Seguimos visitando la costa del
Pacífico y nuestra siguiente parada en este periodo de sol y playa es Puerto
Escondido, famoso lugar para surferos por su larga Playa Zicatela, 3 km
aproximados de arena donde se presentan grandes olas, pudiendo llegar a los
seis metros de altura, para el disfrute de los amantes de este deporte. Es por
ello que esta playa esta abarrotada de bares, locales, hoteles todos enfocados
al aire californiano que caracteriza el estilo de quienes practican el surf.
Lo que a nosotros respecta, esta
no es una playa muy disfrutable, tanto por lo caro de sus locales como por sus
fuerte oleaje que no dejan disfrutar de un tranquilo y refrescante baño, en
realidad uno debe tener bastante cuidado, pues las corrientes que traen y
llevan las olas, así como la famosa resaca que estas forman, pueden arrastrarte
sin que uno lo percate.
Pero no solo existe esta playa en
Puerto Escondido, si uno continua andando hacia la zona centro de la ciudad, en
una pequeña bahía que frena ese oleaje se puede disfrutar de un ratito de mar,
refrescarse y tomar el sol, ¡hasta nos encontramos un vendedores de ostras
paseando por la playa!
Una vez más el atractivo de este
lugar es el agua, el sol, pero no la tranquilidad. Estas playas están bastante
concurridas de turismo nacional y local, esta pequeña bahía es el puerto de la
localidad, únicamente destinado a barcas de pesca por lo que la orilla esta
llena de pescadores limpiando su mercancía, vendiéndola en clandestinos
puestos, junto a otros comerciantes que a cada segundo te preguntan si deseas
un collar, un plato de frutas o un fresco refresco para calmar la sed que da el
fuerte sol.
Ante este panorama y por nuestro
afán por descubrir nuevos rincones, decidimos explorar varias payas que nos
contaron que están fuera de la ciudad y del gran bullicio.
Para llegar a la primera de ellas
anduvimos durante una hora desde el dentro de Puerto Escondido hasta una
especie de barrio únicamente con hoteles, grandes y lujosos hoteles, uno tras
otro, y algunos restaurantes y bares. Eso sí, por las calles no había un alma, pues
el sol estaba fuerte. Preguntando a las pocas personas que encontramos en
nuestro camino y bien acalorados, llegamos al destino, una pequeña cala entre acantilados,
llena de gente, pues es el primer destino de todos aquellos hospedados en los
hoteles localizados alrededor, esta es Playa Carrizalillo. En esta cala se
puede encontrar un restaurante y una escuela de surf, pues el oleaje no es tan
fuerte como en otras playas. Pasamos un rato agradable entre suaves olas y
tomando el sol para descansar de la caminata realizada para llegar hasta aquí.
Tres ese rato pusimos rumbo a la
segunda playa que queríamos visitar en el día, a una media hora de camino
encontramos Playa Bacocho, una larga y abierta al mar playa, donde el oleaje se
vuelve muy fuerte y brusco, imposible bañarse, pero divertidísimo ver lo alto
que llegan las olas y la fuerza que posee el agua. Esta playa tiene dos atractivos, nada que ver con las olas ninguno de ellos. Uno es la puesta de sol,
de rojos colores, sobre el mar azul y esta inmensa continuidad de arena, un
momento perfecto para respirar, pensar y relajarse, observar e interiorizar el
lugar que al esconderse el sol, la naturaleza te regala.
La segunda razón para visitar
esta playa, es algo que nosotros llevamos queriendo hacer y persiguiendo desde
que llegamos a México; liberar tortugas recién nacidas. Como ya hemos
mencionado muchas veces, México tiene una biodiversidad inigualable, y gran
parte de ella se trata sobre las tortugas marinas que habitan sus mares y
vienen a sus playas a desovar. Desgraciadamente muchas de estas tortugas están
en peligro de extinción por culta de las manos de los codiciosos seres humanos.
