lunes, 29 de mayo de 2017

Huatulco, Oaxaca, México

El sol, la arena, el mar, olor a sal en el ambiente ya sea con un mar más calmado o bravo, calor y paz ¡como echábamos de menos la playa!
Después de la selva, días de madrugones para conocer todo lo que nos podía ofrecer y el frio en Comitán de Domínguez y San Cristóbal de las Casas, tener que comprarme unos leggins términos (en realidad sólo MJ), ahora buscamos la playa y para eso hemos decidido movernos al estado de Oaxaca, y en concreto, primero a la zona de Huatulco.
Desde San Cristóbal De Las Casas hasta Huatulco hay unas 10 horas en autobús, trayecto que se realiza de noche.
Santa María de Huatulco es un conjunto de nueve bahías que forman una zona única y especial, con pequeñas calas vírgenes de aguas cristalinas y difícil acceso o largas playas con grandes hoteles.
A primera vista el lugar no nos gustó demasiado, es muy turístico, muchos hoteles y restaurantes, todos destinados a un turismo de tranquilidad, enfocado al disfrute de jubilados, paz y relajación, sin fiestas ni desmadre, para eso está el Caribe. Pero con el transcurso de los días descubrimos que este turismo está concentrado en varios puntos, como Crucecita, dónde nos hospedamos o Santa Fe, la zona del puerto, donde amarran los grandes cruceros, así como pequeñas urbanizaciones a lo largo de la carretera que recorre toda la costa.
Crucecita es una pequeña localidad a 20 minutos andando de la zona de playa. En este pueblo se pueden encontrar hotelitos muy económicos, restaurantes asequibles y si uno busca bien, hasta baratitos, pero cierto es que el pueblo no tiene nada turístico, nada interesante que visitar, salvo la playa, Chahue, en la cual pasamos el primer día, tirados en la arena durmiendo como bebés todo el cansancio del largo viaje.


Al estar en el Pacífico nos esperábamos una playa de agua helada y olas de 20 metros (bueno, tal vez algo menos) de altura, pero no, nada de eso, nos encontramos con un mar algo más fresquito que el Caribe, pero para nada helado, un agua bastante agradable, limpia y muy calmada.
Decidimos darle una oportunidad al lugar y al día siguiente comenzamos a inspeccionar cuales eran las mejores playas y como llegar hasta ellas. En total visitamos ocho playas en seis días, no está nada mal. Algunas de ellas, como Maguey, Tangolunda y La Entrega, son playas muy destinadas al turismo, Maguey y Tangolunda al internacional y La Entrega al nacional, con restaurantes, motos acuáticas y actividades de snorkel. Tangolunda es una playa ancha y larga, coronada por varios resorts pero con una zona rocosa al final, si uno escala por esa zona pasa a una pequeña playa sin un solo hotel o restaurante, y si se sigue caminando un poco más, hay una zona entre rocas bastante tranquila, aguas cristalinas donde hacer snorkel para descubrir la fauna marina del lugar.


Fue en esta playa donde descubrimos un gran secreto, los vendedores ofrecen ostras, ricas ostras frescas, que para más sorpresa, son baratitas en este lugar ¡120 pesos (12€) la docena! Con seis para los dos estuvimos servidos. Este pequeño lujo lo volvimos a encontrar en La Entrega, aún más barato, las seis ostras por 50 pesos (2,5€).
El día que fuimos a La entrega, tuvimos suerte, el taxista que nos llevó hasta ella también se ofreció desinteresadamente a llevarnos hasta el faro del lugar, desde dónde hay unas increíbles vistas de la bahía y a un mirador sobre esta playa desde dónde se ve el puerto, a cambio únicamente deseaba que si algún día iba a España nosotros le diéramos un tour por Barcelona y Cuenca, ¡trato hecho!
Una vez en esta playa lo primero que se observa es una zona de arena llena de turismo nacional, restaurantes y varios puestos donde rentar lo necesario para realizar deportes acuáticos. A la izquierda de la playa hay un acantilado que bordea la bahía, marcado como zona de coral por boyas colocadas en el mar, ¡ahí es donde sabíamos que deseábamos ir nadar!


