caso de que un compañero se quedase sin el. Estas lecciones prácticas suelen tomarse en la playa, en un lugar menos profundo, para fácilmente emerger si algo pasase durante el entrenamiento. Pero Oswaldo decidió que lo haríamos en el arrecife Paraíso, pues no es muy profundo, la corriente no es fuerte y es mucho mas bonito para practicar.


Una vez puesto el traje de buzo, y dado un saltito cargado de valor desde el barco, comenzó nuestro día de buceo. Primero te agarras a una cuerda con boya y empiezas a descender descomprimiendo el aire cada poquito, para acostumbrarse al nuevo hábitat donde pasariamos el día, el agua. Los movimientos, la respiración asistida por el regulador, el chaleco, las pesas… todo se nos hacia extraño al principio, pero en cuanto empezamos a practicar las lecciones nos acostumbramos en seguida.


Para no gastar mucho aire (queríamos reservarlo para los arrecifes mas bonitos) decidimos ver el arrecife Paraíso desde la superficie, como estábamos acostumbrados a hacer hasta ahora, con snorkel. La verdad es que aunque solo hiciéramos snorkel el arrecife se veía precioso, muy diferente a todo lo que hubiéramos visto hasta ahora. Las formaciones coralinas eran más grandes, coloridas y con muchas más formas, y la vida marina espectacular. Peces, peces y mas peces de mil colores, de tamaños distintos, de formas variadas, una verdadera preciosidad. Aun y así, Oswaldo nos decía que eso no era nada comparado con lo que veríamos después.
Cuando acabamos el snorkel (en verdad hicimos tiempo para que el barco regresara con el resto de los buceadores que no necesitaban las practicas previas) navegamos durante casi una hora para llegar a uno de los arrecifes mas famosos de Caribe Mexicano, el Arrecife del Palancar. Nada más lanzarnos al agua quedamos impresionados. Como la corriente estaba bastante fuerte casi no teníamos que hacer esfuerzo, pues una vez en el fondo esta nos arrastraba y nosotros solo teníamos que dedicarnos a intentar no patear ningún coral y sobretodo a disfrutar el increíble mundo al que acabábamos de entrar. Edificios de coral a ambos lados, hacia que nos escurriéramos entre pasillos de fantasía, donde miráramos nos daba tiempo a percibir cada pequeño detalle de sus formas y colores. Nunca antes nos habíamos imaginado que el mundo submarino pudiera ser tan increíblemente hermoso.
A los 40 o 50 minutos nuestros tanques de oxigeno empezaron a acercarse al mínimo, así que era hora de ir ascendiendo. No sin antes hacer su aparición una elegante raya gris, de gran tamaño, que parecía posar para todos los que la observábamos. Era hora de salir del agua.
Entre bocaditos de fruta fresca y compartiendo todo lo que habíamos visto y sentido (en el agua es imposible expresarte) navegamos hacia el próximo arrecife, conocido como La Lila.


Nos sumergimos de nuevo para ver otro espectáculo de la naturaleza submarina de Cozumel, pues esta vez el arrecife no era ni tan alto, ni tan espectacular, el verdadero atractivo de La Lila era su vida subacuática. La corriente estaba un poco más fuerte así que si queríamos parar a ver algo requería más esfuerzo y por tanto más consumo de aire y menos minutos bajo el agua. Nada más llegar al fondo se nos presento una enorme tortuga marina, la más grande que habíamos visto hasta ahora, remamos contra corriente para observarla un ratito mientras ella seguía tan relajada, comiendo algas, como si nuestra presencia no le molestara y nos viera como un pez más, aunque de hecho, así nos empezamos a sentir ya, como parte de la fauna marina, minúsculos entre tanta inmensidad.
Arrastrados por la corriente se nos fueron apareciendo diferentes tipos de animales, como una variedad infinita de peces, todos a nuestro alrededor y nosotros en medio de ellos, algunas barracudas, un par de enormes (y deliciosas) langostas escondidas entre rocas, tres o cuatro tortugas mas, varias morenas espeluznantes y el plato fuerte del día, tres tiburones gato que nos parecieron enormes. Uno nunca sabe como va a reaccionar al ver estos animales con tan mala fama, pues Carlos se olvido de donde y con quien estaba, se dejo deslumbrar por su belleza y buceo tan rápido como pudo hasta encontrarse con ellos de frente. Al no verse detenido por Oswaldo sintió que era seguro lo que hacia y los tiburones no huían de nuestra presencia.