Por todo el país existen granjas de cría de tortugas, donde además realizan un
gran trabajo para concienciar sobre esta situación, estudian la problemática y así
poder ayudar en la supervivencia de este animal. Pues bien, en las playas de
esta zona del pacífico las tortugas ponen huevos durante todo el año, dándonos
a nosotros la oportunidad de realizar este pequeño gesto. Para poder evitar el
robo de huevos para el consumo humano por parte ciertos personajes existen
asociaciones que se dedican a recorrer la playa por la noche, pues es cuando
las tortugas salen del mar a anidar. Con mucho cuidado, los huevos se recogen y
se llevan a una zona de la playa con vallado, donde se vuelven a depositar en
la arena, ya que esta con el calor solar los incuba hasta que nacen las
tortugas. Y ahí es donde existe un momento muy crítico para este animal, puesto
que, recién nacidos deben llegar hasta el mar, sorteando obstáculos, como la caza
humana y el ser una presa muy fácil para otros animales, como zorrillos,
gaviotas o cangrejos. La liberación de tortugas consiste en, al caer el sol,
ayudar a este animal en esta travesía, dejándola más cerca del mar,
depositándola a unos pocos metros del agua, puesto que ella debe llegar al agua
por sí misma, para que la naturaleza siga su rumbo, sin alterarla.
Ver a estos animalitos, tan
pequeños, andar despacito, solo guiándose por el sonido del mar, es algo
maravilloso, mientras espantas a las gaviotas que desean cenar. Ver a la
tortuguita que hace un ratito sostenías en tu mano, dejarla ir y observar
cuando llega al agua, respirar, porque es libre, es un sentimiento
indescriptible, no solo por ayudar a la naturaleza, sino por la majestuosidad
de este momento y el gran poder que encierra. Es agregar tu granito de arena
para ayudar a este plantea nuestro que tanto lo necesita y que tan rápido
olvidamos. Concienciar a los más pequeños, enseñar sobre naturaleza y aprender
de su intensidad y el amor que transmiten.
Cualquiera que desee conocer más
sobre las tortugas, la problemática que encierra su peligro de extinción o
únicamente desee experimentar una liberación, puede dirigirse a: Hugo Ibáñez López
Esta es una pequeña pero fuerte
asociación, que necesita algo de ayuda en su difusión.
Entre la playa principal y la
playa de Carrizalillo se encuentran dos pequeñas calitas de aguas tranquilas y
cristalinas, al lado de un acantilado. Sus nombres son Playa Angelito y Playa
de Manzanilla, ambas abarrotadas de familias mexicanas, quizás porque las
visitamos en fin de semana. A pocos metros de la orilla, decenas de restaurantes
con especialidades en pescados y mariscos, algunas tiendas de objetos playeros
y vendedores de tours para explorar el océano y ver la fauna del lugar. Si no
fuera por los niños gritando entre juegos, las mamas gritando a los niños, el
del restaurante gritando a las mamas para ofrecer sus menús y el del tour
también gritando para vender sus paseos, las dos calitas son de una gran
belleza, encantador lugar para pasar el día.
Justo a la derecha de la playa principal,
hay una colina a pie de mar, que alberga el faro de Puerto Escondido, y bajo este
faro, un caminito de escalones que rodea la colina serpenteando entre rocas, a
veces llegando hasta el nivel del mar. Es un recorrido de una media hora para
rodear toda la colina y disfrutar de un paseo en soledad, admirando las olas
rompiendo con las rocas.
En términos generales, la ciudad
de Puerto Escondido no nos gustó mucho, pues la encontramos grande, ajetreada,
con mucho ruido y tráfico, algo sucia y con gran cantidad de gente alcoholizada
por la calle, pero quizás nuestro juicio no es muy de fiar, pues recién
llegábamos de nuestro pequeño paraíso, Zipolite, y sabíamos que cualquier cosa
nos podría decepcionar.
La zona central de la ciudad está
en la parte alta, pues Puerto Escondido está situado en la ladera de una gran
montaña, y todo son cuestas empinadas. Esta zona es la parte comercial de la
ciudad, donde abundan los hoteles, restaurantes de todo tipo y áreas comerciales.
Pero para la adoración y disfrute del turista, existe la calle adoquinada,
justo detrás de la playa principal, una larga calle donde el turista encuentra
cualquier cosa que pueda necesitar, desde restaurantes con comida regional, tours
y excursiones por la zona y algunos hoteles y hostales donde alojarse, a tan
solo unos pasos del mar e infinidad de tiendas de souvernirs con las artesanías
más coloridas elaboradas por el propio estado de Oaxaca.
Uno de los grandes atractivos de
esta zona es la observación de la bioluminiscencia, un tipo de plancton que en
unas condiciones determinadas, brilla al ser agitado. Como no nos lo queríamos
perder, buscamos entre las mejores opciones y entre ellas discutimos que
podíamos ir a la Laguna de Manialtepec en un tour organizado, lo que
significaba precio elevado y en compañía de más turistas, o viajar más de dos
horas a la solitaria laguna de Chacahua y pasar dos días aislados en su isla. ¿Adivináis
cual fue nuestra elección? Nos vemos en Chacahua.
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