A la parte derecha, bordeando otra zona rocosa, con mucho cuidado, pues es resbaladiza, llegamos a una pequeña playa, mucho mas tranquila, pues esta llena de rocas y no hay zona donde poder tumbarse, pero de aguas mucho más calmadas y cristalinas, con unas increíbles vistas al puerto de la localidad.



Esta playa es un lugar perfecto para practicar el snorkel, perderse en sus corales buscando preciosos peces, bien agrupados en grandes bancos o solitarios buscando comida.


Otra de las playas que visitamos fue Arrocito, esta es una pequeña cala con un único bar que abastece a la gran cantidad de personas que ahí se concentran. Parecía el lugar ideal para pasar el día con amigos o en familia, sin la aglomeración de La Entrega, mucho más grande y concurrida. La gran peculiaridad de este lugar es que en la arena se pueden encontrar cientos, miles, de trozos de coral roto y muerto. Como si de una chiquilla se tratase MJ se pasó un rato seleccionando lo más bonitos para crear regalos para familiares y amigos, junto muchísimos, pero unos días después, pensando en que es extraño que esto es algo que no se encuentra como souvenir, se informó, y es un poquito ilegal sacarlos del país, ya que, aunque estén muertos, siguen formando parte de la playa del lugar, tienen su función en el ecosistema. Con gran pesar tubo que devolverlos al mar.


Un poquito cansados de playas con gente y bares, uno de los días nos fuimos a Cacaluta, el paraíso en la tierra. A este lugar se accede yendo unos quince minutos en taxi y luego andando por una serie de caminos en el bosque durante unos cuarenta minutos. Pero, oh Cacaluta. Es sin duda alguna una playa soñada, larga, ancha, muy ancha, de finísima arena entre acantilados y una zona rocosa detrás, y mar calmado, sin nada ni “casi” nadie. La playa forma dos semicírculos con un poco de arena en medio algo más alto, por lo que no ves lo que hay al otro lado. Nosotros decidimos quedarnos en un extremo, bastante alejados, para hacer nudismo, pues no hay a quien molestar. A esta playa únicamente accedían, de vez en cuando, lanchas de tours privados que estaban un ratito y luego se iban. 


Como estábamos en la zona por donde se pone el sol y bajo un acantilado, la sombra empezó a extenderse pronto y pensando en los cuarenta minutos de vuelta caminando nos planteamos movernos, justo en ese momento vimos una lancha que amarrando a nuestro lado para que una pareja pudiera hacer snorkel al lado del acantilado. Idea, ¿y si hacemos barcostop?, ¿tu crees que funcionara?, Contesto MJ, va voy a preguntar. Funcionó, tanto la pareja como el dueño de la lancha se mostraron de acuerdo en llevarnos hasta su siguiente punto en el tour privado, Maguey. Dijimos adiós con mucho dolor en nuestro corazón a Cacaluta y nos volvimos a encontrar, tras un divertidísimo viaje en lancha pues el mar estaba picado y en el que pasamos por encima de cardúmenes de peces, con una playa con bares, sombrillas y hamacas. Nosotros decidimos echarnos una agradable siestecilla con el sonido del mar de fondo.
El último día de nuestra estancia quedamos con unos amigos que ya todos conocéis, Marco y Mara, si, una vez más volvimos a coincidir y decidimos pasar el día juntos, visitando dos preciosas playas vírgenes y nada turísticas, escondidas entre los acantilados que forman esta preciosa costa, estas son El Violín, y El Órgano. La primera era una cala entre acantilados, con grandes piedras sobre la arena, mientras que la segunda era bastante más amplia y ancha, arena fina y mar muchísimo más calmado. Andando entre ambas playas hay aproximadamente una hora de camino, que tuvimos que hacer pues al ser poco visitadas los taxis no se acercan a ellas, llegamos a El Órgano sudando y con muchas ganas de darnos un buen baño. Disfrutamos de un maravilloso día lleno de sol, arena, paz y risas con grandes amigos.