Al volver al barco volvimos a compartir las emociones retenidas durante cuarenta minutos bajo el agua, y si, coincidimos en que nadar con tiburones era una de las experiencias más fuertes que habíamos vivido nunca.
De hecho, el bautismo de buceo es algo que se ofrece para que uno pueda descubrir si le gusta o no este deporte, y después de esta experiencia, certificarnos en un curso de submarinismo es algo que nos estamos planteando muy seriamente.
Pero ahora toca recrearnos con el recuerdo aun muy presente, pues cerramos los ojos y se nos aparecen pececitos de colores y trocitos de coral.

Si quieres maravillarse del fondo submarino con nosotros, podrás hacerlo en este vídeo de Youtube Vídeo Cozumel

sábado, 14 de enero de 2017

Playa del Carmen y Xpu-Ha, Quintana Roo, México

Hoy hemos sufrido nuestra primera decepción en México. 
Así es, antes de empezar este viaje sabíamos que no todo podía ser idílico, pues todos los países tienen destinos al gusto de personas muy diferentes y Playa del Carmen, aun siendo uno de los lugares más populares de México, no nos ha gustado nada. De hecho, ya veníamos avisados por las opiniones de otros viajeros que habían pasado por allí, sobre lo extremadamente turístico y comercial de la ciudad, pero nuestras expectativas en esto estaban muy por debajo de lo que encontramos. Pero como este blog lo hacemos para escribir nuestras experiencias, tanto las buenas como las malas, ahí va nuestro relato.
 Muchos de los que leáis esto y hayáis pasado por Playa del Carmen quizás no estéis de acuerdo con nosotros, pero como nunca puede llover a gusto de todos, entendemos la popularidad del lugar y si eres de los que les gusta la fiesta, los souvenirs, los restaurantes bonitos y la comodidad de que te lo den todo hecho, este es tu lugar.

 Nosotros somos más de buscarnos la vida por nuestra cuenta, del restaurante feo con rica comida casera, y de que no nos agobien para vendernos el coco, el llavero y la excursión al paraíso. Nos gusta conocer el México original, el local y Playa del Carmen nos pareció como cualquier lugar turístico del mundo, el Benidorm del Caribe. Llegamos a Playa después de tres horas y media de bus desde Mahahual (cruzamos la mitad del estado de Quintana Roo), y nada más pisar suelo ya sentimos el bullicio de la ciudad. Ruido, suciedad, gente por doquier, tráfico, tiendas, tiendas y más tiendas. 
Por suerte nuestro hostal no se encontraba en la zona turística, así que teníamos nuestro pequeño rinconcito de paz para refugiarnos del follón cuando no nos apetecía estar en él. Aun y así dedicamos la tarde a explorar la ciudad. Pues bien, Playa del Carmen es una gran ciudad con una calle kilométrica llamada La Quinta Avenida donde sales de México para entrar en el mundo del consumismo más radical. Mientras paseas por la calle se te ofrecen tours a los lugares mas remotos de Yucatán y Quintana Roo a precios desorbitados, aplicados en dólares americanos, pues parecía incluso que el peso mexicano no existía en la ciudad, todo el mundo nos hablaba en inglés, los hoteles de lujo y restaurantes caros abundaban a cada lado de la calle, en ellos podías comer desde cocina mexicana cuadriplicado su precio, italiana, estadounidense, europea, tailandesa, china, mediterránea, lo que te apeteciera. También había sitios donde bañarse en alcohol de todos los estilos, desde pub inglés con televisión deportiva, hasta los más modernos bares musicales donde bailar a ritmo de la MTV. Masajes, centros de estética y centenares de tiendas de souvenirs que ofrecen todo tipo de recuerdos y típicos licores como tequilas, mezcales hasta sombreros y camisetas con el nombre de la ciudad estampada en todas ellas. Recorriendo la calle encontramos enormes centros comerciales donde refrescarse con sus potentes aires acondicionados y donde se encuentran las tiendas de marcas internacionales más conocidas. Pues este es el atractivo de Playa del Carmen, gastar, comer, beber y comprar. 
Como a nosotros este ambiente no nos gusta mucho decidimos callejear hacia el interior de la ciudad y descubrimos varias cosas de poco interés, pero que podemos destacar. En el centro de la ciudad encuentras el ayuntamiento en una gran plaza decorada con un Belén y un gigante árbol de navidad. El edificio del ayuntamiento no era feo pero nada impresionante. Muy cerca de este hay tres grandes centros comerciales, entre ellos la famosa marca estadounidense Walmart, donde pasamos a hacer compras de necesidad básica. Además de todo esto visitamos la zona de playa, propiamente dicha, la cual, en la línea de la ciudad, nos horrorizó, por que los hoteles se encuentran en la mismísima arena, dejando muy poca distancia con la orilla del mar, espacio que ocupaban las tumbonas y sombrillas de pago. De esas playas donde hay que pelear por un lugar donde poner la toalla, con un ambiente muy juvenil con ganas de fiesta desenfrenada, pues cada grupo tenía su buena cantidad de alcohol al lado, y que como comprenderéis no nos hizo sentir muy cómodos, así que la visita no nos duro más que unos minutos. 
Ya por la tarde noche si encontramos algo que nos pareció interesante, en una de las avenidas perpendiculares a la Quinta Avenida (se llama Avenida Juárez) se había montado un mercadillo gigante donde los vendedores ofrecían sus promociones a golpe de micrófono, y donde además había música pinchada por DJ’s, payasos, castillos hinchables, chucherías, crepes… no vimos un solo turista, todo eran locales.

