lunes, 19 de junio de 2017

Chacahua, Oaxaca, México

¡Hoy nos vamos de aventura en busca de la famosa bioluminiscencia! Salimos de Puerto Escondido en un colectivo que después de una hora larga nos deja en el cruce de Zapotalito, allí esperamos que se llene el taxi que nos llevara al embarcadero, donde tomamos una barca que nos deja en la isla de Chacahua al otro lado de la laguna, donde una rustica camioneta nos transporta a todos los que íbamos en la barca, en la parte de atrás, durante cuarenta minutos más, hasta llegar a nuestro destino. Cuatro transportes diferentes y más de dos horas necesitamos para llegar a la comunidad de Chacahua, una pequeña aldea situada en una isla entre el océano pacífico y una laguna declarada parque nacional, reuniendo un ecosistema único entre playas de arena fina y manglares de aguas dulces, que crea una flora, pero sobre todo fauna, variada e impresionante.


A la orilla de la laguna se desarrolla la vida local, es decir, en las cuatro calles sin asfaltar que conforman la localidad, es donde se encuentras las casas de los que allí viven y algunos pequeñas tiendecitas y restaurantes, la mayoría de pescado, el menú varía según la pesca del día anterior y lo que haya llegado a la isla en esa misma barca en la que los transeúntes cruzan, traer productos desde tierra firme se hace muy difícil y costoso.


Hasta llegar a la zona del pueblo nos encontramos con una zona de tierra seca. Del lado de la playa, alojamientos muy económicos, cabañas muy sencillas a orilla del mar y zonas para poner una tienda de campaña, siempre con las tan imprescindibles hamacas, e infinidad de restaurantes algo más turísticos pues es la zona donde vivimos lo que venimos de visita. El atractivo de este lugar es la simplicidad de la isla, que la hacen un paraíso de la relajación, pues más allá de las cuatro cabañas se extiende una ancha y virgen playa de arena fina, de varios kilómetros donde uno no encuentra más que soledad y el ruido de las grandes olas del pacifico rompiendo en la arena. De hecho, muchos surfistas se acercan a este idílico lugar por este mar, para practicar el surf sin el estrés de Puerto Escondido.