No penséis que lo único para hacer en estas playas es tumbarse en la arena, achicharrarse y comer ostras (que tampoco está nada mal), en cada una de estas playas siempre encontramos un trocito de coral, mucho menos impactante que en el Caribe, pero igualmente hermoso, ofreciéndonos la oportunidad de conocer nuevos peces.
En nuestros numerosos paseos nocturnos por el centro, este es una única plaza rodeada de restaurantes, tiendas de helados, hoteles y puestos de tours, nos fijamos en uno de esos tours, pues parecía tener una relación de precio muy buena en cuanto lo que ofrece. Esto es un tour en barco, bien catamaranes o algo más chiquito, por siete de las nueve bahías que conforman la zona de Huatulco, es decir, poder ver las playas, acantilados y formaciones rocosas desde el mar, desde enfrente, haciendo dos paradas durante el recorrido, pudiendo hacer snorkel en una de ellas y comer en la otra, un total de cinco horas de recorrido por el módico precio de 250 pesos (12,5€). Cierto es que este es el precio más barato que encontramos, después de mucho preguntar. El día acordado, a eso de las 10.00 a.m. una furgoneta nos recogió en nuestro hotel y nos llevó hasta el muelle donde subimos a nuestro barco, no fue un catamarán, cosa que agradecimos pues este iba mucho más lleno de turismo extranjero, nosotros disfrutamos de un viaje más acogedor donde hicimos unos cuantos amigos: una pareja de D.F y una chica con la que coincidiríamos más adelante en Zipilote, pero eso es otra historia.
Disfrutamos de una hora y media de snorkel en un espectacular arrecife en la playa Riscalillo, donde se podían ver peces globo, sin molestarlos, no estaban hinchados. Esta es una playa virgen, donde únicamente hay cuatro sombrillas que los pasajeros de los tours pueden rentar para no sufrir con el exceso de sol.


La segunda playa que visitamos fue San Agustín, más llena de restaurantes, palapa, sombrillas, totalmente equipada para el disfrute del turista. Muy amablemente nos dejaron sentarnos a comer nuestro bocadillo casero en una de las mesas de un restaurante, donde conocimos a nuestros nuevos amigos, quienes nos dieron a probar un manjar típico de la zona, la piña rellena. Esto es media piña, vaciada anteriormente y rellena por una mezcla de gamba, la piña, pimiento, cebolla y finalmente gratinada con queso ¡riquísima!
Envueltos en una amena y divertida conversación consumimos las dos horas de parada en este lugar y nos dispusimos a realizar el viaje de vuelta con la esperanza de ver delfines, pues esta es zona de paso de este grácil animal, pero sin positivo resultado. Lo que si pudimos observar fueron algunas tortugas y varias manta raya saltando fuera del agua, como queriendo volar.
Al llegar al puerto comenzaron las despedidas, con la amable oferta de la pareja de poder hospedarnos en su casa si decidíamos ir a México D.F….mmm, nos lo pensaremos.

domingo, 21 de mayo de 2017

Consejos de y para viajeras

Venga va, que sí, va venga, somos valientes, queremos destapar el mundo, a nosotras mismas, queremos descubrir, conocer, imaginar, explorar, crear, aprender, perdernos y luego encontrarnos. Es ahora o nunca ¡Lo hago! ¡Me voy de viaje con la mochila! Y que se echa en una mochila, aparte de ganas, ilusión, información, alguna guía sobre el país (o países) de destino.
Y es que la mochila es esa única compañera que nos acompaña todo el recorrido, en el que debemos y podemos confiar 100%, que no nos ha de fallar, o que si lo hace sea por algo mínimo, fácil de solventar. La mochila es nuestra casa, nuestra camarada y amiga fiel.

Es por ello que no debemos despreocuparla y debemos tener en cuenta cómo prepararla, para que ella nos ayude en el camino, nos lo facilite y acomode. Ella nos proveerá todo lo necesario.
Una de las primeras cosas que pensé antes de emprender el viaje fue no llenarla hasta el máximo, siempre volvemos con más cosas de las que nos vamos, bien sea por ropa o souvenirs. Además de todas las experiencias, los recuerdos, la gente, lugares, momentos inolvidables que al volver te asaltarán en cualquier momento y te harán reír tontamente, solo para ti y por ti.

