jueves, 29 de junio de 2017

Oaxaca de Juárez, Oaxaca, México

A las seis de la mañana, después de un desayuno exprés en uno de los supermercados 24H OXXO, tomamos el colectivo que nos llevaría desde Puerto Escondido a la capital del estado, atravesando siete horas de montañas por carreteras de curva tras curva, a veces asfaltadas a veces no, se nos hizo difícil contener el desayuno en el cuerpo. Ha sido el peor recorrido en bus desde que empezamos este viaje. Con el cuerpo descompuesto llegamos a Oaxaca de Juárez, donde no nos costó mucho tiempo encontrar un lugar en el centro histórico donde alojarnos de forma económica. De hecho, Oaxaca nos sorprendió por sus bajos precios, donde dormir por 250 pesos (12,5€) que para una ciudad está muy bien, comer de menú (tres platos, postre y una jarra de agua de frutas) por 50 pesos (2,5€) o un desayuno completo por 30 pesos (1,5€), hasta viajar en taxi compartido cerca de 45 minutos por 20 pesos (1€). Pensábamos que Chiapas era lo más económico que encontraríamos en México, cuando llegó Oaxaca y nos sorprendió.
La ciudad es un lugar con una excelente y preciosa arquitectura colonial. Desde su impresionante catedral en el zócalo (plaza principal de la ciudad) donde se ramifican calles y avenidas de bajos edificios coloridos, hasta la infinidad de iglesias repartidas por todos los rincones hacen de Oaxaca de Juárez un lugar idílico para pasear y perderse entre sus calles.
El zócalo de la ciudad es una bonita plaza central repleta de bancos donde sentarse a la sombra de sus gigantes árboles, rodeado por elegantes cafeterías y restaurantes, muchos de ellos con música en directo, encabezado por el palacio municipal, con un ambiente muy entretenido desde la salida del sol hasta bien entrada la noche. Vendedores ambulantes, espectáculos de payasos, mercados de libros y artesanías, helados, maíz, comida callejera, vendedores de globos y un sinfín de paseantes, algunos que se quedan, otros que se van, hacen de esta plaza un lugar muy especial donde estar contemplando pasar las horas.
Entre el zócalo y la iglesia de Santo Domingo, un increíble templo detalladamente decorado que alberga el museo de las culturas de Oaxaca y el jardín etnobotánico, se encuentran las dos calles peatonales más transitadas de la ciudad, donde entre casitas de colores se han instalado los bares y tiendas más modernas de la ciudad.


De entre los rincones más bonitos de la ciudad, nos sorprendió la Plaza de la Danza, dónde encontramos un interesante mercado de artesanías de la región promocionando el comercio justo, anclado entre la preciosa Basílica de Nuestra Señora de la Soledad y el Templo y Ex convento de San José.


Justo antes de subir las escaleras que terminan en esta plaza se ubica un mercado callejero de helados típicos de la zona, con infinidad de extraños sabores a probar. Una de las cosas que más nos gusta de las ciudades grandes son sus variados mercados, y Oaxaca en este sentido está bien servida.
Uno en frente del otro, los mercados de Benito Juárez y 20 de Noviembre ofrecen a locales y visitantes productos de todo tipo. En el Mercado de Benito Juárez  se puede encontrar desde gran variedad de zapatos y sombreros, ropa y fruterías y carnicerías, hasta los famosos chapulines (grillos fritos) y el gusano de Maguey que también se consume frito.


El mercado 20 de Noviembre es una conglomeración de puestos de comida donde se ofrecen los exquisitos platos oaxaqueños- entre los más conocidos destacan las tlayudas, el tasajo, los distintos tipos de moles (salsa de chile con cacao), el atole o chocolate con pan, champurrado y muchas más, pues si hay algo que destacar en Oaxaca, es su deliciosa y económica gastronomía, y este es el lugar ideal para disfrutarla. Muy cerca de estos dos mercados esta el mercado de las artesanías donde se venden típicas telas bordadas, alebrijes (figuritas de madera pintadas a mano) y juguetes de madera tradicionales.
El pueblo oaxaqueño y la ciudad de Oaxaca en particular son conocidos como uno de los pueblos más luchadores por sus derechos de México, y esto se siente en el ambiente. Carteles pegados en sus fachadas, pintadas con grafitis, grandes pancartas en la fachada de su ayuntamiento y universidad, nos recuerdan la represión y desigualdades que sufren los habitantes oaxaqueños por parte de su gobierno y como el pueblo se defiende contra las injusticias de su país.


