lunes, 29 de mayo de 2017

Huatulco, Oaxaca, México

El sol, la arena, el mar, olor a sal en el ambiente ya sea con un mar más calmado o bravo, calor y paz ¡como echábamos de menos la playa!
Después de la selva, días de madrugones para conocer todo lo que nos podía ofrecer y el frio en Comitán de Domínguez y San Cristóbal de las Casas, tener que comprarme unos leggins términos (en realidad sólo MJ), ahora buscamos la playa y para eso hemos decidido movernos al estado de Oaxaca, y en concreto, primero a la zona de Huatulco.
Desde San Cristóbal De Las Casas hasta Huatulco hay unas 10 horas en autobús, trayecto que se realiza de noche.
Santa María de Huatulco es un conjunto de nueve bahías que forman una zona única y especial, con pequeñas calas vírgenes de aguas cristalinas y difícil acceso o largas playas con grandes hoteles.
A primera vista el lugar no nos gustó demasiado, es muy turístico, muchos hoteles y restaurantes, todos destinados a un turismo de tranquilidad, enfocado al disfrute de jubilados, paz y relajación, sin fiestas ni desmadre, para eso está el Caribe. Pero con el transcurso de los días descubrimos que este turismo está concentrado en varios puntos, como Crucecita, dónde nos hospedamos o Santa Fe, la zona del puerto, donde amarran los grandes cruceros, así como pequeñas urbanizaciones a lo largo de la carretera que recorre toda la costa.
Crucecita es una pequeña localidad a 20 minutos andando de la zona de playa. En este pueblo se pueden encontrar hotelitos muy económicos, restaurantes asequibles y si uno busca bien, hasta baratitos, pero cierto es que el pueblo no tiene nada turístico, nada interesante que visitar, salvo la playa, Chahue, en la cual pasamos el primer día, tirados en la arena durmiendo como bebés todo el cansancio del largo viaje.


Al estar en el Pacífico nos esperábamos una playa de agua helada y olas de 20 metros (bueno, tal vez algo menos) de altura, pero no, nada de eso, nos encontramos con un mar algo más fresquito que el Caribe, pero para nada helado, un agua bastante agradable, limpia y muy calmada.
Decidimos darle una oportunidad al lugar y al día siguiente comenzamos a inspeccionar cuales eran las mejores playas y como llegar hasta ellas. En total visitamos ocho playas en seis días, no está nada mal. Algunas de ellas, como Maguey, Tangolunda y La Entrega, son playas muy destinadas al turismo, Maguey y Tangolunda al internacional y La Entrega al nacional, con restaurantes, motos acuáticas y actividades de snorkel. Tangolunda es una playa ancha y larga, coronada por varios resorts pero con una zona rocosa al final, si uno escala por esa zona pasa a una pequeña playa sin un solo hotel o restaurante, y si se sigue caminando un poco más, hay una zona entre rocas bastante tranquila, aguas cristalinas donde hacer snorkel para descubrir la fauna marina del lugar.


Fue en esta playa donde descubrimos un gran secreto, los vendedores ofrecen ostras, ricas ostras frescas, que para más sorpresa, son baratitas en este lugar ¡120 pesos (12€) la docena! Con seis para los dos estuvimos servidos. Este pequeño lujo lo volvimos a encontrar en La Entrega, aún más barato, las seis ostras por 50 pesos (2,5€).
El día que fuimos a La entrega, tuvimos suerte, el taxista que nos llevó hasta ella también se ofreció desinteresadamente a llevarnos hasta el faro del lugar, desde dónde hay unas increíbles vistas de la bahía y a un mirador sobre esta playa desde dónde se ve el puerto, a cambio únicamente deseaba que si algún día iba a España nosotros le diéramos un tour por Barcelona y Cuenca, ¡trato hecho!
Una vez en esta playa lo primero que se observa es una zona de arena llena de turismo nacional, restaurantes y varios puestos donde rentar lo necesario para realizar deportes acuáticos. A la izquierda de la playa hay un acantilado que bordea la bahía, marcado como zona de coral por boyas colocadas en el mar, ¡ahí es donde sabíamos que deseábamos ir nadar!


A la parte derecha, bordeando otra zona rocosa, con mucho cuidado, pues es resbaladiza, llegamos a una pequeña playa, mucho mas tranquila, pues esta llena de rocas y no hay zona donde poder tumbarse, pero de aguas mucho más calmadas y cristalinas, con unas increíbles vistas al puerto de la localidad.



Esta playa es un lugar perfecto para practicar el snorkel, perderse en sus corales buscando preciosos peces, bien agrupados en grandes bancos o solitarios buscando comida.


Otra de las playas que visitamos fue Arrocito, esta es una pequeña cala con un único bar que abastece a la gran cantidad de personas que ahí se concentran. Parecía el lugar ideal para pasar el día con amigos o en familia, sin la aglomeración de La Entrega, mucho más grande y concurrida. La gran peculiaridad de este lugar es que en la arena se pueden encontrar cientos, miles, de trozos de coral roto y muerto. Como si de una chiquilla se tratase MJ se pasó un rato seleccionando lo más bonitos para crear regalos para familiares y amigos, junto muchísimos, pero unos días después, pensando en que es extraño que esto es algo que no se encuentra como souvenir, se informó, y es un poquito ilegal sacarlos del país, ya que, aunque estén muertos, siguen formando parte de la playa del lugar, tienen su función en el ecosistema. Con gran pesar tubo que devolverlos al mar.