De mi parte como mujer viajera, que recién comienza y aprende sobre las experiencias, me gustaría compartir algunos pequeños consejos que nos ayudan en este momento y en los venideros. El primero de ellos es modificar esta lista según cada una de nosotras, hacerla personal, descartar algunos y añadir otros, porque cada mochila está hecha a la espalda de cada una de nosotras.
·         No aferrarnos a lo material. Si te apetece comprarte algo, piensa que eso es peso en la espalda, piensa en dejar, regalar otra cosa. La mochila no es el bolso de Mary Poppins.
·      Llevar todo impreso y a mano, nunca en el mismo lugar que los originales, ni siquiera en la misma mochila.
·      Llevar dos tarjetas de crédito si es posible. Imaginemos que necesitamos dinero urgente, vamos al cajero y ¡ups! Algo falla, la tarjeta no funciona, se nos ha desimantado, no hemos calculado bien el dinero y no tenemos suficiente. No nos alarmemos, tenemos la tarjeta de repuesto. Como mayor precaución, al igual que con los documentos, yo recomiendo no llevarlas juntas, hay situaciones que no queremos, deseamos que no nos pasen, como perder el monedero o un robo, por ello llevar la segunda tarjeta separada de la primera.
·   Un cargador solar nos puede ayudar en bastantes momentos, como una noche de viaje en autobús, una acampada. Así como un enchufe ladrón, en un hostal, usualmente, podemos alegrarnos si tenemos un enchufe que poder usar. Yo aconsejo los ladrones de regleta, así no nos encontraremos con la situación de ocupar el enchufe de al lado cuando estos son pares.
·      Un pendrive, con nuestros documentos escaneados (pasaporte, dni en caso de tenerlo, seguro de viaje, licencia de conducir). Y si se desea un disco duro externo para todas esas increíbles fotos que no queremos perder. Otra idea para guardar los documentos son las nubes online, como google drive, aunque yo no recomiendo confiarse y siempre llevar los documentos fotocopiados e impresos.
·      Usar siempre un buen calzado, un viaje está destinado a caminarlo. Las sandalias de travesía son una muy buena opción en climas cálidos, sin olvidar unas chanclas para la ducha.
·    Ropa impermeable, tanto vayamos a viajar a un clima húmedo o no. Junto a ella una bolsa impermeable donde guardar nuestras cosas más importantes (móvil, documentos, cargador) también es una buena herramienta. Sin olvidar el cubre para la mochila.
·      No nos arrepentiremos de llevar un par de leggins que usar como segunda capa para los días más fríos.
·       Ropa de un solo color, cuantos menos estampados mejor. Básicamente ropa que sea fácilmente combinable.
·       Un chal o pañuelo, se puede usar en momentos de fresquito, un clima cálido que refresque por las noches, o en una noche fría en modo bufanda.
·       Aguja e hilo de color neutro. No es que yo sea muy mañosa para coser, pero la ropa cómoda no es algo fácil de encontrar en ciertas situaciones o lugares, y un pequeño roto no tiene por qué ser la razón para tirar las cosas. Nuestras sociedad de consumo nos dice que algo roto ya no sirve, una aguja e hilo hacen milagros en momentos de necesidad.
·         Pastilla de jabón para lavar ropa a mano.
·   Una piedra pómez. Como antes he dicho, el viaje hay que caminarlo, y nuestros pies son quienes nos llevan en él, por lo que a veces necesitaran algún mimo.
·     Respecto a higiene femenina, un paquete de toallitas húmedas a mano siempre vendrá bien. Nunca se sabe si habrá papel higiénico en el baño de carretera en el que paremos, sobre todo cuando tenemos el periodo.
·        Llevar tampones, compresas, lo que una elija y le haga sentir más cómoda, para emergencias. El estrés, los cambios nos afectan hormonalmente. Ir siempre preparada para ello no está de más, nos dará más seguridad y nos evitará situaciones bastante incómodas.
·   Si necesitas medicamentos durante el periodo, recomiendo conseguirlos previamente en tu farmacia habitual, ya que ciertos medicamentos, en otros países, requieren de receta médica, ser difíciles de conseguir o más suaves a lo que estamos acostumbradas.
·        Recientemente he estado investigando sobre el uso de la copa menstrual, le encuentro muchos pros en cuanto al ahorro de dinero y espacio, a la despreocupación de si llevaremos suficientes artículos de higiene, al espacio que estos ocupan. Pero también le encuentro un gran contra al lavarla diariamente, por muchas veces compartir el cuarto de baño; y guardarla al final, ya que es necesario hervirla y para ello hace falta estar en un hostal, lo cual no siempre es posible.
·       Si eres de las que usan maquillaje, yo recomiendo llevar el mínimo maquillaje. Un pintalabios, eyeliner y rímel visten muchísimo. Mi personal opción fue dejar el maquillaje de lado completamente.
·  Seleccionar un vestido que valga tanto para una ocasión especial como un día normal. Imprescindible que sea cómodo, nada de encajes (nunca sabes donde se lavara)
·     Ropa interior cómoda, nada de encaje o prendas delicadas. En general toda la ropa seleccionada debe ser lo más cómoda posible.
·       Por último, no olvidarnos del hambre, de esas largas horas en el viaje yendo a algún destino, de todo el tiempo invertido en buscar el lugar indicado para comer cuando parece que tenemos un agujero en el estómago. Un paquete de galletas a mano, una barrita energética, en el bolso salvan situaciones muy estresantes.
Finalmente, mi recomendación es dejar las costumbres no necesarias de lado. Sobre todo quitarse manías, abrir la mente y no preocuparse por pequeñas cosas. Informarnos muy bien del lugar de destino, la mochila será completamente diferente si vamos a un país tropical o a escalar montañas.
Gran parte de nuestras posesiones son no necesarias, dependen del bestial consumismo que nos rodea y nos orienta a comprar y comprar cada vez más. A creer que algo roto no tiene reparación o algo desgastado ya no hace su función. Inventa artículos que nos harán la vida más cómoda, más accesible, fácil y práctica. Para mí la comodidad viene en la ligereza de una prenda, la accesibilidad en su utilidad, la facilidad en la sencillez y todo ello junto, crean un entorno más práctico en mis necesidades y en las situaciones que nacen diariamente. Crecemos creyendo que necesitamos 20 pares de pantalones y otras tantas camisetas y vestidos. 

