El estado de Chiapas ya no posee cenotes que nos maravillen, donde poder bañarse, saltar, ser comidos por pequeños pececillos o simplemente relajarse en su inmensidad y fresca agua. Pero si posee otros caprichos naturales, como son los ríos serpenteantes que forma lagunas naturales donde poder bañarse, o caídas de agua que nunca mengua con fuertes corrientes de azules intensos.
Así es Agua Azul, formado gracias a los afluentes del río Otolún, que forma una continuidad de cascadas siendo la más alta seis metros, es decir, no muy altas pero sí muy caudalosas, con la singularidad del color del agua, un azul cielo intenso. Por desgracia para nosotros los dos días anteriores había estado lloviendo fuertemente y este color de agua no se pudo apreciar, fue más bien “Agua Verde”, pero esto no fuere razón para que no disfrutamos sus muchos puntos de cascadas o nos bañamos en las zonas acondicionadas para ello.
Bañarte ahí es todo una experiencia, intentar nadar a contracorriente para poder moverte alrededor y notar como no te has movido casi ni un metro, para luego relajarte y dejarte llevar por el agua. Estas zonas son una pequeña balsa, creada naturalmente, entre cascada y cascada, dónde hay un vigilante que te advierte de las corrientes.
Conforme estamos describiendo el lugar parece que hablamos de un río salvaje, totalmente aislado en medio de la selva. Ni mucho menos. La entrada cuesta 40 pesos (2€) y esta repleto de restaurantes de comida típica chiapaneca y tiendas de souvenirs, todo ello acondicionado con escaleras, barandillas y miradores desde la misma entrada hasta el final del tramo.
Los últimos metros del río tienen un coste de 35 pesos (1,7€) para poder visitar el nacimiento del río acompañados por un guía local perteneciente a la comunidad que maneja las instalaciones.
Dentro de este entorno de pura naturaleza, en la carretera entre la ciudad de Palenque y la zona arqueológica, nos encontramos con el ecoparque de Aluxes. El alux es el equivalente al elfo en la cultura maya, es un protector de la naturaleza. Pues bien, con este bonito nombre ya nos dio muy buena espina el lugar, aún así al entrar preguntamos a la recepcionista sobre el trabajo que llevan a cabo, cuales son exactamente sus cometidos. Nos explicó que debido a toda la tala masiva, destrucción de la naturaleza y el tráfico de especies junto con la indiferencia de la población, se creó un centro de conservación, rescate y reintroducción de flora y fauna. Para ello han creado un ecosistema donde aúnan humedales y bosque que atrae a un sinfín de fauna de forma natural y consigue crear un perfecto ambiente para aquellos animales que rescatan y tienen la misión de devolverlos a su ambiente natural, aunque por desgracia eso no siempre es posible.
Como un gran ejemplo del trabajo realizado por el parque nos encontramos con la historia de las guacamayas, estas se extinguieron en la zona de Palenque hará más de 70 años. Desde el parque lograron convencer a Xcaret, un parque de entretenimiento ubicado cerca de Playa del Carmen, para que les cediese polluelos de guacamaya roja junto al Instituto de Biología de la universidad Nacional Autónoma de México, y mucho trabajo, han vuelto a llenar el cielo de azul, rojo y amarillo, colores de este animal.
Además de esta especie también trabajan en la liberación de monos saraguato rescatados de traficantes cuando fueron separados de sus madres siendo pequeños, e incluso manatíes a los que pudimos observar cuando unos niños les dieron de comer. Como antes hemos mencionado, hay animales que nunca podrán dejar las instalaciones, como los cuatro jaguares que tienen, nacidos ya en cautiverio, o aves a las que se les cortaron las alas y ahora son incapaces de volar, como pasa con un águila o varios flamencos.