 El motivo de dicha fiesta nos contaron que se trataba del “Domingo Familiar”, resulta que cada domingo se liaba esa megafiesta para el disfrute del día libre. Así que nos unimos al evento, rebuscamos las mejores ofertas entre montañas de ropa y paseamos disfrutando de los espectáculos. 
Ya entrada la noche fuimos a un restaurante mexicano que nos habían recomendado, El Fogón, donde probamos unos de los mejores tacos hasta el momento, acompañados de una michelada (cerveza, sal, limón, tabasco, salsa inglesa y salsa Maggi) 
Ya que habíamos reservado dos noches en el hostal y no queríamos pasar un día mas en la ciudad decidimos para el segundo día visitar una playa que nos habían recomendado unos viajeros, Xpu-Ha. Solo tuvimos que viajar unos 20 minutos en bus para salir de todos los resorts y parques temáticos para llegar a una playa casi virgen, donde solo había un par de hoteles alejados el uno del otro, dejando hueco libre donde poner la toalla y sentirse en soledad. Muy poco visitada, tranquila, rodeada de intensa selva, agua turquesa clara, se nos antojo una maravilla comparada con la playa de la ciudad. Eso si, el día estaba un poco feo, amenazaba lluvia con sus nubarrones negros y el viento picando el mar.

  Aprovechamos para descansar, juguetear con las olas y tomarnos nuestro tiempo para leer, pensar y disfrutar de la soledad del lugar. Las nubes nos respetaron hasta el último momento, en el bus de vuelta empezó a llover bastante fuerte.
 Esa tarde quisimos darnos un capricho a base de marisco, de tanto ver que lo ofrecían en los restaurantes se nos había antojado, peo no estábamos dispuestos a pagar la marca “Playa del Carmen” en la cuenta, así que fuimos al supermercado Chedraui (mercadona mexicano), donde la pescadería lucía estupenda con diferentes tipos de pescado y mariscos fresquísimos. Compramos tentáculos de pulpo, almejas de dos tipos, langostinos y una botellita de vino blanco, lo que cocinado en el hostal y rebañado con un poquito de pan se convirtió en un delicioso manjar. Compartimos cena con una amable española que trabajaba en el hostal y entre caguama y caguama (litrona en mexicano) mojamos la palabra hasta perder la noción del tiempo. Nos contó como es la vida en México, sobre sus gentes, cultura y gastronomía. También nos contó sobre el lado oscuro de la ciudad, pues esta está dominada por el cartel de la droga del sur de México, llamados los Zetas, quienes controlan el crimen organizado, extorsionan a los negocios de la ciudad, trapichean y a veces dejan alguna muerte “por casualidad”, claro esta que esto no se le dice al turista que disfruta de su todo incluido en los lujosos resorts de la ciudad con mayor prestigio de Quintana Roo. 
Entre esta desinformación y que no nos sentimos para nada en México debido a la artificialidad comercial y turística del lugar, catalogamos Playa del Carmen como la Gran Mentira del Caribe y abandonamos la ciudad con amargo sabor de boca, eso si, ilusionados con nuestro próximo destino, la Isla de Cozumel. 
Sentimos no tener video para Playa del Carmen, pero no encontramos mucho que mostrar. Esperamos vuestra comprenson.