En el momento de empacar una mochila, con cada una de nuestras decisiones, debemos pensar si de verdad necesitamos esa prenda, ese artículo, si es imprescindible en nuestro viaje. Puede haber varias opciones:
Ø  Sí, es imprescindible. Échalo, por supuesto.
Ø  Es totalmente prescindible. Descártalo, únicamente es peso que añades a tu espalda.
Ø  No quieres deshacerte de él, pienso en él como un “por si acaso”. Déjalo en un montón aparte, vuelve a repensarlo después de tener todos los imprescindibles y considera si todavía es necesario.
Aun así, aun y con todo este proceso creado y repetido, os aseguro que siempre habrá algo que no usaremos durante el viaje. Mi recomendación para ello, es que en cuanto nos demos cuenta de que no lo estamos usando y no lo usaremos, regalarlo. ¡Démosle a nuestros artículos una segunda oportunidad en este mundo!


Si sobra espacio en la mochila, después de haber terminado, ¡mejor para ti! Pero ya verás como la iras llenando poco a poco durante el viaje. Como dije antes no la llenes por llenarla, siente cada una de tus posesiones como el peso que ellas son, piensa en los cambios de avión, tren o autobús, piensa en las largas horas caminando para buscar alojamiento y ya verás cómo día a día te alegras de no manejar un gran mochilón.

viernes, 12 de mayo de 2017

Oventik, Chiapas, México

Desde que estamos en el estado de Chiapas, hace ya varias semanas, no ha parado de llegarnos información sobre el movimiento zapatista. Si bien sabíamos de su existencia antes de emprender este viaje, no conocíamos más que la parte histórica, aquella revolución de la que tanto se hablaba en los años noventa, pero que internacionalmente hablando parece haber quedado en el olvido.
Hablando con la gente local que nos hemos ido cruzando en el camino fue cuando empezamos a conocer sobre la situación actual del zapatismo, nos contaban sobre su organización en caracoles (núcleos independientes donde se viva en comunidad auto gestionada y donde se llevan a cabo las decisiones sobre la zona a la que pertenecen.) aunque nos avisaron de que era un lugar poco turístico, la curiosidad nos llevó a conocer el caracol más cercano a San Cristóbal de las Casas, Oventik.