Incluso tienen varias tortugas africanas rescatadas de zoológicos “domésticos”. Nosotros quedamos maravillados por el gran trabajo y el esfuerzo dedicado a ello, por la pasión hacia la naturaleza que se respira en el lugar y la profesionalidad de estas personas. Preguntamos incluso si tenían programa de voluntariado, lo cual tienen, pero por el trabajo que se realiza es necesario tener estudios especializados.
Una pena pues nosotros no los tenemos, pero desde aquí animamos a quien esté interesado a lanzarse a ello y buscar información en esta asociación.
www.ecoparquepalenque.com
Antes de viajar a nuestro próximo destino, Comitán de Domínguez se nos planteó la primera duda de difícil elección, y la que nos costó cerca de tres días decidirnos. Desde que pusimos el primer pie en México no paramos de escuchar recomendaciones sobre evitar la carretera entre Palenque y San Cristóbal de las Casas, o su ramificación a Comitán de Domínguez, nuestro próximo destino. Entre las habladurías de la gente se oían historias de todo tipo, pero para no dramatizar con anécdotas del boca a boca resumimos que esta carretera es famosa por los asaltos a los autobuses, especialmente en viajes nocturnos.
Como nosotros no queremos creer historietas decidimos comprobar los hechos por nosotros mismos. Una vez en Palenque nos dispusimos a comprobar el estado de la misma y el nivel de peligrosidad preguntando a locales, agencias de transporte y a todo el que creíamos que podría darnos información creíble. En definitiva, todos coincidían en la misma versión, que sí, en el pasado había sido un lugar con alta posibilidad de asalto, incluso habían prendido fuego a un autobús de la compañía ADO, por la que está prefería dar una vuelta de ocho horas por evitar la ruta, pero que ahora mismo la situación estaba totalmente controlada, y que lo único que íbamos a encontrar es un “peaje” impuesto por los locales indígenas, que pagaría el conductor de nuestro colectivo para que pudiera circular sin problemas.
Así que haciendo caso de los consejos de quién conocía la ruta y la realizaba casi a diario, partimos hacia Comitán de Domínguez en un colectivo, pero de camino paramos en la cascada de Misol-Ha, ya que en días anteriores no tuvimos tiempo de visitarlas. Menos de una hora de viaje, y sin ningún incidente, nos condujeron por una carretera de impresionantes vistas entre selva y valles, hasta el cruce de la carretera que baja a las cascadas, eso si, los siguientes dos kilómetros después del desvío había que hacerlos caminando, mochilas a la espalda, pues no había transporte que poder tomar. Por suerte era cuesta abajo y el sol no estaba fuerte, aún era temprano. Tras el pago de 20 pesos (1€) dejamos las mochilas en la recepción de un hotel que se encuentra en la entrada de la cascada y nos decidimos a hacer una visita rápida.
Al llegar a la cascada quedamos impresionados por su belleza, pues sus cuarenta y cinco metros de caída a una pequeña laguna, nos hacía sentir diminutos ante tanta fuerza del agua. La cascada puede ser vista desde dos diferentes ángulos, el primero de frente, bajando a pie de la laguna para apreciarla en su totalidad.
El segundo ángulo desde un caminito que la recorre por detrás y por el que uno puede sentir las microcascadas que recorren la roca, dejarte empapar por las gotas de agua flotando en el aire tras el impacto de la caída y disfrutar de la cascada desde el interior como una cortina de agua que no permite ver que encontramos al otro lado.