Aunque llegamos a destiempo nos habría encantado asistir a uno de los festivales culturales más espectaculares y populares de todo el país, la famosa Guelaguetza. Este se trata de un gran festival donde decenas de bailarines representan las danzan populares y tradicionales de las diferentes áreas del estado de Oaxaca. Tan importante es y tanta gente asiste al evento, que en una colina situada muy cerca del centro histórico se ha construido el auditorio de la Guelaguetza, con capacidad para que las miles de personas que asisten al festival puedan disfrutar de él. Aunque esta fiesta tiene lugar en el mes de Julio y el auditorio estuviera cerrado y vacío, nosotros subimos al cerro pues visitando desde fuera ya pudimos contemplar las vistas de la ciudad desde las alturas, en el árido y montañoso paisaje que la rodea.
Desde Oaxaca de Juárez hay un montón de alternativas para hacer excursiones, desde pueblos artesanos que trabajan el barro negro, la lana y otros materiales, algunos pueblos mágicos en la sierra, conjuntos arqueológicos, hasta fascinantes cascadas petrificadas. Debido a que el tiempo empezaba a escasear y no podíamos visitarlo todo, nos decidimos por las ruinas zapotecas, uno de los arboles más antiguos del mundo y las cascadas de piedra de Hierve el Agua. 
Si quieres conocer estos preciosos lugares no te pierdas el siguiente post. ¡Te esperamos!

lunes, 19 de junio de 2017

Chacahua, Oaxaca, México

¡Hoy nos vamos de aventura en busca de la famosa bioluminiscencia! Salimos de Puerto Escondido en un colectivo que después de una hora larga nos deja en el cruce de Zapotalito, allí esperamos que se llene el taxi que nos llevara al embarcadero, donde tomamos una barca que nos deja en la isla de Chacahua al otro lado de la laguna, donde una rustica camioneta nos transporta a todos los que íbamos en la barca, en la parte de atrás, durante cuarenta minutos más, hasta llegar a nuestro destino. Cuatro transportes diferentes y más de dos horas necesitamos para llegar a la comunidad de Chacahua, una pequeña aldea situada en una isla entre el océano pacífico y una laguna declarada parque nacional, reuniendo un ecosistema único entre playas de arena fina y manglares de aguas dulces, que crea una flora, pero sobre todo fauna, variada e impresionante.


A la orilla de la laguna se desarrolla la vida local, es decir, en las cuatro calles sin asfaltar que conforman la localidad, es donde se encuentras las casas de los que allí viven y algunos pequeñas tiendecitas y restaurantes, la mayoría de pescado, el menú varía según la pesca del día anterior y lo que haya llegado a la isla en esa misma barca en la que los transeúntes cruzan, traer productos desde tierra firme se hace muy difícil y costoso.


Hasta llegar a la zona del pueblo nos encontramos con una zona de tierra seca. Del lado de la playa, alojamientos muy económicos, cabañas muy sencillas a orilla del mar y zonas para poner una tienda de campaña, siempre con las tan imprescindibles hamacas, e infinidad de restaurantes algo más turísticos pues es la zona donde vivimos lo que venimos de visita. El atractivo de este lugar es la simplicidad de la isla, que la hacen un paraíso de la relajación, pues más allá de las cuatro cabañas se extiende una ancha y virgen playa de arena fina, de varios kilómetros donde uno no encuentra más que soledad y el ruido de las grandes olas del pacifico rompiendo en la arena. De hecho, muchos surfistas se acercan a este idílico lugar por este mar, para practicar el surf sin el estrés de Puerto Escondido.