Antes de tomar el taxi que nos llevaría al caracol, pasamos por el mercado para comprar algo de despensa, pues nos habían advertido que era requisito indispensable para poder acceder. Así que con frijoles y arroz en una bolsa, tomamos el taxi que tras más de una hora por estrechas carreteras de infinitas curvas nos dejaría en medio de la nada, junto a una valla que decía: “está usted en territorio zapatista, aquí el pueblo ordena y el gobierno obedece.”

Al acercarnos a la valla un hombre con pasamontañas nos observada, le saludamos y le explicamos que veníamos a conocer el caracol, a lo que nos contestó que teníamos que esperar. Entró en una caseta y nosotros esperamos observando todo lo que ocurría a nuestro alrededor, pues todo el mundo iba con la cara cubierta, bien con pasamontañas o con pañuelos sobre la nariz. Al rato volvió el hombre acompañado por otro encapuchado, portando una libreta para hacernos una entrevista, comenzó por preguntarnos nuestros nombres y apellidos, lugar de residencia, ocupación y motivo de la visita y si era nuestra primera vez. Tras dar todas las respuestas el hombre volvió a su caseta y el otro se quedó en su puesto de vigilancia, no pidieron que esperásemos otra vez. Y es que en los caracoles zapatistas todo se decide por asamblea, así que nos tocó esperar para ver el resultado frente a nuestra petición de conocer el lugar.
Al rato de esperar, dos mujeres con pañuelo tapándoles la cara abrieron la puerta y con las manos nos hicieron señas para entrar. Sobre los frijoles y el arroz que ofrecimos durante el proceso, nos dijeron que no les está autorizado recibir nada, así que ya sabéis, si algún día vais a visitar Oventik, id con las manos vacías, el corazón abierto y la pila de la paciencia bien cargada.

Las dos mujeres comenzaron a caminar por una empinada cuesta abajo, murmurando entre ellas. Nadie nos había dicho lo que debíamos hacer y aunque no nos habían dado ninguna instrucción, nosotros las seguimos, pues después de todo el proceso para dejaros entrar no esperábamos que nos dejaran caminar libremente por el caracol. Con algo de tensión en el ambiente, anduvimos unos doscientos metros, mirando medio de reojo las docenas de casetas de madera, pintadas con motivos revolucionarios referentes al zapatismo y la revolución cubana. Al llegar al final de la calle, las dos mujeres señalaron un gran edificio alargado y con un acento que nos costó entender nos comunicaron que estábamos ante el colegio de secundaria. Intentamos hacer algunas preguntas para que nos explicaran un poco sobre el sistema educativo del caracol, pero no conseguimos casi nada. Parecía que una de las mujeres no entendía ni hablaba español y la otra solo contestaba con las respuestas más breves posibles, la mayoría de las ocasiones con monosílabos. De lo poco que entendimos en la pésima comunicación, dedujimos que nos estaba permitido hacer fotografías, pero no entrar a ningún lugar.

Paseamos por el patio de la escuela y la cancha de baloncesto situada en su centro, disfrutando de los murales pintados por doquier, algunos con imágenes del Che Guevara o Emilio Zapata, otros dedicados al Ejercito Zapatista de Liberación Nacional y muchos pintados por artistas de otros países que han visitado el lugar apoyando dicha revolución.
Al rato de pasear por la escuela las mujeres nos hicieron señas con la intención de que les siguiéramos de vuelta a la entrada. Esta vez sí, nos sabíamos algo más confiados y fuimos preguntando por cada una de las casetas o edificios que encontrábamos en el camino. Ellas solo se limitaban a decir la función de cada lugar, y dada la situación, nos dimos por satisfechos.
Pues entre otros edificios, pasamos por varios ateneos, cooperativas de mujeres para el trabajo de las artesanías y algunas tiendas donde las vendían para financiar el caracol, un gran hospital con ambulancia y servicio de urgencias, la Casa del Buen Gobierno, donde se toman las decisiones en asamblea, la oficina de la mujer y algunos lugares más que no supimos descifrar que eran. En ninguno de ellos faltaba una bonita pintura, una frase revolucionaria, una dedicatoria a las tareas de la revolución.

La visita se hizo corta, pues el caracol es pequeño y la gente que allí vive no se presta a conversar, así que en poco tiempo estábamos de nuevo saliendo por la verja donde el señor encapuchado se despedía secamente de nosotros.
Del otro lado de la carretera había un par de tiendecitas más, la escuela de primaria y un pequeño restaurante donde servían bebidas y algunos tacos. Pedimos permiso para visitarlos también.