Ya empapados por el vapor del agua decidimos que era hora de volver a la ruta, pues teníamos un largo e intenso día de transporte por delante. Recogimos las mochilas pero el recordar como era la cuesta hasta el cruce dónde nos recogería un nuevo colectivo se nos quitaron las ganas de andar, así que preguntamos en el hotel si había alguna forma para que alguien nos acercara los dos kilómetros de pendiente hasta el cruce. En el restaurante nos dijeron que una camioneta había viajado por la mañana a Palenque a hacer algunos recados, estaría a punto de llegar y saldría de nuevo a hacer más recados, así que decidimos esperar unos diez minutos. Cuando esta llegó hablamos con el conductor y acordamos un precio por el que llevarnos cuando acabase de comer (quince a veinte minutos más). A los cinco minutos de espera vimos aparecer una joven pareja de mexicanos que venían de visita a la cascada y viajaban en una gran furgoneta, les pedimos sin podían acercarnos al cruce y amablemente accedieron. Anulamos el trato con el señor de la camioneta y tuvimos suerte, pues los chicos iban en la misma dirección que nosotros, así que no solo nos acercaron al cruce, sino que viajamos juntos hasta las cascadas de Agua Azul, unos 45 km por la misma carretera, que ellos iban a visitar y nosotros habíamos visto el día anterior. La única condición para llevarnos fue que Carlos viajará en la parte trasera de la furgoneta, tumbado sobre una manta, un montón de maderas y herramientas de trabajo pues solo había un asiento libre delante.
El viaje fue de lo más agradable, pues ambas parejas nos preguntábamos sobre aspectos cotidianos de nuestros diferentes países y el trayecto que duró alrededor de una hora nos hizo disfrutar de lo que podemos llamar una corta pero bonita amistad. En uno de los puntos del camino vimos alzada una cuerda con banderitas de punta a punta de la carretera y pensamos que se debía al “peaje” del que nos habían hablado, pero no era ese el motivo de que fuéramos detenidos, sino que una madre con dos niñas tenía un negocio de venta de comida obligatoria. Y decimos obligatorio porque la madre se situó delante de la furgoneta para que no pudiéramos avanzar, mientras que las niñas vendían a través de las ventanillas hasta que no compramos algo no se apartaron para darnos paso, un negocio bastante efectivo. Un poco más adelante ya si encontramos el verdadero “peaje”. Decenas de hombres situados en medio de la carretera paraban a todo el que pasaba por ahí, se le colocaba una madera con clavos delante de las ruedas y hasta que no pagaban el precio estipulado por la comunidad (100 pesos, 5€) no dejaban pasar. Para informar de porqué pedían el dinero nos dieron una nota que explicaba que había dos personas de la comunidad ingresadas en el hospital por un accidente de coche ocurrido el 31 e diciembre y que como el gobierno no se encargaba de los gastos médicos, muy a su pesar tenían que financiarse así. Una vez pagado abrieron el paso para que siguiéramos nuestro camino. Hay quienes dicen que son zapatistas buscando financiación, otros que son contratados por el gobierno para poder culpar a los zapatistas y así oprimirlos fácilmente, nosotros solo queríamos poder pasar y llegar hasta Comitán.
Una vez llegamos a las cascadas de Agua Azul nos despedimos de los chicos y tomamos un colectivo al siguiente lugar intermedio, el pueblo de Ocosingo, dónde el colectivo nos dejó en el otro lado del pueblo y tuvimos que cruzarlo entero hasta llegar al mercado donde encontraríamos el siguiente transporte. Cruzar Ocosingo fue toda una experiencia, pues la gente nos miraba como si fuésemos de otro planeta, pues parecer ser que esta no es una ruta muy habitual para turistas. De Ocosingo fuimos transportados a Altamirano, en un colectivo donde una amable anciana no paraba de preguntarnos por nuestro viaje y nuestro país. Mientras conversamos con ella pudimos apreciar que entre la selva se encontraban pequeñas aldeas zapatistas, donde las pintadas en las paredes de las escuelas hacían referencia al subcomandante Marcos, cabecilla de la revolución de 1994 en el estado de Chiapas. De Altamirano a Comitán fuimos conversando con un profesor de primaria que nos hizo el camino mucho más llevadero y nos dio información sobre el área zapatista donde nos encontrábamos, su organización social, financiación, etc…
Una vez en Comitán de Domínguez nos miramos, reímos y analizamos la situación, pues habíamos viajado por la carretera más temida al sur de México, parte de ella en autostop, y sin incidente alguno. Acabábamos de aprender una gran lección y es que no hay que hacer caso de los rumores, sino filtrar la información con fuentes fiables y tomar decisiones desde la razón, no desde el miedo infundado.