Nosotros nos alojamos en una de estas cabañitas a orillas del mar, donde por 200 pesos (10€) donde estuvimos agustísimo. Ese mismo día organizamos todo para poder cumplir nuestro objetivo en Chacahua, ver la bioluminiscencia. Y así fue, a las 19.00, justo después de la puesta de sol y a tres horas de que saliera la luna y nos impidiese disfrutar del espectáculo con el reflejo de su luz, nos esperaba el barquero para poder rumbo al agua y poder disfrutar de otro increíble fenómeno natural. Después de remar varios metros y acercarnos a la zona de manglares que con su sombra proporcionaba una oscuridad adicional a las aguas, empezamos a ver como cada vez que el barquero hundía el remo en el agua, decenas de puntitos empezabas a  brillar, cual luciérnagas, desde el agua. Cuanto más nos adentrábamos en la oscuridad, más se reflejaban estos puntitos de luz, así que como niños metimos manos y pies en el agua y empezamos a jugar, chapotear, mecer el agua, lanzándola al aire, intentando atrapar alguna de estas estrellitas en la palma de la mano, para luego dejarla caer despacito. Solo deseábamos ver todos los efectos que la bioluminiscencia podía provocar.
¿Y esto por qué pasa? Pues aquí os lo contamos. Se trata de miles de microorganismos, un tipo de plancton, que pasa del mar a la laguna cuando crece la marea, y aprovecha sus calmadas aguas para reproducirse fuera de peligro de los depredadores del océano. El hecho de que se iluminen al tocarlos, removiendo las aguas, es un mecanismo de defensa para no ser engullidos por otros animales. Y esto es lo que los hace tan especiales y alucinantes. Eso sí, tener en cuenta que la bioluminiscencia solo se ve en completa oscuridad y en lugares donde existe esta especia de plancton, así que si decidís acercaros a Chacahua, aseguraros de verificar la luz lunar antes de venir.
Aun y así, la bioluminiscencia no es el único atractivo de este insólito paraíso, y como una de las grandes ventajas que tiene viajar, las sorpresas, nos encontramos con que podríamos observar otra de las etapas de unos maravillosos animales que parece que vamos persiguiendo por todo el camino mexicano. Como ya mencionamos en el post de Puerto Escondido, en la zona oaxaqueña nacen tortugas durante todo el año, lo que significa que también hay puesta de huevos durante todo el año. Tras ver la bioluminiscencia, fuimos a nuestra cabaña a coger nuestras linternas para poder pasear por la playa en busca de este animal en este maravilloso momento. Así que alumbrando nuestro camino y con cuidado de no molestar demasiado (bastante tienen ellas con la faena de poner los huevos), nos pusimos a caminar por la playa en busca de alguna tortuga. Durante más de una hora caminamos sin señal de ellas, pero cuando ya estábamos a punto de rendirnos, vimos una marca en la arena, como un enorme surco que iba desde el mar hasta una zona de matorrales. Y al acercarnos, allí estaba nuestra amiga, acabando ya su trabajo, dando los últimos aletazos para terminar de tapar el agujero donde había puesto los huevos. A los pocos minutos y con mucho esfuerzo empezó a arrastrarse de nuevo al mar. Al ser animales marinos, el trayecto de salir y entrar en la arena les supone un gran esfuerzo, arrastrarse removiendo arena para avanza parecía un gran trabajo. Estuvimos tentados de echarle una mano y acercarla al agua, pero tanto por su gran tamaño y porque la naturaleza es sabia, decidimos dejarle hacer su trabajo.
Ya de vuelta a las cabañas, encontramos otra gran tortuga saliendo del mar y de camino a los matorrales. Esta acababa de empezar el proceso, pues aun tenía que cavar el hoyo, poner los huevos y volver al mar, así que no la quisimos molestar con nuestra presencia y la dejamos tranquila.
Al poco rato de caminar hacia la zona de cabañas nos encontramos con los voluntariados que se encargan de proteger los huevos que las tortugas ponen, así que le avisamos de las dos recién estrenadas mamas que habían dejado sus niños a buen recaudo bajo la arena, antes de que algún desalmado se llevara los huevos para cocinarlos (esto pasa más de los que se cree, aun siendo un animal en peligro de extinción)
Es muy interesante todo lo que aprendimos sobre las tortugas, pues una vez nacen, las que llegan al mar, recorren kilómetros hasta que, cuando llegan a la edad adulta, vuelven a la misma playa en la que nacieron a depositar sus huevos, siendo la temperatura de la arena la que marca el sexo del animalito, cuanto más caliente esta la arena mayor número de hembras nacen. Una vez terminada la labor vuelven al mar, dejando que las crías nazcan y evolucionen por si solas, sin ayuda de su familia. Es por esto que parece un milagro, y es tan importante ayudar, la reproducción de este valiente animal y su supervivencia.


Al día siguiente, cruzamos al otro lado de la laguna, desde a parte de algunos alojamientos y restaurantes, se encuentran dos atractivos más, el cocodrilario, al que no fuimos porque no nos gusta que tengan a los animales en cautividad, y el faro, al que a través de un caminito empinado por la ladera de una colina se accede a disfrutar de unas espectaculares vistas del parque nacional. Desde la cúpula del faro se observa, de un lado una salvaje playa virgen, del otro la playa principal con su entrada de agua hacia la laguna, y detrás los inmensos manglares que rodean la laguna, y la pequeña zona de palapas que forman el pueblo. Cruzar de un lado a otro no supone más de cinco minutos de lancha a unos 10 pesos (0,50€)