Sobre la organización del caracol, nos informamos más tarde al llegar a San Cristóbal de las Casas, donde nos explicaron, además de los conocidas tomas de decisiones asamblearias, que todos trabajaban en todo, por turnos en diferentes periodos de tiempo y que el Buen Gobierno iba cambiando cada semana y lo podía formar cualquier persona que habitase en el caracol.

Tomamos un taxi de vuelta a San Cristóbal, con un sabor agridulce, por una parte nos alegramos de haber podido visitar tan interesante lugar, y nos encantó que en México se permitiera la existencia de los caracoles, lugares auto gestionados donde se permite a sus habitantes vivir de acuerdo a sus ideas. Por otra parte, el sabor amargo de no haber podido conocer más, o comprender, pues es una comunidad muy cerrada, cosa que entendemos pues deben mantenerse firmes si no quieres que el capitalismo ente por su valla. Pero el peor sabor quedo cuando uno conoce la historia, pues entristece saber que todavía hay pueblos que necesitan un alzamiento militarizado para que se les respete sus derechos básicos por parte de los gobiernos y que hoy en día tengan que vivir en el anonimato y la marginalidad simplemente por creer en un sistema publico social diferente al impuesto globalmente.

Aunque nunca nos escuchareis apoyar ningún tipo de violencia, sí que entendemos la parte de la revolución referente a la represión del pueblo indígena, y a la lucha por unos ideales que aunque suenan algo utópicos, Oventik demuestra que al menos en pequeña esencia funcionan, y para nuestra sorpresa, mucho mejor de lo que esperábamos.

viernes, 5 de mayo de 2017

San Juan Chamula y Zinacantán, Chiapas, México

La mezcla cultural que se vive en San Cristóbal de las Casas se debe a que la población local convive con aldeanos indígenas que vienen a la ciudad para comprar productos o vender sus artesanías en los mercados del lugar. Viendo sus coloridos y pintorescos ropajes, su completamente diferente y exótica fisionomía y escucharlos hablar entre ellos tzotzil (dialecto derivado del idioma maya) aumentan nuestras ganas y curiosidad para conocer más sobre su cultura, así que decidimos adentrarnos en las montañas chiapanecas para conocer dos de las comunidades indígenas más características de la zona.
Uno de ellos fue San Juan Chamula, una comunidad de habla tzotzil y de fuertes tradiciones bien arraigadas en la sociedad.


Aunque ya nos habían advertido que los Chamula no eran gente muy sociable, esto no dejó de hacernos sentir algo incómodos, pues uno quiere respetar el lugar y la gente que allí vive, y a veces cuesta saber como comportarse en sitio así. La primera norma es que a los Chamula no les gusta que les hagan fotografías y pueden llegar a ofenderse mucho. Si uno llegase a hacer una fotografía dentro de la iglesia podría llegar a tener serios problemas con la comunidad, y es que San Juan Chamula es un pueblo totalmente independiente del gobierno mexicano, esta comunidad está gestionada con normas y reglas propias adaptadas a sus costumbres e historia, están exentos de impuestos y aplican su propio concepto de justicia, educación, sanidad, etcétera.
Se cuenta que uno de los alcaldes robó dinero al pueblo y al poco tiempo murió a tiros junto a algunos concejales, una manera un poco radical y a la vez eficaz de acabar con la corrupción, ¿no creéis?
Pues así, cámaras guardadas, nos dedicamos a conocer el pueblo, que aunque festejaba la fiesta de San Sebastián Mártir, sus habitantes no desprendían mucha alegría, aunque si embriaguez, y sus calles estaban totalmente abarrotadas de gente local, vistiendo sus tradicionales trajes de pelo de cabra.
Como el mayor punto de interés es la popular iglesia, recorrimos la calle principal hasta llegar a ella y además lo hicimos en el momento exacto, pues centenares de personas esperaban algo que no sabíamos que seria y por la gran barrera creada entre ellos y el turismo, tanto por no querer mezclarse y el lenguaje, no fuimos capaces de anticiparnos.