viernes, 13 de enero de 2017

Mahahual, Quintana Roo, México

Pongámonos en situación. 
Un pequeño pueblo de pescadores, dos únicas calles en paralelas a la costa y un paseo marítimo a pie de playa. De nuevo, el mar Caribe. El paseo lleno de tiendas de souvenirs, hoteles y restaurantes que sacan sus sillas y tumbonas a la fresquita arena para ofrecer rico marisco y pescado a la brisa marina y sombra de las palmeras. Las calles, algo más relajadas, con pequeños bares de comida local y un campo de fútbol, al final del todo. Nos pareció un sitio idílico, perfecto para pasar unos días. Ya en Bacalar nos advirtieron de la única pega de este lugar, y algo con lo que todavía no nos habíamos chocado: los cruceros. Ese barco gigantesco, lleno a rebosar, que se pasa la noche en alta mar y cuando atraca deja salir a miles de personas que buscan desesperadas los restaurantes y la playa, para absorber lo máximo posible del lugar en un tiempo muy limitado. Nada más llegar vimos uno, nos espantó sus dimensiones, la playa estaba llena de tumbonas, vendedores ambulantes y camareros corriendo por el paseo marítimo con bandejas llenas de bebidas coloridas y comida muy apetitosa. Pensamos ¡o no! Ya nos ha tocado, aguantar el agobio, los gritos, la gente pidiendo tequila a voces y los locales llamándote para que te sientes en su local porque es el más auténtico de la zona.

Respiramos hondo y fuimos a refugiarnos en el Hostel, ubicado en la parte trasera de la localidad, lejos de ruidos. Allí conocimos gente muy amable y divertida. Nada más llegar, una señora canadiense de casi 60 años, moreniiisima, se nos presentó y nos contó que a ella le habían puesto una cadera biónica y el médico le había recomendado nadar para recuperarse, así que buscó donde mejor podría estar y así llegó a este sitio, ¡ole por ella!  A ella fue a quien preguntamos donde se podía nadar mejor, y nos contó que al final del paseo marítimo hay un muelle, muy tranquilo, donde, y este es el punto fuerte del pueblo, puedes llegar a la barrera de coral nadando. Os explicamos, nos encontramos en el Sistema Arrecifal Mesoamericano, es decir, un arrecife de coral que se extiende unos 1000 km, desde Isla Contoy en Yucatán, a través de todo Quintana Roo, Belize, Guatemala y Honduras. Es el segundo arrecife de coral más grande del mundo, el primero está en Australia. Sabiendo esto, como no explorarlo. Así que hicimos de tripas corazón, nos pusimos nuestro mejor traje de baño y nos lanzamos muelle adelante. Al llegar al lugar indicado ya se podía apreciar, a unos 500 metros se veían unas rocas que surgían del mar y cortaban las mínimas olas que ese día de intenso sol había. 

Pues bien, ese era el coral, que de lo cerca que está creado de la orilla el mar no lo cubre y parecen simples rocas. Rápidamente nos sumergimos en el agua y nadamos con todas nuestras fuerzas. Ya antes de llegar se ven peces sueltos por el fondo, medio transparentes, que sin miedo se pasean tranquilamente. Pero conforme uno se acerca aparece lo bueno, EL CORAL, unas formaciones de vida marina donde peces de vivos colores habitan, buscando alimento y refugio. Una maravilla a unos 2 metros de profundidad. Observar como se mueven, comen y los lleva la corriente es impresionante. A cada brazada descubrimos algo nuevo e interesante que nos maravillaba, una nueva formación, más grande, más impactante, un nuevo pez, más colorido y bonito. No se ha de olvidar la ayuda del reflejo del sol bajo el agua, que intensifica esta visión.  