Por la tarde hicimos todo el recorrido de vuelta a Puerto Escondido, las más de dos horas y los cuatro transportes diferentes nos dejarían de vuelta a la civilización.
Acabábamos de visitar un paraíso de paz y tranquilidad, de salvaje belleza natural, y lo más importante, habíamos conseguido ver la bioluminiscencia y otra de las etapas de la vida de las tortugas marinas. Todo el esfuerzo para llegar a esta parte del mundo, sin duda, había merecido la pena

Nos vemos en nuestro próximo destino, la capital del estado, Oaxaca de Juárez.

jueves, 15 de junio de 2017

Puerto Escondido, Oaxaca, México

Seguimos visitando la costa del Pacífico y nuestra siguiente parada en este periodo de sol y playa es Puerto Escondido, famoso lugar para surferos por su larga Playa Zicatela, 3 km aproximados de arena donde se presentan grandes olas, pudiendo llegar a los seis metros de altura, para el disfrute de los amantes de este deporte. Es por ello que esta playa esta abarrotada de bares, locales, hoteles todos enfocados al aire californiano que caracteriza el estilo de quienes practican el surf.
Lo que a nosotros respecta, esta no es una playa muy disfrutable, tanto por lo caro de sus locales como por sus fuerte oleaje que no dejan disfrutar de un tranquilo y refrescante baño, en realidad uno debe tener bastante cuidado, pues las corrientes que traen y llevan las olas, así como la famosa resaca que estas forman, pueden arrastrarte sin que uno lo percate.
Pero no solo existe esta playa en Puerto Escondido, si uno continua andando hacia la zona centro de la ciudad, en una pequeña bahía que frena ese oleaje se puede disfrutar de un ratito de mar, refrescarse y tomar el sol, ¡hasta nos encontramos un vendedores de ostras paseando por la playa!
Una vez más el atractivo de este lugar es el agua, el sol, pero no la tranquilidad. Estas playas están bastante concurridas de turismo nacional y local, esta pequeña bahía es el puerto de la localidad, únicamente destinado a barcas de pesca por lo que la orilla esta llena de pescadores limpiando su mercancía, vendiéndola en clandestinos puestos, junto a otros comerciantes que a cada segundo te preguntan si deseas un collar, un plato de frutas o un fresco refresco para calmar la sed que da el fuerte sol.


Ante este panorama y por nuestro afán por descubrir nuevos rincones, decidimos explorar varias payas que nos contaron que están fuera de la ciudad y del gran bullicio.
Para llegar a la primera de ellas anduvimos durante una hora desde el dentro de Puerto Escondido hasta una especie de barrio únicamente con hoteles, grandes y lujosos hoteles, uno tras otro, y algunos restaurantes y bares. Eso sí, por las calles no había un alma, pues el sol estaba fuerte. Preguntando a las pocas personas que encontramos en nuestro camino y bien acalorados, llegamos al destino, una pequeña cala entre acantilados, llena de gente, pues es el primer destino de todos aquellos hospedados en los hoteles localizados alrededor, esta es Playa Carrizalillo. En esta cala se puede encontrar un restaurante y una escuela de surf, pues el oleaje no es tan fuerte como en otras playas. Pasamos un rato agradable entre suaves olas y tomando el sol para descansar de la caminata realizada para llegar hasta aquí.
Tres ese rato pusimos rumbo a la segunda playa que queríamos visitar en el día, a una media hora de camino encontramos Playa Bacocho, una larga y abierta al mar playa, donde el oleaje se vuelve muy fuerte y brusco, imposible bañarse, pero divertidísimo ver lo alto que llegan las olas y la fuerza que posee el agua. Esta playa tiene dos atractivos, nada que ver con las olas ninguno de ellos. Uno es la puesta de sol, de rojos colores, sobre el mar azul y esta inmensa continuidad de arena, un momento perfecto para respirar, pensar y relajarse, observar e interiorizar el lugar que al esconderse el sol, la naturaleza te regala.