Recorrimos el centro de Comitán en busca de un hotel donde alojarnos y poder descansar. El viaje había sido muy intenso, tanto física como psicológicamente.
Bañarte ahí es todo una experiencia, intentar nadar a contracorriente para poder moverte alrededor y notar como no te has movido casi ni un metro, para luego relajarte y dejarte llevar por el agua. Estas zonas son una pequeña balsa, creada naturalmente, entre cascada y cascada, dónde hay un vigilante que te advierte de las corrientes.
Conforme estamos describiendo el lugar parece que hablamos de un río salvaje, totalmente aislado en medio de la selva. Ni mucho menos. La entrada cuesta 40 pesos (2€) y esta repleto de restaurantes de comida típica chiapaneca y tiendas de souvenirs, todo ello acondicionado con escaleras, barandillas y miradores desde la misma entrada hasta el final del tramo.
Los últimos metros del río tienen un coste de 35 pesos (1,7€) para poder visitar el nacimiento del río acompañados por un guía local perteneciente a la comunidad que maneja las instalaciones.
Dentro de este entorno de pura naturaleza, en la carretera entre la ciudad de Palenque y la zona arqueológica, nos encontramos con el ecoparque de Aluxes. El alux es el equivalente al elfo en la cultura maya, es un protector de la naturaleza. Pues bien, con este bonito nombre ya nos dio muy buena espina el lugar, aún así al entrar preguntamos a la recepcionista sobre el trabajo que llevan a cabo, cuales son exactamente sus cometidos. Nos explicó que debido a toda la tala masiva, destrucción de la naturaleza y el tráfico de especies junto con la indiferencia de la población, se creó un centro de conservación, rescate y reintroducción de flora y fauna. Para ello han creado un ecosistema donde aúnan humedales y bosque que atrae a un sinfín de fauna de forma natural y consigue crear un perfecto ambiente para aquellos animales que rescatan y tienen la misión de devolverlos a su ambiente natural, aunque por desgracia eso no siempre es posible.
Como un gran ejemplo del trabajo realizado por el parque nos encontramos con la historia de las guacamayas, estas se extinguieron en la zona de Palenque hará más de 70 años. Desde el parque lograron convencer a Xcaret, un parque de entretenimiento ubicado cerca de Playa del Carmen, para que les cediese polluelos de guacamaya roja junto al Instituto de Biología de la universidad Nacional Autónoma de México, y mucho trabajo, han vuelto a llenar el cielo de azul, rojo y amarillo, colores de este animal.
Además de esta especie también trabajan en la liberación de monos saraguato rescatados de traficantes cuando fueron separados de sus madres siendo pequeños, e incluso manatíes a los que pudimos observar cuando unos niños les dieron de comer. Como antes hemos mencionado, hay animales que nunca podrán dejar las instalaciones, como los cuatro jaguares que tienen, nacidos ya en cautiverio, o aves a las que se les cortaron las alas y ahora son incapaces de volar, como pasa con un águila o varios flamencos.
Incluso tienen varias tortugas africanas rescatadas de zoológicos “domésticos”. Nosotros quedamos maravillados por el gran trabajo y el esfuerzo dedicado a ello, por la pasión hacia la naturaleza que se respira en el lugar y la profesionalidad de estas personas. Preguntamos incluso si tenían programa de voluntariado, lo cual tienen, pero por el trabajo que se realiza es necesario tener estudios especializados.
