jueves, 15 de junio de 2017

Puerto Escondido, Oaxaca, México

Seguimos visitando la costa del Pacífico y nuestra siguiente parada en este periodo de sol y playa es Puerto Escondido, famoso lugar para surferos por su larga Playa Zicatela, 3 km aproximados de arena donde se presentan grandes olas, pudiendo llegar a los seis metros de altura, para el disfrute de los amantes de este deporte. Es por ello que esta playa esta abarrotada de bares, locales, hoteles todos enfocados al aire californiano que caracteriza el estilo de quienes practican el surf.
Lo que a nosotros respecta, esta no es una playa muy disfrutable, tanto por lo caro de sus locales como por sus fuerte oleaje que no dejan disfrutar de un tranquilo y refrescante baño, en realidad uno debe tener bastante cuidado, pues las corrientes que traen y llevan las olas, así como la famosa resaca que estas forman, pueden arrastrarte sin que uno lo percate.
Pero no solo existe esta playa en Puerto Escondido, si uno continua andando hacia la zona centro de la ciudad, en una pequeña bahía que frena ese oleaje se puede disfrutar de un ratito de mar, refrescarse y tomar el sol, ¡hasta nos encontramos un vendedores de ostras paseando por la playa!
Una vez más el atractivo de este lugar es el agua, el sol, pero no la tranquilidad. Estas playas están bastante concurridas de turismo nacional y local, esta pequeña bahía es el puerto de la localidad, únicamente destinado a barcas de pesca por lo que la orilla esta llena de pescadores limpiando su mercancía, vendiéndola en clandestinos puestos, junto a otros comerciantes que a cada segundo te preguntan si deseas un collar, un plato de frutas o un fresco refresco para calmar la sed que da el fuerte sol.


Ante este panorama y por nuestro afán por descubrir nuevos rincones, decidimos explorar varias payas que nos contaron que están fuera de la ciudad y del gran bullicio.
Para llegar a la primera de ellas anduvimos durante una hora desde el dentro de Puerto Escondido hasta una especie de barrio únicamente con hoteles, grandes y lujosos hoteles, uno tras otro, y algunos restaurantes y bares. Eso sí, por las calles no había un alma, pues el sol estaba fuerte. Preguntando a las pocas personas que encontramos en nuestro camino y bien acalorados, llegamos al destino, una pequeña cala entre acantilados, llena de gente, pues es el primer destino de todos aquellos hospedados en los hoteles localizados alrededor, esta es Playa Carrizalillo. En esta cala se puede encontrar un restaurante y una escuela de surf, pues el oleaje no es tan fuerte como en otras playas. Pasamos un rato agradable entre suaves olas y tomando el sol para descansar de la caminata realizada para llegar hasta aquí.
Tres ese rato pusimos rumbo a la segunda playa que queríamos visitar en el día, a una media hora de camino encontramos Playa Bacocho, una larga y abierta al mar playa, donde el oleaje se vuelve muy fuerte y brusco, imposible bañarse, pero divertidísimo ver lo alto que llegan las olas y la fuerza que posee el agua. Esta playa tiene dos atractivos, nada que ver con las olas ninguno de ellos. Uno es la puesta de sol, de rojos colores, sobre el mar azul y esta inmensa continuidad de arena, un momento perfecto para respirar, pensar y relajarse, observar e interiorizar el lugar que al esconderse el sol, la naturaleza te regala.


La segunda razón para visitar esta playa, es algo que nosotros llevamos queriendo hacer y persiguiendo desde que llegamos a México; liberar tortugas recién nacidas. Como ya hemos mencionado muchas veces, México tiene una biodiversidad inigualable, y gran parte de ella se trata sobre las tortugas marinas que habitan sus mares y vienen a sus playas a desovar. Desgraciadamente muchas de estas tortugas están en peligro de extinción por culta de las manos de los codiciosos seres humanos. Por todo el país existen granjas de cría de tortugas, donde además realizan un gran trabajo para concienciar sobre esta situación, estudian la problemática y así poder ayudar en la supervivencia de este animal. Pues bien, en las playas de esta zona del pacífico las tortugas ponen huevos durante todo el año, dándonos a nosotros la oportunidad de realizar este pequeño gesto. Para poder evitar el robo de huevos para el consumo humano por parte ciertos personajes existen asociaciones que se dedican a recorrer la playa por la noche, pues es cuando las tortugas salen del mar a anidar. Con mucho cuidado, los huevos se recogen y se llevan a una zona de la playa con vallado, donde se vuelven a depositar en la arena, ya que esta con el calor solar los incuba hasta que nacen las tortugas. Y ahí es donde existe un momento muy crítico para este animal, puesto que, recién nacidos deben llegar hasta el mar, sorteando obstáculos, como la caza humana y el ser una presa muy fácil para otros animales, como zorrillos, gaviotas o cangrejos. La liberación de tortugas consiste en, al caer el sol, ayudar a este animal en esta travesía, dejándola más cerca del mar, depositándola a unos pocos metros del agua, puesto que ella debe llegar al agua por sí misma, para que la naturaleza siga su rumbo, sin alterarla.