La segunda razón para visitar esta playa, es algo que nosotros llevamos queriendo hacer y persiguiendo desde que llegamos a México; liberar tortugas recién nacidas. Como ya hemos mencionado muchas veces, México tiene una biodiversidad inigualable, y gran parte de ella se trata sobre las tortugas marinas que habitan sus mares y vienen a sus playas a desovar. Desgraciadamente muchas de estas tortugas están en peligro de extinción por culta de las manos de los codiciosos seres humanos. Por todo el país existen granjas de cría de tortugas, donde además realizan un gran trabajo para concienciar sobre esta situación, estudian la problemática y así poder ayudar en la supervivencia de este animal. Pues bien, en las playas de esta zona del pacífico las tortugas ponen huevos durante todo el año, dándonos a nosotros la oportunidad de realizar este pequeño gesto. Para poder evitar el robo de huevos para el consumo humano por parte ciertos personajes existen asociaciones que se dedican a recorrer la playa por la noche, pues es cuando las tortugas salen del mar a anidar. Con mucho cuidado, los huevos se recogen y se llevan a una zona de la playa con vallado, donde se vuelven a depositar en la arena, ya que esta con el calor solar los incuba hasta que nacen las tortugas. Y ahí es donde existe un momento muy crítico para este animal, puesto que, recién nacidos deben llegar hasta el mar, sorteando obstáculos, como la caza humana y el ser una presa muy fácil para otros animales, como zorrillos, gaviotas o cangrejos. La liberación de tortugas consiste en, al caer el sol, ayudar a este animal en esta travesía, dejándola más cerca del mar, depositándola a unos pocos metros del agua, puesto que ella debe llegar al agua por sí misma, para que la naturaleza siga su rumbo, sin alterarla.


Ver a estos animalitos, tan pequeños, andar despacito, solo guiándose por el sonido del mar, es algo maravilloso, mientras espantas a las gaviotas que desean cenar. Ver a la tortuguita que hace un ratito sostenías en tu mano, dejarla ir y observar cuando llega al agua, respirar, porque es libre, es un sentimiento indescriptible, no solo por ayudar a la naturaleza, sino por la majestuosidad de este momento y el gran poder que encierra. Es agregar tu granito de arena para ayudar a este plantea nuestro que tanto lo necesita y que tan rápido olvidamos. Concienciar a los más pequeños, enseñar sobre naturaleza y aprender de su intensidad y el amor que transmiten.
Cualquiera que desee conocer más sobre las tortugas, la problemática que encierra su peligro de extinción o únicamente desee experimentar una liberación, puede dirigirse a: Hugo Ibáñez López
Esta es una pequeña pero fuerte asociación, que necesita algo de ayuda en su difusión.


Entre la playa principal y la playa de Carrizalillo se encuentran dos pequeñas calitas de aguas tranquilas y cristalinas, al lado de un acantilado. Sus nombres son Playa Angelito y Playa de Manzanilla, ambas abarrotadas de familias mexicanas, quizás porque las visitamos en fin de semana. A pocos metros de la orilla, decenas de restaurantes con especialidades en pescados y mariscos, algunas tiendas de objetos playeros y vendedores de tours para explorar el océano y ver la fauna del lugar. Si no fuera por los niños gritando entre juegos, las mamas gritando a los niños, el del restaurante gritando a las mamas para ofrecer sus menús y el del tour también gritando para vender sus paseos, las dos calitas son de una gran belleza, encantador lugar para pasar el día.


Justo a la derecha de la playa principal, hay una colina a pie de mar, que alberga el faro de Puerto Escondido, y bajo este faro, un caminito de escalones que rodea la colina serpenteando entre rocas, a veces llegando hasta el nivel del mar. Es un recorrido de una media hora para rodear toda la colina y disfrutar de un paseo en soledad, admirando las olas rompiendo con las rocas.


En términos generales, la ciudad de Puerto Escondido no nos gustó mucho, pues la encontramos grande, ajetreada, con mucho ruido y tráfico, algo sucia y con gran cantidad de gente alcoholizada por la calle, pero quizás nuestro juicio no es muy de fiar, pues recién llegábamos de nuestro pequeño paraíso, Zipolite, y sabíamos que cualquier cosa nos podría decepcionar.
La zona central de la ciudad está en la parte alta, pues Puerto Escondido está situado en la ladera de una gran montaña, y todo son cuestas empinadas. Esta zona es la parte comercial de la ciudad, donde abundan los hoteles, restaurantes de todo tipo y áreas comerciales. Pero para la adoración y disfrute del turista, existe la calle adoquinada, justo detrás de la playa principal, una larga calle donde el turista encuentra cualquier cosa que pueda necesitar, desde restaurantes con comida regional, tours y excursiones por la zona y algunos hoteles y hostales donde alojarse, a tan solo unos pasos del mar e infinidad de tiendas de souvernirs con las artesanías más coloridas elaboradas por el propio estado de Oaxaca.