Un poquito cansados de playas con gente y bares, uno de los días nos fuimos a Cacaluta, el paraíso en la tierra. A este lugar se accede yendo unos quince minutos en taxi y luego andando por una serie de caminos en el bosque durante unos cuarenta minutos. Pero, oh Cacaluta. Es sin duda alguna una playa soñada, larga, ancha, muy ancha, de finísima arena entre acantilados y una zona rocosa detrás, y mar calmado, sin nada ni “casi” nadie. La playa forma dos semicírculos con un poco de arena en medio algo más alto, por lo que no ves lo que hay al otro lado. Nosotros decidimos quedarnos en un extremo, bastante alejados, para hacer nudismo, pues no hay a quien molestar. A esta playa únicamente accedían, de vez en cuando, lanchas de tours privados que estaban un ratito y luego se iban. 


Como estábamos en la zona por donde se pone el sol y bajo un acantilado, la sombra empezó a extenderse pronto y pensando en los cuarenta minutos de vuelta caminando nos planteamos movernos, justo en ese momento vimos una lancha que amarrando a nuestro lado para que una pareja pudiera hacer snorkel al lado del acantilado. Idea, ¿y si hacemos barcostop?, ¿tu crees que funcionara?, Contesto MJ, va voy a preguntar. Funcionó, tanto la pareja como el dueño de la lancha se mostraron de acuerdo en llevarnos hasta su siguiente punto en el tour privado, Maguey. Dijimos adiós con mucho dolor en nuestro corazón a Cacaluta y nos volvimos a encontrar, tras un divertidísimo viaje en lancha pues el mar estaba picado y en el que pasamos por encima de cardúmenes de peces, con una playa con bares, sombrillas y hamacas. Nosotros decidimos echarnos una agradable siestecilla con el sonido del mar de fondo.
El último día de nuestra estancia quedamos con unos amigos que ya todos conocéis, Marco y Mara, si, una vez más volvimos a coincidir y decidimos pasar el día juntos, visitando dos preciosas playas vírgenes y nada turísticas, escondidas entre los acantilados que forman esta preciosa costa, estas son El Violín, y El Órgano. La primera era una cala entre acantilados, con grandes piedras sobre la arena, mientras que la segunda era bastante más amplia y ancha, arena fina y mar muchísimo más calmado. Andando entre ambas playas hay aproximadamente una hora de camino, que tuvimos que hacer pues al ser poco visitadas los taxis no se acercan a ellas, llegamos a El Órgano sudando y con muchas ganas de darnos un buen baño. Disfrutamos de un maravilloso día lleno de sol, arena, paz y risas con grandes amigos.


No penséis que lo único para hacer en estas playas es tumbarse en la arena, achicharrarse y comer ostras (que tampoco está nada mal), en cada una de estas playas siempre encontramos un trocito de coral, mucho menos impactante que en el Caribe, pero igualmente hermoso, ofreciéndonos la oportunidad de conocer nuevos peces.
En nuestros numerosos paseos nocturnos por el centro, este es una única plaza rodeada de restaurantes, tiendas de helados, hoteles y puestos de tours, nos fijamos en uno de esos tours, pues parecía tener una relación de precio muy buena en cuanto lo que ofrece. Esto es un tour en barco, bien catamaranes o algo más chiquito, por siete de las nueve bahías que conforman la zona de Huatulco, es decir, poder ver las playas, acantilados y formaciones rocosas desde el mar, desde enfrente, haciendo dos paradas durante el recorrido, pudiendo hacer snorkel en una de ellas y comer en la otra, un total de cinco horas de recorrido por el módico precio de 250 pesos (12,5€). Cierto es que este es el precio más barato que encontramos, después de mucho preguntar. El día acordado, a eso de las 10.00 a.m. una furgoneta nos recogió en nuestro hotel y nos llevó hasta el muelle donde subimos a nuestro barco, no fue un catamarán, cosa que agradecimos pues este iba mucho más lleno de turismo extranjero, nosotros disfrutamos de un viaje más acogedor donde hicimos unos cuantos amigos: una pareja de D.F y una chica con la que coincidiríamos más adelante en Zipilote, pero eso es otra historia.
Disfrutamos de una hora y media de snorkel en un espectacular arrecife en la playa Riscalillo, donde se podían ver peces globo, sin molestarlos, no estaban hinchados. Esta es una playa virgen, donde únicamente hay cuatro sombrillas que los pasajeros de los tours pueden rentar para no sufrir con el exceso de sol.


La segunda playa que visitamos fue San Agustín, más llena de restaurantes, palapa, sombrillas, totalmente equipada para el disfrute del turista. Muy amablemente nos dejaron sentarnos a comer nuestro bocadillo casero en una de las mesas de un restaurante, donde conocimos a nuestros nuevos amigos, quienes nos dieron a probar un manjar típico de la zona, la piña rellena. Esto es media piña, vaciada anteriormente y rellena por una mezcla de gamba, la piña, pimiento, cebolla y finalmente gratinada con queso ¡riquísima!
Envueltos en una amena y divertida conversación consumimos las dos horas de parada en este lugar y nos dispusimos a realizar el viaje de vuelta con la esperanza de ver delfines, pues esta es zona de paso de este grácil animal, pero sin positivo resultado. Lo que si pudimos observar fueron algunas tortugas y varias manta raya saltando fuera del agua, como queriendo volar.
Al llegar al puerto comenzaron las despedidas, con la amable oferta de la pareja de poder hospedarnos en su casa si decidíamos ir a México D.F….mmm, nos lo pensaremos.

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