Una pena pues nosotros no los tenemos, pero desde aquí animamos a quien esté interesado a lanzarse a ello y buscar información en esta asociación.
www.ecoparquepalenque.com
Antes de viajar a nuestro próximo destino, Comitán de Domínguez se nos planteó la primera duda de difícil elección, y la que nos costó cerca de tres días decidirnos. Desde que pusimos el primer pie en México no paramos de escuchar recomendaciones sobre evitar la carretera entre Palenque y San Cristóbal de las Casas, o su ramificación a Comitán de Domínguez, nuestro próximo destino. Entre las habladurías de la gente se oían historias de todo tipo, pero para no dramatizar con anécdotas del boca a boca resumimos que esta carretera es famosa por los asaltos a los autobuses, especialmente en viajes nocturnos.
Como nosotros no queremos creer historietas decidimos comprobar los hechos por nosotros mismos. Una vez en Palenque nos dispusimos a comprobar el estado de la misma y el nivel de peligrosidad preguntando a locales, agencias de transporte y a todo el que creíamos que podría darnos información creíble. En definitiva, todos coincidían en la misma versión, que sí, en el pasado había sido un lugar con alta posibilidad de asalto, incluso habían prendido fuego a un autobús de la compañía ADO, por la que está prefería dar una vuelta de ocho horas por evitar la ruta, pero que ahora mismo la situación estaba totalmente controlada, y que lo único que íbamos a encontrar es un “peaje” impuesto por los locales indígenas, que pagaría el conductor de nuestro colectivo para que pudiera circular sin problemas.
Así que haciendo caso de los consejos de quién conocía la ruta y la realizaba casi a diario, partimos hacia Comitán de Domínguez en un colectivo, pero de camino paramos en la cascada de Misol-Ha, ya que en días anteriores no tuvimos tiempo de visitarlas. Menos de una hora de viaje, y sin ningún incidente, nos condujeron por una carretera de impresionantes vistas entre selva y valles, hasta el cruce de la carretera que baja a las cascadas, eso si, los siguientes dos kilómetros después del desvío había que hacerlos caminando, mochilas a la espalda, pues no había transporte que poder tomar. Por suerte era cuesta abajo y el sol no estaba fuerte, aún era temprano. Tras el pago de 20 pesos (1€) dejamos las mochilas en la recepción de un hotel que se encuentra en la entrada de la cascada y nos decidimos a hacer una visita rápida.
Al llegar a la cascada quedamos impresionados por su belleza, pues sus cuarenta y cinco metros de caída a una pequeña laguna, nos hacía sentir diminutos ante tanta fuerza del agua. La cascada puede ser vista desde dos diferentes ángulos, el primero de frente, bajando a pie de la laguna para apreciarla en su totalidad.
El segundo ángulo desde un caminito que la recorre por detrás y por el que uno puede sentir las microcascadas que recorren la roca, dejarte empapar por las gotas de agua flotando en el aire tras el impacto de la caída y disfrutar de la cascada desde el interior como una cortina de agua que no permite ver que encontramos al otro lado.
Ya empapados por el vapor del agua decidimos que era hora de volver a la ruta, pues teníamos un largo e intenso día de transporte por delante. Recogimos las mochilas pero el recordar como era la cuesta hasta el cruce dónde nos recogería un nuevo colectivo se nos quitaron las ganas de andar, así que preguntamos en el hotel si había alguna forma para que alguien nos acercara los dos kilómetros de pendiente hasta el cruce. En el restaurante nos dijeron que una camioneta había viajado por la mañana a Palenque a hacer algunos recados, estaría a punto de llegar y saldría de nuevo a hacer más recados, así que decidimos esperar unos diez minutos. Cuando esta llegó hablamos con el conductor y acordamos un precio por el que llevarnos cuando acabase de comer (quince a veinte minutos más). A los cinco minutos de espera vimos aparecer una joven pareja de mexicanos que venían de visita a la cascada y viajaban en una gran furgoneta, les pedimos sin podían acercarnos al cruce y amablemente accedieron. Anulamos el trato con el señor de la camioneta y tuvimos suerte, pues los chicos iban en la misma dirección que nosotros, así que no solo nos acercaron al cruce, sino que viajamos juntos hasta las cascadas de Agua Azul, unos 45 km por la misma carretera, que ellos iban a visitar y nosotros habíamos visto el día anterior. La única condición para llevarnos fue que Carlos viajará en la parte trasera de la furgoneta, tumbado sobre una manta, un montón de maderas y herramientas de trabajo pues solo había un asiento libre delante.