Uno de los grandes atractivos de esta zona es la observación de la bioluminiscencia, un tipo de plancton que en unas condiciones determinadas, brilla al ser agitado. Como no nos lo queríamos perder, buscamos entre las mejores opciones y entre ellas discutimos que podíamos ir a la Laguna de Manialtepec en un tour organizado, lo que significaba precio elevado y en compañía de más turistas, o viajar más de dos horas a la solitaria laguna de Chacahua y pasar dos días aislados en su isla. ¿Adivináis cual fue nuestra elección? Nos vemos en Chacahua.

viernes, 2 de junio de 2017

Zipolite y Mazunte, Oaxaca, México

Viajar entre Huatulco y Zipolite fue mucho más divertido de lo que esperábamos.
Todo empezó bien, cuando tomamos un bus por unos 30 pesos (1,5€), que en menos de media hora nos dejaría en San Pedro Pochutla, pero esta vez, seria en un cruce de carreteras, no en una estación de autobuses, en medio de la nada donde se suponía que una camioneta pasaría a por nosotros. En menos de diez minutos de espera apareció dicha camioneta, pensábamos que con camioneta se refería a un autobús pequeño, pero no, era una camioneta tal cual todos conocemos, cuya parte trasera estaba lonado y con asientos a ambos lados. Acabábamos de descubrir el trasporte con el que os moveríamos durante los próximos días. Aunque parecía que allí no cabía ni un alfiler, nos apretamos todo lo que pudimos, unos sentados y otros de pie, durante los incómodos treinta minutos que nos separaban de nuestro nuevo destino.
A Zipolite habíamos viajado con un propósito, asistir a la cuarta edición del Festival de Nudismo, pues si de algo presume este pueblo, es de poseer la única playa nudista de todo el país. Debido a la importancia del evento y según se comentaba en internet los alojamientos estaban al completo, por eso fuimos previsores y reservamos una cabañita por internet con algunas semanas de antelación. Así que lo primero que hicimos al llegar fue instalarnos en dichas cabañas y salir a explorar el pueblo.
Durante la semana larga que estuvimos en Zipolite nos dimos cuenta que se trataba de un pequeño paraíso, un lugar de esos en los que uno esta tan a gusto que se va quedando atrapado en él, y lo que iban a ser tres días de festival se convirtieron en algo más del doble. Cada día alargábamos un día más nuestra partida.


Y cuando hablamos de Zipolite como paraíso no es porque tenga las playas más bonitas que hayamos visto, ni monumento alguno que visitar, simplemente es un diminuto pueblo donde lo que te atrapa es su agradable ambiente. Zipolite en si son dos calles paralelas al mar y cuatro o cinco callejuelas perpendiculares, más la carretera que lo cruza. Los alojamientos, excepto algunos pequeños hoteles, son todos sencillas cabañas de madera, la mayoría a la orilla del mar. Los restaurantes que ofrecen desde económica cocina oaxaqueña hasta cocina internacional, se sitúan casi todos sobre la calle del adoquín, unos pocos metros de calle asfaltada libre de tráfico donde se concentra casi todo el ambiente del pueblo. Lo mejor del adoquín son sus noches, cuando decenas de artesanos de cualquier parte del mundo montan sus paraditas para ofrecer sus trabajos hechos a mano, la gente toma cervezas y mezcales en los bares o en la misma calle y los hippies amenizan la noche al son de los tambores, danzas africanas, malabares con fuego y acrobacias con hula-hops. Algunos locales ofrecen música en vivo para atraer la atención de los pocos turistas. Este relajado ambiente hippie, junto con la única playa nudista de México hace de Zipolite un lugar dónde perder el calendario y hacer que el concepto del tiempo desaparezca.