Ver a estos animalitos, tan pequeños, andar despacito, solo guiándose por el sonido del mar, es algo maravilloso, mientras espantas a las gaviotas que desean cenar. Ver a la tortuguita que hace un ratito sostenías en tu mano, dejarla ir y observar cuando llega al agua, respirar, porque es libre, es un sentimiento indescriptible, no solo por ayudar a la naturaleza, sino por la majestuosidad de este momento y el gran poder que encierra. Es agregar tu granito de arena para ayudar a este plantea nuestro que tanto lo necesita y que tan rápido olvidamos. Concienciar a los más pequeños, enseñar sobre naturaleza y aprender de su intensidad y el amor que transmiten.
Cualquiera que desee conocer más sobre las tortugas, la problemática que encierra su peligro de extinción o únicamente desee experimentar una liberación, puede dirigirse a: Hugo Ibáñez López
Esta es una pequeña pero fuerte asociación, que necesita algo de ayuda en su difusión.


Entre la playa principal y la playa de Carrizalillo se encuentran dos pequeñas calitas de aguas tranquilas y cristalinas, al lado de un acantilado. Sus nombres son Playa Angelito y Playa de Manzanilla, ambas abarrotadas de familias mexicanas, quizás porque las visitamos en fin de semana. A pocos metros de la orilla, decenas de restaurantes con especialidades en pescados y mariscos, algunas tiendas de objetos playeros y vendedores de tours para explorar el océano y ver la fauna del lugar. Si no fuera por los niños gritando entre juegos, las mamas gritando a los niños, el del restaurante gritando a las mamas para ofrecer sus menús y el del tour también gritando para vender sus paseos, las dos calitas son de una gran belleza, encantador lugar para pasar el día.


Justo a la derecha de la playa principal, hay una colina a pie de mar, que alberga el faro de Puerto Escondido, y bajo este faro, un caminito de escalones que rodea la colina serpenteando entre rocas, a veces llegando hasta el nivel del mar. Es un recorrido de una media hora para rodear toda la colina y disfrutar de un paseo en soledad, admirando las olas rompiendo con las rocas.


En términos generales, la ciudad de Puerto Escondido no nos gustó mucho, pues la encontramos grande, ajetreada, con mucho ruido y tráfico, algo sucia y con gran cantidad de gente alcoholizada por la calle, pero quizás nuestro juicio no es muy de fiar, pues recién llegábamos de nuestro pequeño paraíso, Zipolite, y sabíamos que cualquier cosa nos podría decepcionar.
La zona central de la ciudad está en la parte alta, pues Puerto Escondido está situado en la ladera de una gran montaña, y todo son cuestas empinadas. Esta zona es la parte comercial de la ciudad, donde abundan los hoteles, restaurantes de todo tipo y áreas comerciales. Pero para la adoración y disfrute del turista, existe la calle adoquinada, justo detrás de la playa principal, una larga calle donde el turista encuentra cualquier cosa que pueda necesitar, desde restaurantes con comida regional, tours y excursiones por la zona y algunos hoteles y hostales donde alojarse, a tan solo unos pasos del mar e infinidad de tiendas de souvernirs con las artesanías más coloridas elaboradas por el propio estado de Oaxaca.

Uno de los grandes atractivos de esta zona es la observación de la bioluminiscencia, un tipo de plancton que en unas condiciones determinadas, brilla al ser agitado. Como no nos lo queríamos perder, buscamos entre las mejores opciones y entre ellas discutimos que podíamos ir a la Laguna de Manialtepec en un tour organizado, lo que significaba precio elevado y en compañía de más turistas, o viajar más de dos horas a la solitaria laguna de Chacahua y pasar dos días aislados en su isla. ¿Adivináis cual fue nuestra elección? Nos vemos en Chacahua.

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