Al rato, cansada de nadar, MJ se fue a la orilla, pero Carlos siguió explorando, incansable. Se podría pensar que porque ella no se sentó en alguna de esas rocas a descansar y luego siguió nadando. Pues no, y es que, aparte de ser bastante puntiagudas y rozar mucho, el coral no se debe ni puede tocar, se puede romper y no queremos que esta impresionante vida marina cambie. El snorkel, como el buceo, se trata de observar, aprender y sentir, no tocar, mover o incluso estresar la vida alrededor nuestro. Antes de llegar a las rocas, en algunos puntos bastante poco profundos, se observan zonas de coral destrozado, sin vida ninguna, grises y apagados. Una verdadera pena. 
En el camino de vuelta al hostel nos encontramos con un grupo de personas sentadas en sillas de plástico, en medio del paseo. Nosotros como somos de naturaleza curiosa, preguntamos que pasaba allí. Un lugareño nos contó que estaban de campaña electoral y que en este punto, y en el campo de fútbol, en un par de horas habría baile esa noche ¡bien! ¡marcha para el cuerpo! Un par de horas después, ya duchados y cambiados nos fuimos para la zona del gran baile, el que estaba ubicado al lado del campo de fútbol local, y compuesto por un pequeño escenario con unas veinte sillas de plástico de cara a él. Buscamos un sitio donde cenar cerca para no perdernos detalle ¡y ahí empezó! Al escenario subieron 2 hombres, uno con un órgano eléctrico y otro con una pandereta, y se pusieron, como no, a cantar rancheras. 
Terminamos nuestra hamburguesa (la de Carlos extra picante), nos compramos un par de latas de cerveza y nos sentamos entre la multitud. Al principio era entretenido, a los 5 minutos comenzó a ser repetitivo, el ritmo de las canciones era siempre el mismo. Cuando nos bebimos nuestra cervecita y consideramos que los mosquitos ya se habían dado un festín con nosotros nos dirigimos al hostal. Al día siguiente había mas coral que explorar. 
Y eso es lo que hicimos, ya por la mañana, nos volvimos a poner el bañador, cogimos la toalla y ¡a ver peces!
Pasamos la mañana de nado, siguiendo el arrecife, disfrutando de él. Al par de horas el cielo comenzó a oscurecerse, hacia mas viento, se estaba avecinando una tormenta. Cuando Carlos salió del agua decidimos que era hora de ir a comprar algo para comer, pero la tormenta nos pilló por el camino, llegamos al hostel totalmente calados. Lo bueno de las tormentas tropicales es que las ves venir, duran 5 minutos y se van dejando el mismo sol abrasador. Lo malo, que son poderosas, la fuerza del agua pica. Comimos una rica ensalada de pasta y volvimos a la playa, aún teníamos un par de horas hasta que el sol se pusiera para seguir disfrutando el arrecife. Esta vez nos fuimos un poco mas adelante en el paseo, descubrimos que en el siguiente muelle el arrecife estaba incluso un poco mas cercano a la playa, tanto que ni siquiera llegaba a cubrir el agua.

Esto tenia sus ventajas y desventajas. Ventaja de no cansarte, poder encontrar un hueco arenoso entre las rocas y descansar un momento. Desventajas, no era tan espectacular y se veía que estaba bastante roto por algunas zonas, como deshecho, además de que tenias que tener cuidado de no tocar con la panza, para no hacerte rozaduras, y porque en las pequeñas aberturas viven los erizos de mar, con sus acechantes espinas. 
Durante todo el día coincidimos un par de veces con una pareja hospedada en la habitación enfrente de la nuestra. Habíamos observado que donde la noche anterior hubo el espectáculo ahora estaban construyendo otro escenario, mayor. Durante nuestra, ya habitual, búsqueda de sitio económico para cenar, preguntamos que espectáculo tendríamos el honor de ver esa noche, nos contestaron que una opera ¡genial! Así que en uno de estos encuentros les comentamos que después de cenar iríamos a ver la opera, quedamos en encontrarnos allí. 
Todos aparecimos con unas cervecitas, la noche prometía. Cuando llegamos el espectáculo consistía en un grupo de humoristas, regalándonos sus habilidades mabarilísticas, creando un ambiente muy ameno y divertido.
Lo primero que pensamos fue que el concepto de opera distaba mucho del nuestro, así como nos paso con los balnearios de Bacalar, hasta que al final pareció comenzar el plato fuerte de la velada, la opera en sí, dos hombres y dos mujeres con poderosas voces nos contaron una historia de amor, celos y amistad, al son de un piano de cola y con columnas romanas de decoración. 
Quien nos diría que podríamos ver una fantástica opera, sentados en un descampado, en un idílico pueblo costero, con las olas del mar de fondo. La vida da muchas sorpresas

Si quieres ver el vídeo de la increíble vida marina del arrecife, haz clic en el enlace siguiente Vídeo Mahahual