Sobre la playa es exactamente lo que esperábamos de las playas del pacífico, olas gigantes por las que se hace muy difícil nadar sin estar pendiente de que no te lleve el mar, de hecho durante el tiempo que pasamos allí, ni un solo día vimos quitar la bandera roja, así que nos tocó refrescarnos en la orilla con algún que otro revolcón por la arena.
Zipolite cuenta con tres playas, la principal que es interminablemente larga y dos calas, una a cada extremo. La cala del amor, situada tras una pequeña colina a ras del mar, es la más escondida de todas, recibiendo este nombre porque tiene fama de ser testigo del amor de algunas parejas. Nosotros pasamos allí una mañana entera y nos pareció una playa común, pero si el río suena es porque agua lleva. También se la conoce como la playa gay, allí se encontraba gente de todos los sexos y condiciones sexuales. Que manía tenemos con poner etiquetas a todo, pues las playas deberían ser libres para todo el que quiera visitarlas, sin ningún tipo de prejuicio.
En el otro extremo del pueblo se encuentra la playa de Shambala, una hermosa calita rodeada de rocas gigantes y una colina donde decenas de cabañas ofrecen unas vistas espectaculares del lugar. Además, esta colina nos regala la vista cada tarde, cuando el sol decide ponerse muy cerca de ella, generando una de las puestas de sol más impresionantes que hemos visto en todo el viaje, por lo que no hubo atardecer que no estuviéramos sentados en la arena para disfrutar de tal espectáculo natural.
En cuanto al festival nudista, fue algo bastante curioso. En primer lugar estaba mal organizado, pues hasta el mismísimo día no se publicó un programa oficial con todas las actividades, horarios y lugar donde se realizarían. Nuestra mayor curiosidad era que temas se podían tratar en el festival, ya que en España es tan natural, que hasta la fecha no se ha hecho un festival para que, los que preferimos bañarnos desnudos, podamos sentirnos identificados. Pero claro que para la sociedad mexicana es algo muy novedoso, y aunque a nosotros nos pareció un reclamo turístico y una forma de llenar hoteles durante el fin de semana, el objetivo era dar a conocer el nudismo, promoverlo como una práctica sana, natural y totalmente alejada de lo morboso. El problema está en que hacer un festival de este tipo de forma pública por muy buena idea e intenciones que tengan los organizadores, en una sociedad tan sexista y conservadora como la mexicana se acaba convirtiendo más en un foco de mirones, morbosos y concentración de alto porcentaje de visitantes que viene con objetivos sexuales. Es una pena que lo que debía ser una convención de personas con este estilo de vida acabe siendo una continuidad de faltas de respeto a la intimidad personal, y en muchos casos a la degradación de la mujer por el simple hecho de ir como más natural se sienta.
Pero fuera de estas críticas que esperamos se irán solucionando con el paso de los años, pues la sociedad ira aceptando el nudismo como algo respetable, se dejará de objetivizar el cuerpo femenino y los organizadores irán aprendiendo a promover sus objetivos de forma más efectiva, queremos centrarnos en la parte positiva y divertida del festival.
Durante las tres noches que duro hubo instalado un escenario en la arena, donde tocaban grupos de música en vivo y la gente bailaba y bebía hasta bien entrada la noche. Cabe decir que al inicio del baile habíamos unos cuantos (pocos) nudistas, pero que la presión de la mayoría de asistentes vestidos hacia que todos nos pusiéramos la ropa.
Entre las actividades hubo una inauguración con bailes regionales oaxaqueños, nada que ver con la sintonía del festival, promovían la culturalidad del lugar. Durante las mañanas se hacían clases de yoga al desnudo en la playa, actividad que nos habría encantado disfrutar pero después de las noches de fiesta no era fácil asistir a las ocho de la mañana. A la que si asistimos fue a la sesión y desfile de body painting, donde las organizadoras pintaban a todo el que se acercara, en cualquier parte del cuerpo con el diseño que cada uno eligiese. Una vez estuvimos todos pintados hicimos un desfile en la pasarela del escenario donde enseñamos el arte plasmado en carne y nos animamos a bailar. Ese mismo día había una ceremonia de compromiso para parejas, que fue anulada porque a causa de la mala organización en horarios se solapo con el body painting y nadie asistió.
El último día asistimos al temazcal nudista, una tradicional sauna prehispánica, donde se vierten hierbas medicinales y agua sobre piedras al rojo vivo, la mezcla de vapor y humo penetra en los poros abiertos por el sudor, generando beneficios naturales para el organismo. Durante las diferentes sesiones de vapor se cantan himnos prehispánicos en agradecimiento a los dioses, al agua, a las piedras y al fuego. Dejando de lado los beneficios terapéuticos, la sensación que se vive es bastante intensa, pues el extremos calor, la falta de oxígeno, los olores y el intenso sudar te abre el pecho y te lleva la mente a un nivel de meditación. Una vez que sales del temazcal vas directo al mar, al poner contacto con el agua te devuelve a la realidad, pero en un entorno de relajación muy agradable. Si alguna vez tenéis la oportunidad de asistir a un temazcal no os lo penséis dos veces, se generan nuevas sensaciones y un increíble bienestar.
Para finalizar con el festival, hubo una foto oficial a la que nosotros no asistimos, pues estábamos un poco aburridos de los mirones, y el temazcal nos había dejado sin fuerzas.
En resumen, nos parece genial la idea de promover el nudismo en México a modo de festival, pero creemos que falta mucho por aprender por parte de la organización, para que los nudistas se sientan cómodos participando en él.
Una vez acabo el festival nos mudamos de cabaña pues donde estábamos era muy caro y no estaban a pie de playa. Pasamos de pagar 400 pesos (20€) a 250 (12,5€) para tener una humilde cabañita en la misma arena de la playa y el adoquín por la puerta de atrás. Ahora sí, el pueblo había quedado semivacío, había vuelto a la tranquilidad con que lo conocimos el primer día, así que decidimos quedarnos para disfrutarlo. Claro está que nuestra vena exploradora nos hizo movernos a otros lugares para conocer los alrededores, en especial el vecino pueblo de Mazunte.
Algo más grande que Zipolite, repleto de lugares más occidentales, restaurantes vegetarianos, escuelas  de yoga y meditación y precios más elevados, así es esta hermosa población. Su playa principal protegida por la bahía tiene sus aguas mucho más relajadas, por lo que bañarse es mucho más apetecible. Esto no pasa con las playas de los extremos, donde las olas son igual o más fuertes que en Zipolite. Por un lado está la playa de San Agustinillo, un pequeño barrio pesquero donde se huele el pescado recién sacado del mar y cortado a orilla de la playa. Si uno anda en dirección Zipolite, la playa se vuelve mucho más virgen hasta llegar a un punto donde se puede estar solo y disfrutar de toda la playa para uno mismo.