Entramos en la iglesia y empezó la magia. Es un lugar donde la adoración a la naturaleza de los antiguos mayas se mezcla con el catolicismo impuesto hace más de quinientos años, viéndose reflejado en que la iglesia no tiene bancos y todo el suelo está cubierto de ramas de pino, donde los creyentes se arrodillan a rezar a santos cristianos que dicen representar a cada uno de los antiguos dioses mayas en su versión más católica. Cada uno de los santos lleva colgado del cuello un espejo para que los males se reflejen y queden purificados. Pero lo más impactante de esta iglesia es su ambiente, pues decenas de músicos tocaban harpas e instrumentos de percusión entre el intenso humo de copal quemado, que al filtrarse por los rayos de luz que entra por las ventanas, dan al lugar un aire místico capaz de envolverte y transportarte en muy pocos segundos.
Al poco tiempo de estar allí la gente empezó a empujar y el ambiente comenzó a ponerse más tenso. Varios hombres portando altas banderas se colocaron en el centro de la iglesia y todos los músicos a su alrededor. Nos hicimos a un lado, pues parecía que en breve algo iba a ocurrir, y así fue, empezaron a cargar santo a santo sobre sus hombres y cual procesión de Semana Santa desfilaron hacia la salida del templo. Cuando todos los santos estaban ya fuera fueron paseados en círculo alrededor de la plaza principal, nosotros también salimos para observar el espectáculo. Algunos hombres iban colocando ramas de pino para marcar el camino por dónde los santos pasarían, otros lanzaban estruendosos petardos conforme los santos avanzaban, y la mayoría bebía pox, un fuerte aguardiente que hacía caer a muchos, en ese mismo instante un grupo de hombres los cogía a hombro y los sacaba del recinto, para dejarlos tirados en cualquier esquina.
Tras tres vueltas a la plaza los santos volvieron a la iglesia, cesando las explosiones de petardos y los músicos dirigieron su banda hacía la casa del alcalde. Nosotros, agotados por la intensidad de las emociones y captando las miradas de tensión, decidimos ir a comer algo y coger energías para nuestro próximo destino.
Unos quince minutos en taxi nos dejarían en el valle dónde se encuentra la aldea de Zinacantán, dónde también celebraban la fiesta de San Sebastián Mártir. Aunque tan solo diez kilómetros separan a una aldea de la otra, sus gentes son totalmente diferentes. Vestidos para la ocasión, tanto hombres como mujeres lucían sus atuendos predominantemente morado o rosa, bordados a mano con motivos florales y algunos hombres añadiendo coloridos sombreros de serpentina.


La iglesia, tan mística como la de los Chamula, pero algo más alegre, lucía con orgullo los miles de frutas colgadas del techo en ofrenda a los santos. En la plaza de la iglesia, una fiesta totalmente distinta a la que habíamos presenciado, todo el pueblo se reunía en círculo rodeando a divertidos danzantes que saltaban y corrían con estructuras metálicas sobre sus cabezas y en ellos colocados sistemas pirotécnicos que iban explotando mientras jugueteaban con un grupo de niños, que los perseguían barriéndolos con escobas a medida. Nosotros deducimos una simbolización para espantar al demonio a base de escobazos. De vez en cuando, acompañando a estos diablos pirotécnicos, salían hombres disfrazados de ancianos o mujeres, o incluso luchadores mexicanos enmascarados, para hacer la fiesta más atractiva.


Muy cerquita del espectáculo se encontraban dos gigantes estructuras metálicas con forma de torres, rellenos de fuegos artificiales preparados para su explosión al anochecer, pero como todavía quedaba mucho y estábamos algo cansados decidimos volver a San Cristóbal perdiéndonos el que seguro fue un irrepetible espectáculo.


Pero antes de volver nos ofrecieron visitar uno de los telares dónde se producen todos los vestidos de la fiesta y algunos accesorios más, de forma totalmente manual, con lo que se conoce como telar de cintura.

La visita a las dos aldeas es algo que todo el que pase por San Cristóbal debe hacer, pues se encuentran muy cerca. A nosotros nos voló la imaginación por un momento intentando pensar que se esconderían en lo profundo de esas altas montañas, pues seguro que la infinidad de pequeñas aldeas con distintas costumbres, donde los turistas no suelen llegar, fascinarían nuestros sentidos como lo han hecho Zinacantán y San Juan Chamula.