El viaje fue de lo más agradable, pues ambas parejas nos preguntábamos sobre aspectos cotidianos de nuestros diferentes países y el trayecto que duró alrededor de una hora nos hizo disfrutar de lo que podemos llamar una corta pero bonita amistad. En uno de los puntos del camino vimos alzada una cuerda con banderitas de punta a punta de la carretera y pensamos que se debía al “peaje” del que nos habían hablado, pero no era ese el motivo de que fuéramos detenidos, sino que una madre con dos niñas tenía un negocio de venta de comida obligatoria. Y decimos obligatorio porque la madre se situó delante de la furgoneta para que no pudiéramos avanzar, mientras que las niñas vendían a través de las ventanillas hasta que no compramos algo no se apartaron para darnos paso, un negocio bastante efectivo. Un poco más adelante ya si encontramos el verdadero “peaje”. Decenas de hombres situados en medio de la carretera paraban a todo el que pasaba por ahí, se le colocaba una madera con clavos delante de las ruedas y hasta que no pagaban el precio estipulado por la comunidad (100 pesos, 5€) no dejaban pasar. Para informar de porqué pedían el dinero nos dieron una nota que explicaba que había dos personas de la comunidad ingresadas en el hospital por un accidente de coche ocurrido el 31 e diciembre y que como el gobierno no se encargaba de los gastos médicos, muy a su pesar tenían que financiarse así. Una vez pagado abrieron el paso para que siguiéramos nuestro camino. Hay quienes dicen que son zapatistas buscando financiación, otros que son contratados por el gobierno para poder culpar a los zapatistas y así oprimirlos fácilmente, nosotros solo queríamos poder pasar y llegar hasta Comitán.
Una vez llegamos a las cascadas de Agua Azul nos despedimos de los chicos y tomamos un colectivo al siguiente lugar intermedio, el pueblo de Ocosingo, dónde el colectivo nos dejó en el otro lado del pueblo y tuvimos que cruzarlo entero hasta llegar al mercado donde encontraríamos el siguiente transporte. Cruzar Ocosingo fue toda una experiencia, pues la gente nos miraba como si fuésemos de otro planeta, pues parecer ser que esta no es una ruta muy habitual para turistas. De Ocosingo fuimos transportados a Altamirano, en un colectivo donde una amable anciana no paraba de preguntarnos por nuestro viaje y nuestro país. Mientras conversamos con ella pudimos apreciar que entre la selva se encontraban pequeñas aldeas zapatistas, donde las pintadas en las paredes de las escuelas hacían referencia al subcomandante Marcos, cabecilla de la revolución de 1994 en el estado de Chiapas. De Altamirano a Comitán fuimos conversando con un profesor de primaria que nos hizo el camino mucho más llevadero y nos dio información sobre el área zapatista donde nos encontrábamos, su organización social, financiación, etc…
Una vez en Comitán de Domínguez nos miramos, reímos y analizamos la situación, pues habíamos viajado por la carretera más temida al sur de México, parte de ella en autostop, y sin incidente alguno. Acabábamos de aprender una gran lección y es que no hay que hacer caso de los rumores, sino filtrar la información con fuentes fiables y tomar decisiones desde la razón, no desde el miedo infundado.
Recorrimos el centro de Comitán en busca de un hotel donde alojarnos y poder descansar. El viaje había sido muy intenso, tanto física como psicológicamente.
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