Del otro lado del pueblo, cruzando la colina del cementerio, se encuentra la playa Mermejita, totalmente virgen y solitaria, rodeada de altos acantilados, un lugar perfecto para disfrutar de una bonita puesta de sol.

Entre Mazunte y Playa Mermejita se encuentra Punta Cometa, una enorme lengua de tierra y roa que se adentra en el mar, formando preciosos acantilados, piscinas naturales marinas y una pequeña e ideal playa solitaria por su difícil acceso. Nosotros caminamos por todo el sendero que lleva al final de Punta Cometa y bajamos por un estrecho y empinado sendero que da a un lugar llamado el jacuzzi. Rodeado por las altas paredes del acantilado, una piscina natural con una estrecha salida al mar, por donde las olas mas fuertes se cuelan, generando un remolino y un montón de espuma que lo hacen parecer a un verdadero jacuzzi. Allí estuvimos bañándonos y jugueteando con el remolino hasta que Carlos piso un erizo por lo que dedicamos la tarde a sacarle espinas del pie.


Pero nuestro mejor día en Mazunte fue cuando hicimos el tour en lancha. Algo que no esperábamos poder hacer, fue navegar durante tres horas por el pacífico en busca de fauna marina. Y tuvimos bastante suerte, pues a los quince minutos de empezar el tour dos gigantescas y oscuras ballenas pasaron delante de nuestra embarcación, dejando ver sus espaldas y sus enormes colas. El resto del tour lo pasamos viendo diferentes tipos de tortugas marinas, incluso tuvimos la suerte de poder bañarnos con dos de ellas, que al estar en pleno acto sexual se mantenían a flote. Vale, si, mirar cuando alguien tiene sexo está mal… ¡pero eran tan bonitas! Y a ellas no pareció incomodarles nuestra presencia.


Ya casi al terminar el tour nos encontramos con un grupo de alrededor de diez delfines. Les seguirnos varias veces y cuando estábamos cerca Carlos saltaba al mar para poder nadar con ellos, pero estos, asustados, desaparecían para reaparecer en algún lugar opuesto al que estábamos. Así que no tuvo la suerte de verlos pasar bajo el agua, pero si que nos parecieron preciosos al verlos juguetear saltando entre las olas. Al finalizar el tour hicimos algo de snorkel, pero no vimos nada que no hubiéramos visto hasta ahora, preciosos corales y preces, muchos peces.


Un lugar cerca de Zipolite que nos perdimos fue Puerto Ángel, un pequeño pueblo pesquero al que nos recomendaron ir con el único objetivo de comer pescado fresco económico. Parece que el pueblo en si no es muy bonito y que huele mucho a pescado, pero que para comer está bien. Nosotros sustituimos esta visita por un humilde pero delicioso restaurante de Zipolite que expone el pescado entero, fresquísimo, en bandejas donde uno elige que pieza pasara por la parrilla una vez limpiada en frente de nosotros. Elegimos un atuncito que fue más que suficiente para los dos, servido con una patata asada rellena de crema, ensalada y arroz, un par de cervezas, todo ellos por 210 pesos (10,50€). Con estos precios, darnos pequeños caprichitos que no entran en el presupuesto se hacen irresistibles.
Y así pasamos los días, tomando el sol como vinimos al mundo, revolcados por las olas del mar y saciando nuestro paladar. Por eso decimos que salir de Zipolite  fue toda una odisea, pues el “un día más, una puesta de sol más” parecía interminable.