Nosotros nos alojamos en una de estas cabañitas a orillas del mar, donde por 200 pesos (10€) donde estuvimos agustísimo. Ese mismo día organizamos todo para poder cumplir nuestro objetivo en Chacahua, ver la bioluminiscencia. Y así fue, a las 19.00, justo después de la puesta de sol y a tres horas de que saliera la luna y nos impidiese disfrutar del espectáculo con el reflejo de su luz, nos esperaba el barquero para poder rumbo al agua y poder disfrutar de otro increíble fenómeno natural. Después de remar varios metros y acercarnos a la zona de manglares que con su sombra proporcionaba una oscuridad adicional a las aguas, empezamos a ver como cada vez que el barquero hundía el remo en el agua, decenas de puntitos empezabas a  brillar, cual luciérnagas, desde el agua. Cuanto más nos adentrábamos en la oscuridad, más se reflejaban estos puntitos de luz, así que como niños metimos manos y pies en el agua y empezamos a jugar, chapotear, mecer el agua, lanzándola al aire, intentando atrapar alguna de estas estrellitas en la palma de la mano, para luego dejarla caer despacito. Solo deseábamos ver todos los efectos que la bioluminiscencia podía provocar.
¿Y esto por qué pasa? Pues aquí os lo contamos. Se trata de miles de microorganismos, un tipo de plancton, que pasa del mar a la laguna cuando crece la marea, y aprovecha sus calmadas aguas para reproducirse fuera de peligro de los depredadores del océano. El hecho de que se iluminen al tocarlos, removiendo las aguas, es un mecanismo de defensa para no ser engullidos por otros animales. Y esto es lo que los hace tan especiales y alucinantes. Eso sí, tener en cuenta que la bioluminiscencia solo se ve en completa oscuridad y en lugares donde existe esta especia de plancton, así que si decidís acercaros a Chacahua, aseguraros de verificar la luz lunar antes de venir.
Aun y así, la bioluminiscencia no es el único atractivo de este insólito paraíso, y como una de las grandes ventajas que tiene viajar, las sorpresas, nos encontramos con que podríamos observar otra de las etapas de unos maravillosos animales que parece que vamos persiguiendo por todo el camino mexicano. Como ya mencionamos en el post de Puerto Escondido, en la zona oaxaqueña nacen tortugas durante todo el año, lo que significa que también hay puesta de huevos durante todo el año. Tras ver la bioluminiscencia, fuimos a nuestra cabaña a coger nuestras linternas para poder pasear por la playa en busca de este animal en este maravilloso momento. Así que alumbrando nuestro camino y con cuidado de no molestar demasiado (bastante tienen ellas con la faena de poner los huevos), nos pusimos a caminar por la playa en busca de alguna tortuga. Durante más de una hora caminamos sin señal de ellas, pero cuando ya estábamos a punto de rendirnos, vimos una marca en la arena, como un enorme surco que iba desde el mar hasta una zona de matorrales. Y al acercarnos, allí estaba nuestra amiga, acabando ya su trabajo, dando los últimos aletazos para terminar de tapar el agujero donde había puesto los huevos. A los pocos minutos y con mucho esfuerzo empezó a arrastrarse de nuevo al mar. Al ser animales marinos, el trayecto de salir y entrar en la arena les supone un gran esfuerzo, arrastrarse removiendo arena para avanza parecía un gran trabajo. Estuvimos tentados de echarle una mano y acercarla al agua, pero tanto por su gran tamaño y porque la naturaleza es sabia, decidimos dejarle hacer su trabajo.
Ya de vuelta a las cabañas, encontramos otra gran tortuga saliendo del mar y de camino a los matorrales. Esta acababa de empezar el proceso, pues aun tenía que cavar el hoyo, poner los huevos y volver al mar, así que no la quisimos molestar con nuestra presencia y la dejamos tranquila.
Al poco rato de caminar hacia la zona de cabañas nos encontramos con los voluntariados que se encargan de proteger los huevos que las tortugas ponen, así que le avisamos de las dos recién estrenadas mamas que habían dejado sus niños a buen recaudo bajo la arena, antes de que algún desalmado se llevara los huevos para cocinarlos (esto pasa más de los que se cree, aun siendo un animal en peligro de extinción)
Es muy interesante todo lo que aprendimos sobre las tortugas, pues una vez nacen, las que llegan al mar, recorren kilómetros hasta que, cuando llegan a la edad adulta, vuelven a la misma playa en la que nacieron a depositar sus huevos, siendo la temperatura de la arena la que marca el sexo del animalito, cuanto más caliente esta la arena mayor número de hembras nacen. Una vez terminada la labor vuelven al mar, dejando que las crías nazcan y evolucionen por si solas, sin ayuda de su familia. Es por esto que parece un milagro, y es tan importante ayudar, la reproducción de este valiente animal y su supervivencia.


Al día siguiente, cruzamos al otro lado de la laguna, desde a parte de algunos alojamientos y restaurantes, se encuentran dos atractivos más, el cocodrilario, al que no fuimos porque no nos gusta que tengan a los animales en cautividad, y el faro, al que a través de un caminito empinado por la ladera de una colina se accede a disfrutar de unas espectaculares vistas del parque nacional. Desde la cúpula del faro se observa, de un lado una salvaje playa virgen, del otro la playa principal con su entrada de agua hacia la laguna, y detrás los inmensos manglares que rodean la laguna, y la pequeña zona de palapas que forman el pueblo. Cruzar de un lado a otro no supone más de cinco minutos de lancha a unos 10 pesos (0,50€)


Por la tarde hicimos todo el recorrido de vuelta a Puerto Escondido, las más de dos horas y los cuatro transportes diferentes nos dejarían de vuelta a la civilización.
Acabábamos de visitar un paraíso de paz y tranquilidad, de salvaje belleza natural, y lo más importante, habíamos conseguido ver la bioluminiscencia y otra de las etapas de la vida de las tortugas marinas. Todo el esfuerzo para llegar a esta parte del mundo, sin duda, había merecido la pena

Nos vemos en nuestro próximo destino, la capital del estado, Oaxaca de Juárez.

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